Desde la pasada semana, la polémica está servida en Porto Alegre a causa del abrupto cierre de una enjundiosa exposición que se proponía como “la primera gran muestra queer de América Latina”. Con más de 250 obras del siglo XX y XXI de más de 80 artistas brasileñxs,Queermuseu: Cartografias da Diferençana Arte Brasileira se planteaba como un espacio de diálogo para dar visibilidad a temáticas LGBT, e indagar sobre la identidad “a partir de un concepto que abrazamos fervorosamente: el de la diversidad abordada desde la variedad, la pluralidad y la diferencia”,según anotaba su curador, Gaudêncio Fidelis. Quien, vale decir, llevaba siete años planificando tamaña exhibición, y casi dos reuniendo las piezas bajo la atenta mirada de las autoridades del Santander Cultural, galería sponsoreada por el homónimo banco, donde los trabajos estuvieron expuestos durante 24 días. Un mes antes del cierre planificado, un alud de protestas en redes, motorizadas por sectores conservadores evangélicos y de ultraderecha, tildaron la muestra de ofensiva, declamando que algunas de las piezas eran “pornográficas”, “blasfemas”, “brutales”, hacían “apología de la zoofilia y la pedofilia”. Absurdas acusaciones que en apenas 72 horas consiguieron lo que pretendían: que la institución cediera ante las presiones y bajara repentinamente Queermuseu. Acto que ha despertado lógica indignación -y preocupación- entre artistas y movimientos culturales del país vecino, que han definido la medida como lo que fue: un inquietante y explícito acto de censura. 

Decisión que ha privado al público de ver obras tan “controvertidas” como la figura -sin título- de un hombre desnudo, de espaldas, que la pintora y escultora Angelina Agostini bosquejó en carbón sobre papel 107 años atrás. O Cabeçacoletiva, de 1975, de la consagradísima neoconcreta Lygia Clark, que según destaca el catálogo, “trata la diversidad como principio generacional”. O piezas de otros prominentes personajes como Cândido Portinari, Clóvis Graciano, José Leonilson… “He hecho dos bienales del Mercosur y nunca había visto nada parecido. Estos grupos (de derecha) han demostrado rapidez para manipular el contenido, el cual no es -en absoluto- ofensivo”, declaró un estupefacto Fidelis, que ni siquiera fue avisado de la decisión: se enteró por redes al leer el comunicado que Santander Cultural había emitido.

Detrás del boicot de Queermuseu está el grupo ultraconservador Movimento Brasil Livre (MBL), que fuera uno de los principales organizadores de las manifestaciones a favor del impeachment de Dilma Rousseff, y que ha venido ganando tracción estos últimos años. Fueron algunos de sus miembros los que se infiltraron en la muestra, agrediendo verbalmente a lxs visitantes, grabando clips que -al grito de “¡Estas personas deberían ir presas!” o “¡Están pervirtiendo las nociones de familia!”- denostaban obras como Et Verbum (2011), de Antonio Obá, donde hostias de comunión llevan escritas las palabras “vulva” o “lengua”; o un óleo de Fernando Baril que cruza a Jesucristo con Shiva. 

Acaso una de las más atacadas ha sido BiaLeite, premiada autora de Travesti da lambada e deusa das águas y de Adriano bafônica e Luiz FrançaShe-há, pinturas que “se refieren con desenvoltura y coraje a un tema que continúa siendo tabú: la diversidad sexual en la infancia y el portentoso sufrimiento que lxs niñxs atraviesan durante la fase escolar y el inicio de la adolescencia”. “Mis trabajos proponen dialogar sobre la homofobia y la transfobia en la infancia; de ninguna forma promueven la pedofilia”, subrayó la artista de cara a las injustificadas denuncias. También apuntó MBL contra Cena de interior II (1994), de Adriana Varejão, carioca reconocida internacionalmente, cuyas obras forman parte de las colecciones del Guggenheim, del Tate Modern, de la Fundación Cartier… “Esta obra es una recopilación de prácticas sexuales existentes, algunas de ellas históricas -como los shungas, clásicas imágenes eróticas del arte popular japonés- y otras basadas en narrativas literarias o recogidas en viajes por Brasil”, explicó AV ante las virulentas embestidas. 

“Es lamentable que la ola conservadora haya forzado a que una institución cultural tome esta posición frente a una exposición que ayuda a pensar el mundo hoy. Es en las relaciones de poder entre grupos hegemónicos y grupos vulnerables que la heteronorma se afirma de la peor forma posible”, señaló Sandro Ka, otro de los artistas que participó de Queermuseu. Por lo demás, aunque distintas galerías de Belo Horizonte, Brasilia, São Paulo y Río de Janeiro han ofrecido a Fidelis volver a montar la muestra, el hombre piensa que difícilmente pueda concretarse “por la complejidad de su logística”.Dijo además: “Atravesamos un momento terrorífico de la historia brasilera”; y sus palabras resuenan con otra pavorosa noticia que trascendió los pasados días: que un juez concedió una cautelar para que los psicólogos puedan tratar la homosexualidad como una enfermedad y lleven adelante terapias de “reversión sexual”, práctica prohibida en Brasil desde 1999.