Palabras azul acero trepan y besan la cara de la mujer de la foto, las palabras encumbradas las repite Nina Simone, la mujer fotografiada es Lorraine Hansberry. Cuenta Nina que aquellas palabras aparecieron gimiendo música en sus labios cuando vio los ojos de Lorraine en una nota del New York Times. Lorraine tenía veintinueve años y era la primera mujer negra con obra propia en Broadway.  Joven, talentosa y negra, repitió Nina mientras iba en busca de un piano y de un compositor. La canción se llama To Be Young, Gifted and Black y fue himno del orgullo negro en la lucha por los derechos civiles cuando estaban terminando los años sesenta. Lorraine despabiló a Nina cuando estaba viva y lo siguió haciendo cuando estaba muerta. Dones de buena amiga. En A Raisin in the Sun, la obra de Lorraine, verso de un poema de Langston Hughes, que Boadway estrenó en 1959 –y que fue película, El sol brilla para todos, con Sidney Poitier, después–,  una familia negra está a punto de irse a vivir a un barrio blanco. Son los Younger  y son quienes honran los años de lucha de los Hansberry –Lorraine vivió con su familia en un barrio blanco del South Side de Chicago–. Según Baldwin, en toda la historia del teatro americano nunca se había visto tanta verdad en el escenario. Muchos de los que la aplaudieron aquella noche le dijeron que era una obra maravillosa “no solo sobre los negros sino sobre la gente”, fue entonces cuando Lorraine abrió su boca encantadora, tan encantadora como la boca de las mujeres que le gustaba besar a ella y dijo: “Bueno, yo no había notado la contradicción porque siempre supe que los negros somos gente”.

Hay bramidos racistas (un coro vecinal que la insultaba todos los días camino a la escuela) y una Luger cargada cerca de las manos de su mamá (su padre se encargaba de la batalla legal y ella de la trinchera) en los recuerdos infantiles de Lorraine, y hay además y sobre todo, rebeldía eterna y anticipación.  

A raisin (esa pasa de uva negra, ese lunar metido en el medio de la luna blanca) es –o quizás en estos tiempos debería decir fue– libro de texto en las aulas de los Estados Unidos pero son pocxs lxs que recuerdan el nombre de su autora. Lorraine, que era amiga de Luther King, Malcolm X, James Baldwin y Sidney Poitier, se casó con otro amigo, Robert Nemiroff, un compositor blanco y judío al que conoció en una manifestación, y quien se ocupó de su obra hasta que murió en la década del noventa. En moderada intimidad –su vida sexual no fue del todo pública– Hansberry formó parte de Daughters of Bilitis y decía que era “una lesbiana casada heterosexualmente” cuando publicaba en The Ledder  y era L.H.N.

Murió de noche, tenía treinta cuatro años y esa misma noche Broadway volvía a estrenar una obra suya, The Sign in Sidney Brustein’s Window. En la brevedad de sus años vértigo luchó por los derechos civiles y contra un activo dogma antifeminista. Aprender a pensar o pensar de nuevo, solía decir Lorraine mientras demostraba que “el grupo más oprimido de cualquier grupo oprimido son sus mujeres” y que por eso: “dos veces oprimidas, dos veces militantes”. Estudió sobre las culturas africanas antes de que la academia las pensara como materia, escribió obras de teatro, ensayos y armó una lista de gustos y disgustos como hacen lxs adolescentes. Sí, ella en cuadernos, el itinerario de un diario íntimo en columnas en las que ganaban corazones a través de los años las piernas y la voz de  Eartha Mae Kitt, la gatúbela negra, y  el 69 cuando realmente funciona.