Según suele decirse, en 1835 el país reclamaba a un hombre de autoridad. Aparece Rosas ahora como el vengador de Facundo. La generación romántica emigra a Montevideo. Se da una simetría entre las clases ilustradas de 1835 y los antiperonistas del primer gobierno de Perón. Los del tercero le cantaban loas al general del escarmiento.

En 1838, el puerto de Buenos Aires es bloqueado por naves francesas. La excusa es un linotipista francés que Rosas ha metido preso. Rosas, para Alberdi, representa los rasgos nacionales. Pero cuando lo universal (Francia) choca bélicamente con lo particular (Rosas), los jóvenes de la Asociación de Mayo eligen lo universal, eligen a Francia y emigran a Montevideo. Es el caso del brillante Alberdi.

Durante esos años, Echeverría escribe “El Matadero”. El texto permanece inédito hasta que Juan María Gutiérrez lo publica en el tomo V de las Obras Completas del Byron argentino (1874). Toda su estética se basa en la antinomia civilización/barbarie. Es probable que, aunque se trate de un texto tan exaltado que no ha sido escrito para esos tiempos, los exiliados de Montevideo lo hayan leído. 

Un unitario extravía los pasos de su cabalgadura y va a desembocar en un matadero en época de cuaresma. “¡Ahí viene un unitario!” Se apoderan de él para vejarlo. “Primero degollarme que desnudarme infame canalla”, dice el unitario. Lo matan y de sus venas surge “un río de sangre”. Hay una dialéctica de la sangre derramada. Si Echeverría insiste tanto en la vejación, en la crueldad sanguinaria de los federales, es porque esa sangre deberá ser vengada con otra, la de los verdugos.

Rosas tiene sus grupos de tareas: la Sociedad Popular Restauradora, la Mazorca. Su símbolo era un marlo de choclo. Sus granos significaban la unidad. También era un elemento de la vejación federal: se le introducía a la víctima por el ano. Rosas y sus sicarios hacían listas de los que eran fieles a la causa, de los que no y de los matices que había entre unos y otros.

La Mazorca es la aparición en nuestra historia de la formación parapolicial. Si bien sus enemigos tuvieron diferentes identidades políticas, hay unión en el accionar de La Mazorca y, ya en el siglo XX, la Liga Patriótica de Manuel Carlés, los comandos civiles de la libertadora, el CdeO, la CNU, la Triple A y los comandos de los militares o grupos de tareas.

¿Qué fue Rosas? Ante todo es la posesión del Puerto y la Aduana para Buenos Aires. O si se quiere: para los saladeristas de la provincia, que eran su principal base de apoyo. Pero no explica tan larga posesión del poder. También se ganó la adhesión de gauchos, indios y negros. Si es cierto que por morder un pasto de la provincia, Rosas (como cuenta Sarmiento) sabía en qué hacienda estaba es indudable que era un gaucho consumado. Tuvo satisfechas a las provincias. También a Inglaterra y Francia, hasta la Vuelta de Obligado. Y se negó a una Constitución porque él era un dictador y eso lo debilitaría.

La revolución libertadora habrá de editar un grueso libro que llevará por título Libro negro de la segunda tiranía. Desde el título se propone una linealidad histórica. Primera tiranía (Rosas) / Segunda tiranía (Perón). También la historiografía liberal señala una simetría entre Mayo y Caseros. Que se completará en el siglo XX con Revolución Libertadora. La historia la escriben los vencedores. 

Los nacionalistas argentinos (los uriburistas Ibarguren, Font Ezcurra, Irazusta y Manuel Gálvez) dan origen al Centro de Estudios Juan Manuel de Rosas. También establecen una línea: Rosas-Uriburu. Buscaban en el pasado un hombre fuerte para justificar al líder de la revolución setembrina. Ahí está Rosas, el héroe de la Vuelta de Obligado. El defensor de la soberanía. El que le puso cadenas a los ríos que el poder colonialista quería navegar. Un símbolo perfecto del nacionalismo argentino. Un símbolo al que San Martín consagra entregando su espada al Restaurador. Aclara, también, su propia figura: sólo desenvaina su espada ante una gesta nacional, anticolonialista. Y la Vuelta de Obligado fue una de las más grandes.

José Mármol escribió que le perdonaba -a Rosas- su cárcel y cadenas, pero “las de mi patria, no”. Los liberales no perdonan las cadenas del proteccionismo. Las cadenas que Rosas le había puesto a la patria de Mármol eran las del proteccionismo económico. La batalla de Obligado es un triunfo porque ingleses y franceses, si bien pasaron, no pudieron hacer negocios, y esto es imperdonable. Rosas consituía a Buenos Aires en “la China de América”, como decía Sarmiento del Paraguay. Las cadenas de Obligado son las del proteccionismo anti-colonialista. Merecieron la espada de San Martín porque éste fue un liberador de pueblos. Desenvainó su espada contra tres potencias coloniales, Contra España y (por medio de Rosas) contra Inglaterra y Francia. Hubiera sido un apasionado defensor del Mercosur, nunca del ALCA.