El último disco de The Cult empezó con un grito de gol. Fue uno de Carlos Tevez, hace cuatro años, en el calcio italiano: la Juventus quedaba arriba del Hellas Verona por 2 a 1. Conocida su raíz en Fuerte Apache, el futbolista se acordó también de otro barrio carenciado, al levantarse la camiseta y dejar ver una remera negra con la leyenda “Ciudad Oculta” en letras blancas mayúsculas. “Cuando vi a Tevez festejar así, me interesé en ver qué significaba, por qué había mostrado eso. Se trata de una estrella internacional, ¿por qué les mostraba eso a las cámaras? Bueno, porque hay mucho sentimiento involucrado: familias, amigos, barrio. Fue como decir: ‘Ey, soy yo, Carlitos, miren dónde estoy, sigo pensando en ustedes, los siento conmigo y los quiero’”, se extiende Ian Astbury, icónico cantante del grupo desde su fundación definitiva, en 1983. “Me pareció un símbolo hermoso y ahí surgió la idea de Hidden City, que es la traducción al inglés de ‘Ciudad Oculta’. No estamos acostumbrados a ver reales demostraciones públicas de afecto e intimidad, menos de esa forma, y mucho menos en la industria del entretenimiento. Para mí, Hidden City representa al corazón”.

La décima entrega de estudio del grupo inglés que co-comanda Bill Duffy salió a la calle en 2016 como faja de clausura para una suerte de trilogía abierta nueve años antes con Born into This, y es probablemente su creación más inspirada en mucho tiempo. Un disco íntimo y hondo para una banda que, sin apartarse fatalmente del núcleo hard rock, entra en sintonía con el título del que Astbury no se cansa de hablar: “Tiene muchas capas, me gusta pensar en su música como una sutil superposición de ideas y sentimientos”, suelta el cantante antes de su show de esta noche en el Luna Park.

–Hace ya casi una década, durante un concierto en Buenos Aires, lanzaba al aire nombres de equipos de fútbol en castellano, como Boca o Independiente. ¿De dónde proviene esa fascinación?

–(Da una carcajada) De la gente que se apasiona por su equipo, por el lugar de donde proviene. Me enloquece esa pasión. Y especialmente en la Argentina, donde el fútbol es un elemento esencial para entender la vida, no sólo por el juego sino por lo que representa para la comunidad y la identidad que le da a mucha gente. Crecí en Inglaterra, donde el fútbol también importa mucho, pero le aseguro que lo que pasa allá es único. Creo que es algo que tienen en común la música y el fútbol, donde se produce una conexión especial con el público. Por eso hay que ser cuidadoso y asegurarse de no ofender a nadie. Ahora se puede decir que soy neutral, no tengo mucha oportunidad de ir a la cancha, vivo en Los Angeles y me enfoqué en la música. 

–¿Cree que esa “Ciudad Oculta” del título de su disco está más cerca de la utopía o de la distopía?

–Siento que el disco cristaliza un cierto entorno, es una especie de reflexión sobre lo que estaba pasando mientras lo hacíamos. Viajamos mucho con la banda y eso nos permite observar situaciones, estilos de vida, culturas. Así tocamos cuatro veces en Le Bataclan, en París. Conozco perfectamente el edificio, las salas, al personal. Me resulta incomprensible lo que está pasando en Europa, porque la gente que va a una cancha de fútbol o a un recital está celebrando la vida, no está en contra de ninguna filosofía o cultura en particular. Piense en un partido de fútbol, donde las hinchadas parecen odiarse con pasión las unas a las otras: hay humanidad ahí, porque hacen falta dos equipos para que eso exista. Sería aburrido ver a un solo equipo, ¿verdad? La pasión se lleva a cabo con otros. Y sin público tampoco hay banda. Necesitamos oxígeno, agua, necesitamos morir. Necesitamos un balance, que es lo más difícil de conseguir. Ahora estamos totalmente desbalanceados y confundidos, al poner lo material por sobre todas las cosas... Esas cosas provienen de explorar nuestra Ciudad Oculta.

–Ya desde la creación del festival A Gathering of the Tribes, a principios de los ‘90, parece atraparlo la idea de la exaltación de la diversidad. ¿Cree que aumentó el nivel de aceptación?

–Todavía hay muchas divisiones por filosofía, idea, naturaleza, religión, géneros. Pero estas cosas vienen pasando desde hace miles de años, no se crearon de un día para el otro. Ojalá alguna vez podamos alcanzar una mayor aceptación; obviamente, no soy el único que dice esto. Miles de años de cultura, poesía, arquitectura, arte, filosofía, medicina, y hace tan sólo 70 años el hombre creó la bomba atómica. Los mapas siguen estando repletos de líneas negras cuando no existe ese tipo de límite, lo que importa son las ideas y conceptos. La música hace que esos conceptos e ideas nos reúnan, en un momento de celebración del misterio de la vida. Me gusta pensar que como músicos contribuimos más de lo que quitamos. 

–Este año se suicidaron Chris Cornell y Chester Benington, dos cantantes de rock famosos. ¿Cree que se trató de una coincidencia? 

–Hay una conexión, eran amigos. Uno de ellos era mi amigo. Hacía muy poco había estado hablando con Chris sobre la posibilidad de volver juntos a la India, para aprender y traer toda esa información a Occidente. Hay muchísima filosofía ahí, mucha sabiduría que podría ayudarnos. Ellos no necesitan de nuestra ayuda; nosotros sí de la suya. Es la misma idea detrás de A Gathering of the Tribes, que después reconvirtieron en un festival comercial como el Lollapalooza. Ahora todo se trata de eso, de negocios. Pero nuestro festival era ético, la entrada valía 10 dólares, cada banda que se sumaba estaba contribuyendo a la comunidad musical y del público en general, porque MTV estaba empezando a decirle a la gente quién era. La identidad no está en un clip, por eso dejamos de hacer videos con The Cult, por no creer en ese régimen de identificación. 

–¿Y quién le dice ahora a la gente quién es? 

–Creo que las redes sociales son las mayores influencias, pero hoy la gente tiene más individualidad. De todos modos, mi opinión no es la de una autoridad, la verdadera autoridad proviene del corazón, uno mismo debe descubrir quién es. Compenetrándose, viajando, comunicándose. La música puede inspirar, pero cada uno debe elegir. No debemos tener miedo de elegir, hay quienes tienen ese coraje y desafían al régimen cultural, que se les vuelve en contra. Ellos sí saben quiénes son.