Espectáculo nacido en la localidad de Banfield, El loco y la camisa fue y continúa siendo un fenómeno teatral del circuito independiente: lleva ocho temporadas ininterrumpidas de funciones, giras internacionales y presentaciones en festivales. Elencos de distintos países están haciendo sus versiones de una historia que, en un principio y equivocadamente, su director evaluaba como “muy localista”. Para Nelson Valente, este éxito tuvo un efecto “inhibitorio” en su carrera. “Podía dirigir textos de otros, pero tardé un montón en volver a escribir y dirigir. Me sentía muy responsable del segundo hijo”, revela a PáginaI12. Pasado el tiempo y superados los obstáculos, responde acertadamente con El declive.

Cierta mística envuelve a esta nueva obra: se ensayó, como El loco y la camisa, en un departamento que pertenece a las instalaciones del Complejo Banfield Teatro Ensamble (Larrea 350), uno de los pilares culturales de la zona sur del conurbano bonaerense. En este departamento, con su cocina real y su pequeño living, tiene lugar la obra todos los viernes a las 21; en tanto que los sábados viaja hasta la ciudad de Buenos Aires para presentarse en Timbre 4 (México 3554, a las 20.30; desde el 23 de octubre pasará a los lunes). “Yo trabajo en el departamento. Mi oficina es la mesa de la cocina”, cuenta Valente. “Cuando estábamos ensayando El loco... quería trabajar con los espectadores alrededor. Generar la sensación de ir a la casa de una familia y eso de no saber dónde meterte cuando la familia se pelea. Siempre tuve la idea de volver a hacer una obra que arrancara en el departamento y después poder llevarla a la Capital.” En rigor, para El loco... (que puede verse en el Teatro El Picadero Pasaje Santos Discépolo 1857, los martes a las 20.30), la idea inicial era utilizar el sótano del teatro, pero se inundó. Del accidente devino una particularidad que ahora se repite. 

En cartel en El Picadero, El loco... hace carne en la vida de una familia del conurbano viejas y conocidas ideas, como que los locos siempre dicen la verdad o que no hay nada más loco que estar cuerdo. Un joven, con la muy buena interpretación de Julián Paz Figueira, dice todas las sentencias que su familia tapa y que no tiene ganas de escuchar. “Es una obra más adolescente, en la que hago como reclamos: reto un poco al espectador. Le digo ‘mirá cómo estamos tratando esto, cómo hablamos de la diferencia y escondemos la miseria’. Baja un poco más de línea y te sacude. En cambio, El declive plantea menos certezas y más preguntas”, compara el director y dramaturgo.

Como el anterior, el nuevo material es un desprendimiento de un número de café concert escrito por Valente. El concert es, en sus palabras, “el motor del Ensamble”, además de un espacio que aceitó su comunicación con el público y que moldeó el carácter popular de su arte. Ignacio Gómez Bustamante, director artístico del BTE, es quien propone los temas que abordan los sketches del concert. En este caso el tópico era la pasión. “Armé un número con la misma temática, más en broma, más livianito. Después profundicé y escribí textos más largos. Hicimos un trabajo de cuatro meses que nos llevó a encontrar el tono más realista y dramático. Ensayamos en el departamento y en mi casa. El espacio sirve como disparador de climas y situaciones”, detalla el director.

En el departamento del Ensamble, un público reducido –no más de 25 personas– se ubica alrededor de la escena en la que, un domingo común y corriente –que no es tan común y corriente–, se encuentran dos matrimonios de adultos maduros, amigos de hace muchos años. Todo sucede extremadamente cerca del espectador y da la sensación de que la ficción es más real que la realidad misma. En esta tarde tan usual como inusual, estas personas terminarán preguntándose por el sentido de la existencia. Por la pasión, la felicidad, la libertad. No habrá evasivas ni ambigüedad al respecto: habrá que confrontar el dilema. Como en El loco..., se da una combinación de factores: realismo –“grotesco”, prefiere el director–, cercanía con el espectador y una premisa filosófica anclada en el corazón de la cotidianidad.

“Cumplí 50, vendré pensando en eso, por un tema de la edad”, dice Valente, que para nada aparenta esos años. “Vengo dándole vuelta en varios números del concert al mismo tema. A esta temática de huir, de irte de tu vida, de como estás viviendo y jugártela afuera. Sobre cómo es el tema de la felicidad: si se puede lograr como uno la armó o arriesgarse, salir de lo que armó para vivir otra cosa. Es decir, quién pensabas ser y quién terminaste siendo”, expresa.

“Y visto en estos cuerpos de personas más grandes se potencia. Porque también te planteás si es tiempo de dar vuelta el timón”, agrega. El elenco lo conforman Enrique Amido (Tito), Cristina “Pachi” Molloy (Susana), Carlos Rosas (Antonio) y su actriz “fetiche” Lide Uranga (Nelly). “Lide es un producto Banfield Teatro Ensamble total. Empezó a estudiar acá a los 50 años”, dice, sin ocultar cierto orgullo. La misma relación con el espacio tienen Molloy y Rosas: los dos estudiaron en el complejo y se convirtieron en actores de la compañía. En cambio, “Henry” ingresó directamente a trabajar en el concert. “Necesité que se pudieran meter a bucear un poco en estos temas. Teniendo más de 50 no es sencillo”, resalta Valente. “Trabajamos en el detalle y en las acciones internas. Tan cerquita, si hacés trampa se ve mucho, si actuás se ve mucho. Trabajamos para que no se note que están actuando. La obra está llena de detallecitos. Es una ingeniería sobre el detalle. Por ejemplo: suena un baldazo de agua cuando otro personaje tira una manzana”, grafica.

Entusiasmado con lo que vendrá –dirigir a Gael García Bernal desde marzo en el Teatro Coliseo–, asegura que lo suyo no es el realismo, rechazado o, al menos, cuestionado, por muchos de sus colegas porteños. “Me interesa trabajar sobre los vínculos. Y siempre digo que lo que hago es grotesco. Quizá esto sea una mirada mía de la vida. Fellini veía clowns en las personas, yo veo personajes del grotesco. Naturalizamos este grotesco en la vida. Y cuando uno lo pone en el escenario, mirado con lupa, se ve así. Por eso se parece tanto al realismo”, advierte. La concepción estética, entre otras cuestiones, hermana a dos espacios separados por la distancia geográfica, como Timbre y el Ensamble, que apareció como compañía a fines de los ‘90. “Para mí, las cosas están bien o mal hechas. No tengo ninguna intención de hacer algo nuevo”, se define Valente.