Centenares de niñas y niños de distintos puntos del país debatieron en Plaza de Mayo, en una asamblea que fue el cierre de sucesivos precongresos barriales, donde tienen presencia las organizaciones sociales, acerca de qué problemáticas afectan sus derechos y elaboraron un documento con propuestas para solucionarlas. Luego, marcharon hasta el Congreso Nacional para entregar las conclusiones del encuentro y solicitar, a la vez, ser escuchados a la hora de discutir las políticas de infancia. El eje central de los debates fue “El barrio que tenemos y cómo nos organizamos” para cambiarlo. Y las problemáticas que sobresalieron en todos ellos fueron la represión policial, la falta de presencia del Estado en las áreas de Salud y Educación, las condiciones socio ambientales en las que viven y el narcotráfico.

“Hubo un pibe que planteó que quiere tener una casa con ventana”, contó Omar Giuliani, referente de Niñez y Territorio, el colectivo que organizó la convocatoria de ayer, a la que se sumaron centros comunitarios y comedores de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP) y del Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE), entre otras organizaciones.

“Lo que ellos sueñan, desean y dicen es la expresión palpable de la pobreza. Mientras los adultos hablamos de la macropolítica y de estadísticas, ellos hablan de lo que padecen en hechos concretos”, agregó Giuliani en diálogo con PáginaI12.

Del Congreso de los Pibes y las Pibas participaron organizaciones de la Ciudad y de la provincia de Buenos Aires, delegaciones de Tucumán y Mendoza, y de las ciudades de Rosario y de Río Cuarto, con el objetivo de promover “los procesos de participación y protagonismo” que ya practican en los espacios a los que pertenecen.

“Lo que necesito como niño es una oportunidad”, dijo uno de los participantes durante las rondas de debate alrededor de la Pirámide de Mayo. “No hay actividad en los barrios y eso hace que los pibes usen el tiempo libre en cosas que no siempre están buenas”, agregó otra de las adolescentes que tomó la palabra.

Una más de las pibas dijo que no hay que olvidarse de “la basura que se junta en las esquinas” porque el sistema de recolección no siempre es eficiente en las villas. Otro pibe –que prefirió reservar su identidad– habló de “los pasillos contaminados” de su barrio y de la necesidad de que haya “acompañamiento en salud sexual”.

Según un estudio de Niñez y Territorio sobre la base de los datos del Indec de 2016, “la mitad de los chicos y las chicas del país es pobre” y de todos ellos “1,3 millones, el 10,8 por ciento de la población menor de 18 años, crece en la pobreza extrema” y no puede acceder a la canasta básica.

El colectivo que reúne a la treintena de organizaciones convocantes, algunas de las cuales están nucleadas en la CTA Autónoma, agregó que “Unicef asegura que el 47,7 por ciento de los chicos y chicas de hasta 17 años, es decir 5,6 millones, vive en la pobreza en la Argentina”. En términos estructurales, esto se traduce “no solo en la falta de comida, sino también de salitas sanitarias en los barrios, de plazas para que los pibes se diviertan tranquilos, de agua potable. Esto es la pobreza extrema en el ámbito cotidiano, son las cicatrices que quedan en los pibes”, añadió Giuliani, titular además de la organización Ruca Hueney, de General Rodríguez.

Al fin de la asamblea, los chicos elaboraron un documento con la síntesis de los debates y las propuestas. De allí marcharon hasta el Congreso, donde reclamaron una audiencia pública con legisladores de ambas cámaras para “discutir y trabajar problemáticas directas y propuestas genuinas”.