"Instrucciones para volver a ser un niño. Que tu mamá te acueste y te lea un cuento", este es uno de los cientos de textos alumbrados en el proyecto "Luces, hay más luz cuando alguien habla", que llevaron adelante seis instituciones de distintos barrios que sostienen Centros de día con adolescentes que tienen sus derechos vulnerados. Después de cinco encuentros donde leyeron, escribieron y compartieron lo hecho en una ronda de lectura (a la que más de uno esquivaba por vergüenza), este miércoles, a las 10, en el Centro Cultural Fontanarrosa, presentarán el libro Palabras que cuentan, donde podrán leerse algunos textos colectivos y otros escritos por cada participante del taller. "Una niña llamada Sol/ desde el sillón de su casa/ comenzó a sentir que florecía su corazón", es otro texto que puede leerse en la publicación que reivindica el derecho de estos chicos y chicas al acceso y producción de bienes culturales, a tomar su palabra.

La idea del taller literario surgió de "Lequi", Martín Moreno, integrante del equipo de acompañamiento de Centros de Día (RED), de la Dirección de Promoción de Derechos ‑a cargo de Alejandro Tassara‑, que pertenece a la Subsecretaría de Niñez de la provincia. Los Centros de Día para chicos de 14 a 18 años en riesgo fueron apuestas que surgieron en 2011, a partir de la seguidilla de muertes adolescentes, y la comprensión de que no había espacio que los contuviera. Esa propuesta partió de una mesa interministerial del gabinete social provincial y municipal. Más allá de estas especificidades, el trabajo cotidiano lo sostienen quienes trabajan con los y las adolescentes. "Se empezaron a articular varias líneas de trabajo en una red de instituciones, y este año pudimos llegar a una propuesta concreta para los adolescentes y jóvenes", explicó Tassara.

La actividad entrelaza a distintas instituciones públicas y de la sociedad civil para ofrecer un espacio para la palabra. Así, se sumaron la asociación Chicos (Mendoza 1247), la Biblioteca Popular Pocho Lepratti (Virasoro 39), la asociación civil Maranata (bulevar Rondeau 521), la Casa Educativa Terapéutica (bulevar Seguí 5440), la ONG Paloma de Paz (Rivarola 7700) y el Centro de Día Fonavi de Villa Gobernador Gálvez. Durante cinco encuentros, escucharon cuentos y escribieron textos individuales y colectivos. El resultado es el libro que saldrá de la imprenta justo para llegar al acto del miércoles. Participaron desde preadolescentes de 12 años hasta chicos y chicas de 20 años, con algún "colado" de 38, ya que no se trataba de un espacio estanco: al menos una vez, cada institución era anfitriona de las otras y eso significaba también romper el cerco entre los barrios. "Queríamos que conocieran otros lugares y que se conocieran entre ellos, y se desprejuiciaran de esto de los diferentes barrios. Porque a ellos moverse de un lugar a otro les genera temor", contó Delfina Arias, coordinadora de los equipos del CET. De los distintos talleres participaron unos 50 en total.

Uno de los encuentros fue en el Jardín de los Niños. "Los llevamos a volar", enfatizó con una gran sonrisa Marcela Lapenna, de la Asociación Chicos, sobre la experiencia de subirse a la máquina de volar, que dio lugar a textos de alto valor poético. "Me gustaría algún día volar/ Y hacerlo con mi mamá mi papá mis hermanos y todos mis sobrinos/ Volaríamos entre el sol y las nubes y nos encontraríamos con palomas, patos, un avión/  y también estrellas fugaces (nunca hay que olvidar pedir tres deseos)", es uno de ellos.

"Fue un paso interesante en función de la elección de la temática, porque para mí es más valioso que hayamos hecho el esfuerzo de poner la cabeza a pensar en esta opción de la producción literaria y no en armar un torneo de fútbol", continuó Lapenna, quien subrayó también que "fue interesante el poder pensarlo junto a otros".

La nota se hace en la biblioteca de la asociación Chicos, un espacio donde se ven cientos de libros a disposición de los chicos y chicas en situación de calle que transitan La Casa, de Mendoza 1247. Así que había un insumo disponible, como señaló Tassara. Moreno (Lequi) propuso la idea, y un proyecto que se fue enriqueciendo por el trabajo de otras instituciones. En la mesa donde está la computadora, se apilan las libretas hechas para que cada chico pudiera poner sus textos, que luego se compilaron en el libro. Son libretas con tapas de colores y grullas atadas con un hilito, lindos objetos para alojar esas escrituras.

"Si organizás actividades deportivas o lúdicas, podés trabajar con un montón de pibes, pero si tenés que sentarte al lado de un pibe para que cuente quién es, necesitás alguien que se siente y le preste la mano, porque muchos no saben leer ni escribir, o están en proceso de aprender", señaló Lapenna y Moreno acotó: "En general éramos la misma cantidad de chicos que de educadores, es un laburo muy artesanal".

Los encuentros se iban proyectando entre los talleristas, y también tenían que ver con la impronta de la institución anfitriona. Hubo consignas sobre identidad, sobre gestos, hubo juegos con animales. "Había algunas cuestiones que más o menos se mantenía en todos los encuentros. Tomé muy en cuenta lo que decía Liliana Quillay, que hace muchos años sostiene el espacio de las palabras en la Asociación Chicos, y ella decía, en todos los encuentros, algo hay que leer. También se pensó un trabajo individual y un trabajo colectivo cada vez", aportó Arias. Trabajar la palabra, no dárselas, sino propiciar que la tomaran.

El libro que surgió de este entramado no es sólo testimonial, aunque las historias de vida de estos chicos estén. "Es una población que está sufriendo situaciones muy difíciles", subrayó Lapenna. La apuesta es a la literatura.

"Intrucciones para reparar un corazón roto:/ Pegar pedacitos rotos con abrazos", dice uno de los textos.

Porque la literatura, la palabra, el arte, pueden ser patrimonio de estos chicos también. "Nosotros insistimos mucho con todos los derechos, pero nos gusta subrayar el acceso a los bienes culturales, que es siempre postergado, y no sólo el derecho al uso sino también a la producción de bienes culturales", expresó Lapenna.

La presentación, en el Fontanarrosa, fue en la búsqueda de un lugar "solemne", para que los chicos sientan que "llegaron". Convocado de 10 a 13, será una ocasión para mirarlos de otra manera, lejos del estereotipo, con la mirada puesta en lo que son capaces de producir cuando se les abre una puerta para ir a escribir.