Como todo soñador confundí mi desencanto con la verdad.  Sartre

En la nota anterior nos habíamos referido al octavo pasajero. Al fundamento último sobre el cual Descartes, Kant, Hegel, Marx y Nietzsche construyen sus explicaciones.

Continuemos.

1927: Heidegger escribe su libro más famoso, “Ser y Tiempo”. Se propone hacer una ontología y termina en una antropología del Dasein. Es fascinante que un filósofo que se lanza en busca del ser termine aprisionado por el hombre. 

El Dasein existe en estado de arrojo, estado de e–yección. Arrojo temporalizante hacia sus posibles (el posible de todo sus posibles es la muerte, de aquí que el Dasein sea “para la muerte” y asumirlo implique su “autenticidad”).

Heidegger abandona la escritura de “Ser y Tiempo” porque advierte que cayó en una trampa que él mismo se tendió.  Decide hacer su “viraje” (Kehre).  Ahora el Dasein es el ente que ha “olvidado al ser” por consagrarse al dominio de los entes a través de la técnica. El ser “se retira”. El Dasein que se pregunta por el ser deslumbra a Heidegger en “Ser y Tiempo”. El Dasein de la técnica no pregunta ya sobre el ser, lo manipula y lo domina. Es el amo de lo ente. Durante toda su vida Heidegger se moverá entre estos conceptos. ¿Por dónde se infiltra Dios? Dios en Heidegger es el ser. “Esto es neokantismo” se horroriza el maestro de Alemania. El hombre no es culpable en “Ser y Tiempo”, ni ha olvidado al ser. El desarrollo posterior es el del Dasein en tanto “amo de la técnica”. Heidegger condena al hombre de la técnica. El hombre debe estar abierto al llamado del ser. Ese llamado que no escuchó desde Descartes en adelante. El hombre pierde su interés en el ser cuando fija el fundamento en el pensar. Por fin, en la “Carta sobre el Humanismo” (1946), el ser encuentra su morada, en el lenguaje, y el hombre es meramente su pastor.

1943: Sartre, “El Ser y la Nada”. Si hubiera un Dios el hombre tendría una esencia. No hay Dios, ergo no la tiene. Es un existente. La existencia precede a la esencia y el hombre, a partir de sí, debe darse el ser eligiendo y eligiéndose. Nunca logrará saciar la pasión de ser “algo”, ya que es una “nada” que nihiliza el ser en su pro–yecto temporalizante. 

La conciencia es un agujero en la plenitud del ser. La conciencia es libre.  En suma, la libertad es el fundamento del ser.

Década del 60: Nace la estructura.  Althusser declara el “odio al hombre”. Niega al Marx “humanista” de sus escritos juveniles y consagra al Marx “científico” de “El Capital”. Una mezcla entre la “Carta sobre el humanismo” y el modo de producción marxiano. Foucault, “el hombre ha muerto”. El anti-humanismo.  Derrida, deconstrucción. Giro lingüístico. Crítica de la metafísica de la presencia. “No hay más allá del lenguaje”. Siempre Heidegger: la morada del ser es el lenguaje. El secreto lo tienen los poetas.

Bien, hasta aquí. El Alien sigue en la nave.

Heidegger: Dios es el lenguaje. Porque ahí mora el ser. Pero, en rigor, el ser es Dios. 

Sartre: Dios es el “para sí”. El hombre del humanismo sartreano. La “praxis” en la Critique. La “nada” nihilizante de “El Ser y la Nada”. Dios es la libertad del sujeto práctico que fundamenta el ser. Hasta el ser de la alienación. La libertad es el fundamento de la alienación.

Althusser: Dios es la estructura. (Para colmo, jamás demostró cómo “cambia” la estructura. O sea, tiene la fijeza de lo eterno.) 

Foucault: Ha muerto Dios. Ha muerto el hombre. Ha muerto el autor (Barthés). ¿Qué queda? La arqueología, la genealogía, el lenguaje. Hacia fines del 70 los discípulos de Foucault le piden una respuesta a la cuestión de la lucha contra el poder. Foucault responde con las contra–conductas, pero estas siempre estarán dependiendo del poder. En la frase todo poder genera resistencia, la primacía es la del poder. El hombre que se rebela es incomprensible. En Foucault Dios es… El Poder.

Derrida: Dios es el lenguaje. Dios es el texto. Es un Dios sin trascendencia, que remite a sí mismo.

¿Y Lacan? Dios es el inconsciente. ¿Por qué? Porque está estructurado como un lenguaje. Porque como dijo el maestro Heidegger: el ser es lenguaje. Somos lenguaje. Y Lacan –dicen algunas malísimas lenguas– se reduce a veinte conceptos de Heidegger.

¿Puede la filosofía existir sin un fundamento, sin un absoluto, sin un punto de partida indubitable? Si a “eso” lo llamamos “Dios”...  Dios no ha muerto ni morirá jamás.

Estamos condenados a darle otros nombres y a ponerlo en otros lugares. Pero difícil que los hombres puedan vivir sin motivos esenciales, fundamentales, que entreguen un sentido a sus complejas existencias. Es aquello de lo que ninguna filosofía alcanza a prescindir.

“Dios”, eterno alienígena.

Decidirán aquellos que lean estas notas, si son fruto del desencanto o de la verdad.