El expolicía Jorge Bacigaluppo fue procesado por alterar los famosos cuadernos de Oscar Centeno, base de la causa judicial en la que fueron imputadas más de cien personas, empresarios, exfuncionarios y, como siempre en Comodoro Py, la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner. Bacigaluppo es un amigo del chofer del ministerio de Planificación que habría escrito los cuadernos. Los cambios que motivaron el procesamiento por encubrimiento, alteración de prueba y falsificación de documento fueron de dos tipos. Por un lado, tachaduras, uso de corrector y sustitución de unos nombres por otros, esencialmente en los cuadernos de 2008 y 2009. La segunda alteración, más de fondo, es que los cuadernos clave, los que refieren a sumas de dinero, supuestamente escritos entre 2013 y 2015, tienen rastros muy concretos de haber sido dictados, “redactados como una unidad y una denuncia no formalizada”. O sea, ya se escribieron para presentarse en la causa judicial. En el fallo de 39 páginas del juez Marcelo Martínez de Giorgi se establece que Bacigaluppo seguirá en libertad, pero no podrá salir del país.

La sucesión de irregularidades

La denuncia original de este expediente fue realizada por el empresario Armando Loson, representado por su abogado, Carlos Vela. Sucede que el dueño del Grupo Albanesi se dio cuenta que una de las supuestas entregas de dinero se produjo en Buenos Aires cuando él estaba en Santiago del Estero. Y, además, Albanesi no tenía obra pública ni motivo para pagar coimas. Loson mandó a hacer una pericia privada y se determinó que los cuadernos en los que se lo nombraba tenían 1.600 alteraciones.

Pero las mayores irregularidades se dieron al principio del expediente. El periodista de La Nación, Diego Cabot, entregó fotocopias de los cuadernos al fiscal Carlos Stornelli y entre éste y el juez Claudio Bonadio hicieron una maniobra para quedarse con la causa en lugar de mandarla a sorteo. De inmediato lanzaron una ofensiva sobre los imputados con un apriete demoledor: el que no inculpaba a CFK quedaba preso, el que la nombraba, se iba a su casa.

En ese comienzo, Centeno fue aceptado como arrepentido y declaró que tenía los cuadernos en su casa, en un ropero. Cuando allanaron el domicilio y no encontraron nada, el chofer cambió la declaración: dijo que había quemado los cuadernos originales en una parrilla. A una semana de las elecciones de 2019, de golpe, aparecieron los originales, otra vez de la mano de Cabot, quien adujo que se los dio un desconocido. Ni con esas idas y vueltas, el dúo Stornelli-Bonadio consideró que Centeno mintió en su declaración de arrepentido, lo cual debió llevarlo a la cárcel. 

Gracias a la insistencia de Loson y Vela, finalmente, se descubrieron las alteraciones y cambios hechos en los cuadernos, lo que ahora motivó el fallo de Martínez de Giorgi.

Dos pericias, un procesamiento

Después de la pericia privada aportada por Loson y su abogado Vela, el juez ordenó otros dos estudios, uno de la División Scopometría de la Policía Federal y otro de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires (UBA).

Según lo declarado por Centeno, los cuadernos estuvieron en su poder, tal vez los vio su exesposa, y él se los dio a Bacigaluppo. De manera que, en principio, la escritura debía pertenecer a alguno de los tres, no había otra posibilidad.

Scopometría descartó la letra como perteneciente a Hilda Horowitz, la exesposa de Centeno, y dictaminó que los rasgos de las enmiendas se parecían a la letra usada por Bacigaluppo en distintos trámites anteriores. El juez ordenó el allanamiento del domicilio del expolicía, de allí se llevaron más pruebas de escritura y se concluyó que las alteraciones correspondían a Bacigaluppo.

Los cambios apuntaron a dos objetivos:

  1. Cuando el texto mencionaba a un tal Marcelo (que no se sabe quién es), le pusieron corrector y arriba pusieron Armando (por Loson). También fraguaron la dirección poniendo Alem 855, la dirección de Albanesi, la empresa de Loson.
  2. Igualmente incorporaron la leyenda Ing.Ferreyra para inculpar a Gerardo Ferreyra, uno de los titulares de la empresa Electroingeniería. Ferreyra se negó a ser arrepentido y mencionar a CFK, por lo cual lo dejaron preso ocho meses.

Hubo otra pericia, la de la UBA, que también concluyó que las palabras utilizadas, sobre todo en los cuadernos que van de 2013 a 2015, que son los que hablan de dinero, no se correspondían con el idioma elemental que usaba Centeno en los cuadernos de 2008 y 2009. O sea, que alguien le dictó y que la elaboración de los textos tenía más de un autor. También Scopometría de la Federal sostuvo algo parecido: los registros en los primeros cuadernos se escribieron día por día, los de 2013-2015, obedecieron a un plan, son trazos más bien de dictado, "de una denuncia no formalizada".

Sobre la base de todos los elementos y pericias, Martínez de Giorgi dispuso el procesamiento. Considera que la letra es de Centeno, las correcciones de Bacigaluppo y, por supuesto, parece evidente que el expolicía fue el que dictó los últimos cuadernos.

El futuro de los cuadernos

Tanto Loson como Ferreyra sostienen que aportaron dinero a las campañas electorales del peronismo desde el regreso de la democracia, pero que no pagaron ninguna coima y ni por asomo aportaron las cantidades mencionadas en los cuadernos. De todas maneras, Martínez de Giorgi no se metió en este tema, que queda para el Tribunal Oral número 7.

El juicio parece con pocas chances de realización en 2024, porque hay que hacer toda la prueba preliminar. Tal vez comience en 2025. La lógica indica que las audiencias tardarían dos años o más, si se compara este expediente con el de Vialidad, que tardó dos años y medio.

Un dato curioso es que el nuevo ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, fue abogado del empresario Sergio Taselli, quien aparecía entregando dinero en 2013, en una dirección, Wemicke 573, a la que se mudó recién en 2016. “Si lo siguen dejando preso, nombrará a quien tenga que nombrar (Cristina), mentirá, para quedar en libertad”, señaló Cúneo en algún momento.

Las maniobras de Stornelli-Bonadio impidieron que se realice una buena investigación sobre corrupción en obra pública, peajes y otros rubros. En el foco aparecen algunos exfuncionarios y, en especial, el fallecido secretario  de los Kirchner, Daniel Muñoz, el único que concurría al edificio de Juncal y Uruguay cuando Néstor y Cristina Kirchner vivían en Olivos. Muñoz es también el único al que le encontraron cuentas y bienes ocultos en el exterior.