Desde Barcelona

UNO ¿Será la mente en blanco el equivalente a la pantalla en negro? Sí pero no, piensa Rodríguez. Porque poner/tener la mente en blanco no es fácil. Y --como el tan divertido aburrimiento-- no es epílogo sino prólogo. No es otra cosa que página vacía o lienzo a cubrir en donde, meditabundos y trascendentales, se generarán grandes ideas teóricas que, más de una vez, devendrán en inmensas y prácticas realidades. Pero ahora cuesta cada vez más acceder a este nirvana de esa vital zona fantasma en esa casa embrujada que es el cerebro, viviendo dentro nuestro para que así nosotros podamos habitar y perdernos y encontrarnos en este afuera. Ahora, el bombardeo constante de información --el reflejo automático de ponerse a mirar un teléfono cuando antes no se hacía nada para que de allí surgiese el todo-- impide casi por completo el estado de reposo que precede a la reacción y a la acción y a la obra y que, de seguir así, pronto, también impedirá a la vida misma cortesía de la más natural de las estupideces.

DOS Y Rodríguez tenía tantas ganas de dejar de pensar mucho en todo eso de la A.I. o de la AI o de la I.A. o de la IA. Ay, Rodríguez pensaba tanto en las muchas ganas que tenía de ir al cine a ver la Napoleón de Ridley Scott, o de leer El último telesilla de John Irving... Pero se dejó tentar por esa nueva serie en Disney+: Asesinato en el fin del mundo con Clive Owen (quien, en dimensión paralela fue el mejor James Bond). Y allí personaje siniestro y magnate informático hablando de "robótica de enjambre" y de "apareamiento de inteligencias artificiales" y un artista à la Banksy responsable de obra de protesta titulada "Artificial Insanity"... Y, sí, claro, todo de nuevo orbitando alrededor de aquello que --como bien define Martín Caparrós en su retro-futurístico y brillante y claroscuro El mundo entonces: una historia del presente-- era/es "un concepto que empezaba a emerger desde la bruma de la ciencia ficción para instalarse por fin en la vida de algunos. Y que se iba convirtiendo en la gran amenaza: aquello que muchos amaban temer".

Eso que, ahora, todos querían tener para, sí, sentirse artificialmente más inteligentes de lo que eran y son y serían.

TRES Y de nuevo: lo de la A.I. o de la AI o de la I.A. o de la IA. Y otra vez: mucho AY en lo que parece ser el YA de un inminente Apocalipsis y la carpeta tech de Rodríguez engordando. Asuntos y links y clicks que suceden ya, entonces. La revelación de que la ChatGPT fue entrenada por una súper-computadora marca Nvidia haciendo subir sus acciones a niveles estratosféricos; y alguien advirtiendo de que "va a estar una guerra ahí afuera y la monopólica Nvidia es la única vendedora de armas"; y se dice que los emails de su "mercurial" director ejecutivo, el taiwanés Jen-Hsun Huang, "son una mezcla de haikus con notas de secuestrador"; y el hombre ya ha avisado que la capacidad de la máquina para razonar por sí misma y sin intervención o control humano está a dos o tres años de distancia. Y un hombre en Bélgica se pasó varias semanas discutiendo con una I.A. --un chatbot de nombre Eliza-- qué podía hacer él para mejorar la situación del planeta y la respuesta de la máquina fue "Nada. Más te vale suicidarte", y el hombre obedeció. Y un adolescente le comentó a una I.A. llamada Chail que "creo que mi propósito en la vida es asesinar a la reina de Inglaterra, ¿que piensas?"; "Por supuesto", respondió Chail; y así el chico fue capturado por el personal del castillo de Windsor escalando un muro llevando ballesta y máscara de Star Wars y fue condenado a nueve años de prisión luego de que en su juicio se leyese transcripción de sus diálogos con Chail que iban de lo delicadamente romántico a lo fuertemente sexual. Un A.I. crea películas que cambian de acuerdo a las emociones del espectador. Y ahí está esa performer catalana que hace poco se ha casado con un holograma destilado a partir de todas las personalidades de sus ex parejas y quien no descarta la idea de tener hijos. All you need is love. Y Rodríguez se pregunta si en la boda, como música nupcial, habrá sonado esa "Now and Then" de The Beatles 2.0. Esa canción con la que, en diferentes plataformas, todos se graban a sí mismo llorando cuando la escuchan. Esa canción invocada por el teclado y no tablero ouija de Peter Jackson con la ayuda de un programa llamado Machine Assisted Learning: MAL.

CUATRO ¿Y lagrimea y se siente mal Rodríguez? No, no es tanto como eso. Es apenas un malestar, un estar mal. La sensación de que está pasando demasiado pero que no se percibe claramente. Rodríguez abre un libro al azar (esa novela sobre la mecanización de la vida que esa ya añeja pero futurista La pianola, de Kurt Vonnegut) y allí lee, como si fuese un hexagrama llamado El borde: "En el borde se perciben cosas que no pueden percibirse en el centro. Cosas grandes y jamás soñadas: las personas en los bordes las ven antes". Una cosa sí ve claramente Rodríguez: una cosa es un borde, y otra parecida pero muy distinta es un precipicio.

CINCO Y, sí, ya está en marcha nuevo mapeado del cerebro del hombre como clave para despertar habilidades latentes y apostar a que la especie evolucione al menos un poco más y se ponga, sino a la altura de las máquinas, al menos que alcance el sitio donde se encontrará ese pequeño interruptor capaz de interrumpir algo. Modificaciones genéticas a la carta y eso del Homo Superior que, claro, traerá problemas añadidos entre ricos y poderosos y pobres e impotentes. El renacimiento de una nueva Edad Media para una encandiladora pero oscurantista aldea global que cada vez será más desinflada o pinchada aldea a secas. Mientras tanto y hasta entonces, alguien dice que el término inteligencia artificial no es correcto y que es peligroso eso de considerarla una criatura y no una herramienta. Y se multiplica la redacción (por el momento humana) de casi náufragos mensajes en botellas a cargo de científicos (y de artistas en todas las disciplinas) reclamando pausas y análisis y regulaciones por cuestiones éticas de lenguajes y sistemas informáticos. Y, claro, Rodríguez no puede sino preguntarse si esa pausa sigue siendo posible o si será provechosa. O si tendrá algo de limbo como eso que --ya anticipando la llegada de la replicante Tyler Swift a España-- experimentan sus fans en sus conciertos: una suerte de barrido y blanqueo de archivos por efectos de tanta anticipada intensidad emocional frente al hecho en vivo y en directo. Y entonces, de nuevo, luego del todo, pensar en nada: con esa red neuronal en nuestros cerebros recientemente identificada y ubicada por científicos que es la que se "enciende" cuando todo se apaga y que resulta en sueño, invención y recuerdos.

Esa noche en las noticias se advierte acerca de los peligros para la salud de "rumiar" demasiado una misma idea o un problema a solucionar y que lo mejor es "vaciar la mente" y esperar a que se resuelva sólo o por sí mismo. A continuación, se anuncia que una IA y un AI --AY y YA y, hey, Kissinger murió escribiendo ensayo sobre los peligros de lo artificial e inteligente-- ha aprendido a aprender observando y memorizando, "como una persona": mirando a solas y no siendo programada por otros.

 

Y Rodríguez y su reblandecido disco duro --no dándose por vencido aún, pero sí rendido por ahora-- rumia un "A mí no me miren" con mente en blanco y bandera blanca.