Javier Milei juró ante la Asamblea Legislativa en el Congreso de la Nación y asumió la presidencia. Tras prestar juramento, habló en las escalinatas del Parlamento y  anticipó un fuerte ajuste sin precisar medidas concretas. Seguí en vivo todas las alternativas de la jornada y las actividades previstas para esta tarde en la Casa Rosada.

El discurso completo de Javier Milei en el Congreso

Señores Ministros de la Corte. Señores Gobernadores, señores Diputados y Senadores nacionales. Presidentes y dignatarios extranjeros. Argentinos. Hoy comienza una nueva era en Argentina. Hoy damos por terminada una larga y triste historia de decadencia y declive, y comenzamos el camino de la reconstrucción de nuestro país.

Los argentinos de manera contundente han expresado una voluntad de cambio que ya no tiene retorno. No hay vuelta atrás. Hoy enterramos décadas de fracaso, peleas intestinas y disputas sin sentido. Peleas que lo único que han logrado es destruir nuestro querido país y dejarnos en la ruina.

Hoy comienza una nueva era en Argentina. Una era de paz y prosperidad. Una era de crecimiento y desarrollo. Una era de libertad y progreso. Hace 200 años, un grupo de ciudadanos argentinos reunidos en San Miguel de Tucumán, le dijeron al mundo que las Provincias Unidas del Río de la Plata no eran más una colonia española y que a partir de ese histórico momento seríamos una nación libre y soberana.

Durante décadas nos enfrentamos en disputas internas acerca de cuál debía ser la forma institucional que nuestro país necesitaba. En 1853, luego de 40 años de haber declarado la independencia, bajo el auspicio de un pequeño grupo de jóvenes idealistas que hoy conocemos como la generación del 37, decidimos como pueblo abrazar las ideas de la libertad. Así se sancionó una Constitución liberal con el objetivo de asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino.

Lo que vino después de la sanción de esa Constitución de fuerte raigambre liberal fue la expansión económica más impresionante de nuestra historia. De ser un país de bárbaros enfrascados en una guerra sin cuartel, pasamos a ser la primera potencia mundial. Para principios del siglo XX éramos el faro de luz de Occidente. Nuestras costas recibían con brazos abiertos a millones de inmigrantes que se escapaban de una Europa devastada en búsqueda de un horizonte de progreso.

Lamentablemente, nuestra dirigencia decidió abandonar el modelo que nos había hecho ricos y abrazaron las ideas empobrecedoras del colectivismo. Durante más de 100 años los políticos han insistido en defender un modelo que lo único que genera es pobreza, estancamiento y miseria. Un modelo que considera que los ciudadanos estamos para servir a la política y no que la política existe para servir a los ciudadanos. Un modelo que considera que la tarea de un político es dirigir la vida de los individuos en todos los ámbitos y esferas posibles. Un modelo que considera al Estado como un botín de guerra que hay que repartir entre los amigos.

Señores, ese modelo ha fracasado. Ha fracasado en todo el mundo, pero en especial ha fracasado en nuestro país. Así como la caída del Muro de Berlín marcó el final de una época trágica para el mundo, estas elecciones han marcado el punto de quiebre de nuestra historia.

En estos días, mucho se ha hablado de la herencia que vamos a recibir. Dejen que sea muy claro en esto. Ningún gobierno ha recibido una herencia peor que la que estamos recibiendo nosotros. El kirchnerismo, que en sus inicios se jactaba de tener superávit gemelos, esto es, superávit fiscal y externo, hoy nos deja déficit gemelos por 17% del PBI. A su vez, de esos 17 puntos del PBI, 15 corresponden al déficit consolidado entre el Tesoro y el Banco Central. Por lo tanto, no existe solución viable en la que se evite atacar al déficit fiscal.

Al mismo tiempo, de esos 15 puntos de déficit fiscal, cinco corresponden al Tesoro Nacional y diez al Banco Central, por lo que la solución implica, por un lado, un ajuste fiscal en el sector público nacional de cinco puntos del PBI que, a diferencia del pasado, caerá casi totalmente sobre el Estado y no sobre el sector privado. Por el otro, es necesario limpiar los pasivos remunerados del Banco Central, los cuales son responsables de los diez puntos de déficit del mismo. De esta manera se pondría fin a la emisión de dinero y con ello a la única causa de la inflación empíricamente cierta y válida en términos teóricos.

Sin embargo, dado que la política monetaria actúa con un rezago que oscila entre 18 a 24 meses, aun cuando hoy dejemos de emitir dinero, seguiremos pagando los costos del desmadre monetario del gobierno saliente. Haber emitido por 20 puntos del PBI como se hizo en el gobierno saliente, no es gratis, lo vamos a pagar en inflación.

A su vez, el cepo cambiario, otra herencia de este Gobierno, no solo constituye una pesadilla social y productiva porque implica altas tasas de interés, bajo nivel de actividad, escaso nivel de empleo formal y salarios reales miserables que impulsan el aumento de pobres e indigentes, sino que además el sobrante de dinero en la economía hoy es el doble que había en la previa del Rodrigazo. Para tener una idea de lo que eso implica, recordemos que el Rodrigazo multiplicó por seis veces la tasa de inflación. Por lo que un evento similar significaría multiplicar la tasa de inflación por 12 meses. Y dado que la misma viene viajando a un ritmo del 300%, podríamos pasar a una tasa anual del 3600. A su vez, tranquilos, que no termina acá, la herencia sigue.

A su vez, dada la situación de los pasivos remunerados del Banco Central, la cual es peor que la que había en la previa de la hiperinflación de Alfonsín, en muy poco tiempo se podría cuadruplicar la cantidad de dinero y con ello llevar a la inflación a niveles del 15.000 por ciento anual. Esta es la herencia que nos dejan: una inflación plantada del 15.000% anual, contra la cual vamos a luchar con uñas y dientes para erradicarla.

Es más. Este número, este número que parece un disparate, quiero que sepan que implica una inflación del 52% mensual, mientras que hoy mismo ya viaja a un ritmo de acuerdo a estimaciones privadas que oscilan entre el 20 y el 40% mensual para los meses entre diciembre y febrero.

Esto es, el gobierno saliente nos ha dejado plantada una hiperinflación, y es nuestra máxima prioridad hacer todos los esfuerzos posibles para evitar semejante catástrofe que llevaría a la pobreza por encima del 90% y la indigencia por encima del 50.

En consecuencia, no hay solución alternativa al ajuste.

Por otra parte, la herencia no termina ahí, ya que los desequilibrios en tarifas son solo equiparables al desastre que dejó el kirchnerismo en el año 2015. En el plano cambiario la brecha oscila entre el 150 y 200%, niveles también similares a los que teníamos en el Rodrigazo.

A su vez, la deuda con importadores supera los 30.000 millones de dólares y las utilidades retenidas a las empresas extranjeras alcanzan los 10 mil millones de dólares. La deuda del Banco Central e YPF suman 25.000 millones de dólares y la deuda del Tesoro pendiente suma unos 35.000 millones de dólares adicionales. Esto es, la bomba en términos de deuda, asciende a 100.000 millones de dólares que habrá que sumar a los cerca de 420.000 millones de dólares de deuda ya existente.

Naturalmente, a estos problemas hay que sumarle también los vencimientos de deuda de este año, donde los vencimientos de deudas en pesos son equivalentes a 90.000 millones de dólares y 25.000 millones de dólares en moneda extranjera con organismos multilaterales de crédito.

Sin embargo, con mercados financieros cerrados y el acuerdo con el FMI caído por los brutales incumplimientos del gobierno saliente, el rollover de deuda es por demás desafiante, aún para el mítico cíclope.

Como si todo esto fuera poco, esto transcurre en una economía que no crece desde el año 2011. Y en línea a lo anterior, el empleo formal en el sector privado se mantiene estancado en 6 millones de puestos de trabajo, llegando a la locura que el mismo es superado en un 33% por el empleo informal.

Por eso no debería sorprender a nadie que los salarios reales se hayan destruido, ubicado en torno a los 300 dólares mensuales, los cuales no solo son seis veces inferiores a los de la convertibilidad, sino que de haberse mantenido la tendencia de aquellos años, o como lo decían ellos, el maldito neoliberalismo, hoy oscilarían entre 3000 y 3.500 dólares por mes.

Nos han arruinado la vida, nos han hecho caer por diez veces nuestros salarios. Por lo tanto, tampoco nos debería sorprender que el populismo nos esté dejando 45% de pobres y 10% de indigentes.

Luego de dicho cuadro de situación, que a todas luces parece irremontable, debe quedar claro que no hay alternativa posible al ajuste. Tampoco hay lugar a la discusión entre shock y gradualismo. En primer lugar, porque desde el punto de vista empírico, todos los programas gradualistas terminaron mal. Mientras que todos los programas de shock, salvo el de 1959, fueron exitosos. En segundo lugar, porque desde el punto de vista teórico, si un país carece de reputación, como lamentablemente es el caso de Argentina, los empresarios no invertirán hasta que vean el ajuste fiscal, haciendo que el mismo sea recesivo. En tercer lugar, y no por ello menos importante, para hacer gradualismo es necesario que haya financiamiento. Y lamentablemente, tengo que decírselos de nuevo, no hay plata.

Por ende, la conclusión es que no hay alternativa al ajuste y no hay alternativa al shock. Naturalmente, eso impactará de modo negativo sobre el nivel de actividad, el empleo, los salarios reales, la cantidad de pobres e indigentes. Habrá estanflación, es cierto, pero no es algo muy distinto a lo que ha pasado en los últimos 12 años. Recordemos que en los últimos 12 años el PBI per cápita ha caído 15% en un contexto donde acumulamos 5.000% de inflación. Por lo tanto, hace más de una década que vivimos en estanflación. Por lo tanto, este es el último mal trago para comenzar la reconstrucción de Argentina.

A su vez, luego del reacomodamiento macro que vamos a impulsar, el cual será menos doloroso cuanto mayor sea la caída del riesgo país y cuanto mejor sea nuestra contención desde el Ministerio de Capital Humano, la situación comenzará a mejorar. Esto es, habrá luz al final del camino.

En el caso alternativo, la propuesta sensiblera progresista, cuya única fuente de financiamiento en la emisión de dinero derivará en una hiperinflación que llevará el país a la peor crisis de su historia, sumado a que nos meterá en un espiral decadente que nos equiparará con la oscuridad de la Venezuela de Chávez y Maduro.

Por lo tanto, luego de semejante cuadro de situación no pueden quedar dudas que la única opción posible es el ajuste, un ajuste ordenado y que caiga con toda su fuerza sobre el Estado y no sobre el sector privado.

Sabemos que será duro. Por eso, quiero también traerles una frase sobresaliente de uno de los mejores presidentes de la historia argentina que fue Julio Argentino Roca. 'Nada grande, nada estable y duradero se conquista en el mundo cuando se trata de la libertad de los hombres y del engrandecimiento de los pueblos, si no es a costa de supremos esfuerzos y dolorosos sacrificios'.

Pero nuestros desafíos no terminan solamente en el plano económico. El nivel de deterioro de nuestro país es tal que abarca todas las esferas de la vida en comunidad. En materia de seguridad, Argentina se ha convertido en un baño de sangre. Los delincuentes caminan libres mientras los argentinos de bien se encierran tras las rejas. El narcotráfico se apoderó lentamente de nuestras calles, a punto tal que una de las ciudades más importantes de nuestro país ha sido secuestrada por los narcos y la violencia. Nuestras fuerzas de seguridad han sido humilladas y maltratadas durante décadas. Han sido abandonados por una clase política que le ha dado la espalda a quienes nos cuidan. La anomia es tal que sólo el 3% de los delitos son condenados. Se acabó con el 'siga, siga' de los delincuentes.

En materia social, estamos recibiendo un país donde la mitad de la población es pobre. Con el tejido social completamente roto. Más de 20 millones de argentinos no pueden vivir una vida digna porque son presos de un sistema que lo único que genera es más pobreza. Como dice el gran Jesús Huerta de Soto, los planes contra la pobreza generan más pobreza. La única forma de salir de la pobreza es con más libertad.

Al mismo tiempo, 6 millones de chicos hoy a la noche se irán a dormir con hambre, que caminan descalzos por la calle y otros que cayeron en la droga. Lo mismo ocurre en materia educativa. Para que tengan idea del deterioro que vivimos, solo el 16% de nuestros chicos se reciben en tiempo y forma en la escuela. Solo el 16%. Solo 16 de cada 100. Es decir, que el 84% de nuestros chicos no termina la escuela en tiempo y forma. A su vez, el 70% de los chicos que sí terminan la escuela no pueden resolver un problema de matemática básica o comprender un texto. De hecho, en las últimas evaluaciones PISA, la Argentina se encuentra en el puesto 66 de 81 y séptima en América Latina, siendo que Argentina fue el primer país en terminar con el analfabetismo en el mundo.

Si se levantara Sarmiento y viera qué hicieron de la educación.

En materia de salud, el sistema se encuentra completamente colapsado. Los hospitales están destruidos. Los médicos cobran miseria y los argentinos no tienen acceso a salud básica. Tan es así que durante la pandemia, si los argentinos hubiéramos hecho las cosas como la media de los países del mundo, hubiéramos tenido 30.000 muertos.

Pero gracias al Estado te cuida y su ineficiencia, 130.000 argentinos perdieron la vida.

Ese es el Estado presente del que los políticos tanto hablan. Argumento que utilizan para justificar el aumento descomunal del gasto público que solo los beneficia a ellos.

En todas las esferas, miren donde miren, la situación de la Argentina es de emergencia. Si miramos la infraestructura de nuestro país, la situación es la misma. Solo el 16% de nuestras rutas se encuentran asfaltadas y solo el 11% se encuentra en buen estado. Por eso no es casualidad que mueran cerca de 15.000 argentinos por año en accidentes de tránsito.

Lo que quiero graficar con todo esto es que la situación de la Argentina es crítica y de emergencia. No tenemos alternativas y tampoco tenemos tiempo. No tenemos margen para discusiones estériles. Nuestro país exige acción y una acción inmediata. La clase política deja un país al borde de la crisis más profunda de nuestra historia. Cada uno de ellos tendrá que hacerse cargo de su propia responsabilidad. No es tarea mía señalarlos. No buscamos ni deseamos las duras decisiones que habrá que tomar en las próximas semanas. Pero lamentablemente no nos han dejado opción. Sin embargo, nuestro compromiso con los argentinos es inalterable. Vamos a tomar todas las decisiones necesarias para arreglar el problema que causaron 100 años de despilfarro de la clase política. Aún cuando al principio sea duro.

Sabemos que, de corto plazo, la situación empeorará, pero luego veremos los frutos de nuestro esfuerzo, habiendo creado las bases de un crecimiento sólido y sostenible en el tiempo.

También sabemos que no todo está perdido. Los desafíos que tenemos son enormes, pero también lo es nuestra capacidad para superarlos. No va a ser fácil. 100 años de fracaso no se deshacen en un día, pero un día empieza y hoy es ese día.

Hoy empezamos a desandar el camino de la decadencia y comenzamos a transitar el camino de la prosperidad. Tenemos todo para ser el país que siempre soñamos. Tenemos los recursos, tenemos la gente, tenemos la creatividad y mucho más importante, tenemos la resiliencia para salir adelante.

Hoy volvemos a abrazar las ideas de la libertad, esas ideas que se resumen en la definición de liberalismo de nuestro máximo prócer de las ideas de la libertad. El profesor Alberto Benegas Lynch hijo que dice: 'El liberalismo es el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión, en defensa del derecho a la vida, a la libertad y a la propiedad, cuyas instituciones fundamentales son la propiedad privada, los mercados libres de intervención estatal, la libre competencia, la división del trabajo y la cooperación social'.

En esa frase de 57 palabras está resumida la esencia del nuevo contrato social que eligieron los argentinos. Este nuevo contrato social nos propone un país distinto, un país en el que el Estado no dirija nuestras vidas, sino que vele por nuestros derechos. Un país en el que el que las hace las paga. Un país en el que quien corta la calle violando los derechos de sus conciudadanos, no recibe la asistencia de la sociedad. Puesto en otros términos, el que corta no cobra.

Un país que dentro de la ley permite todo, pero fuera de la ley no permite nada. Un país que contiene a quienes lo necesitan, pero no se deja extorsionar por aquellos que utilizan a quienes menos tienen para enriquecerse a ellos mismos.

En cuanto a la clase política argentina, quiero decirles que no venimos a perseguir a nadie. No venimos a saldar viejas vendettas ni a discutir espacio de poder. Nuestro proyecto no es un proyecto de poder. Nuestro proyecto es un proyecto de país.

No pedimos acompañamiento ciego, pero no vamos a tolerar que la hipocresía, la deshonestidad o la ambición de poder interfieran con el cambio que los argentinos elegimos. A todos aquellos dirigentes políticos, sindicales y empresariales que quieran sumarse a la Nueva Argentina los recibimos con los brazos abiertos.

Así, no importa de dónde vengan, no importa que hayan hecho antes, lo único que importa es hacia dónde quieren ir. Aquellos que quieren utilizar la violencia o la extorsión para obstaculizar el cambio. Les decimos que se van a encontrar con un presidente de convicciones inamovibles que utilizará todos los resortes del Estado para avanzar en los cambios que nuestro país necesita. No vamos a claudicar, no vamos a retroceder, no nos vamos a rendir. Vamos a avanzar con los cambios que el país necesita, porque estamos seguros que abrazar las ideas de la libertad es la única manera en la que podremos salir del pozo en el que nos han metido.

Por lo tanto, y para ir terminando, que quede claro: hoy comienza una nueva era en Argentina. El desafío que tenemos por delante es titánico, pero la verdadera fortaleza de un pueblo se mide en cómo enfrenta los desafíos cuando se presentan.

Y cada vez que creemos que nuestra capacidad para superar esos desafíos ha sido alcanzada. Miramos al cielo y recordamos que esa capacidad bien podría ser ilimitada. El desafío es enorme, pero lo afrontaremos con convicción. Trabajaremos sin descanso y llegaremos a destino.

No es casualidad que esta inauguración presidencial ocurra durante la fiesta de Janucá. La Fiesta de la Luz, ya que la misma celebra la verdadera esencia de la libertad. La guerra de los Macabeos es el símbolo del triunfo de los débiles por sobre los poderosos, de los pocos por sobre los muchos, de la luz, por sobre la oscuridad y sobre todas las cosas, de la verdad, por sobre la mentira. Porque ustedes saben que prefiero decirles una verdad incómoda antes que una mentira confortable.

Estoy convencido de que vamos a salir adelante. Recuerdo cuando hace dos años, junto a la doctora Villarruel, hoy Vicepresidente de la Nación, ingresamos a esta casa como diputados. Recuerdo que en una entrevista me habían dicho pero si ustedes son dos en 257, no van a poder hacer nada. Y también recuerdo que ese día la respuesta fue una cita del libro de Macabeos 3:19, que dice que la victoria en la batalla no depende de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas que viene del cielo. Por lo tanto, Dios bendiga a los argentinos y que las fuerzas del cielo nos acompañen en este desafío. Muchas gracias. Será difícil, pero lo vamos a lograr.

Viva la libertad, carajo! Viva la libertad, carajo!

A ponerse de pie, que vamos a salir.