El campamento se llenó de gritos, humo y bomberos. Llovía y caían copos de nieve. No sé qué fue primero, los gritos de las mujeres, el incendio, incendio, o el miedo. En los noticieros de la radio dijeron que la baja de temperatura en la región no era normal. Que esta tempestad fría a inicios del verano en Santiago era muy rara, que existía el riesgo de que nevara y si así fuera sería memorable, porque podríamos celebrar aquí en Santiago, una navidad como en Estados Unidos. 

A esa edad una pone atención a todo lo que se escucha para entender el mundo. Eso es lo que yo me imagino, si una escucha algo, eso, unido a otra cosa, me puede hacer entender lo más grande o la razón por la que suceden las cosas en el mundo. Por ejemplo, en la radio hablaban de Brenda Lee, que tenía una voz muy linda y cantaba Sou Sorry, una canción muy triste, como si contara en inglés la amarga historia del incendio que se comía el campamento. Dicen que las llamas del incendio llegan a tocar la nieve. Cuando hablaban del campamento donde vivíamos, decían cosas como que son tomas ilegales de terrenos, que las casas eran de gente pobre, mujeres con hijos guachos, que se paraban murallas y paredes de un rato para otro. Que los techos eran frágiles, que se volaban con el viento que traía el diablo. En invierno con la lluvia se goteaba todo el interior de las casas. Que las tomas de terreno eran hechas por mujeres solas desesperadas por sus hijos hambrientos y desnutridos. 

Escuchaba decir también sobre el peligro de los incendios, que si se quema una casa, se quema todo el campamento y hay que dejar todo botado y salir corriendo. Que hay que agarrar las guaguas, olvidarse de los muebles y empezar de nuevo. Que a cada rato hacía más frío en Santiago. Decían que las mujeres del campamento eran solas aunque encontraran pareja. Que sus parejas eran borrachos y delincuentes. Escuché que decían que el incendio fue culpa de un bracero, que por resguardarse del frío, alguien se descuidó, que el fogón se malogró y empezó a quemar los muebles y así las paredes y el rancho entero. Que lentamente empezó a nevar y el paisaje quiso teñirse por completo de blanco, como un sueño, que la navidad para algunos niños era un día feliz, que recibían visitas, regalos y canciones. 

Dijeron que había una mujer, que seguramente se había quedado dormida. Mi mamá riendo gritaba "está nevando, está nevando" y los seis hijos salimos al patio para tocarla y abrazarla a ella y a la nieve. Mi mamá trabajaba de noche y de día. Dicen que las llamas al tocar la nieve estallan y forman colores bonitos en el cielo. Dijeron que antes del incendio una mujer gritaba. La sorpresa de la nieve era tan incomprensible, en verano, en Santiago, tan frágil y suave, imposible de tocar porque la deshacía mi propio calor. Escuché que murmuraban que la mujer estaba con alguien y que la golpeaban. Luego los gritos de que los bomberos llegaron, los bomberos. Unos les gritaban a otros ayuden a los bomberos, ayuden, ayuden con las mangueras, tiren las mangueras. Otros decían ya es navidad, feliz navidad, llegó la navidad. 

Escuché cuando murmuraban en secreto que la mujer estaba muerta antes de que comenzara el incendio. Dicen que las llamas al tocar la nieve estallan y forman pequeños rayos fosforescentes. Los bomberos tardaron horas en asegurar que las llamas no llegarían hasta nuestro sitio. Que el incendio había sido controlado. Un bombero se acercó y dijo feliz navidad, me dio una bolsa de leche con sabor a frutilla y esa madrugada conocí por primera vez un sabor que nunca me habría imaginado que podría existir.