El sábado a la noche, David Guetta volvió a inaugurar la temporada de shows internacionales en Buenos Aires. Fue algo así como un acto de cábala: al igual que en 2023, el productor y DJ se presentó en la capital argentina el mismo día, en el mismo lugar, tuvo el mismo telonero y básicamente hizo el mismo set. Seguramente será por su instinto escorpiano, aunque éste no siempre le jugó a favor:Madonna rechazó juntar fuerzas para una colaboración tras enterarse de su signo zodiacal. Por más que parezca un mito urbano, la anécdota la reveló él mismo en una nota en 2020. Sin embargo, el francés llegó a remixar su single “Alone” para el disco compilado Celebration. Si bien ese tema no fue de la partida en esta ocasión, hubo un montón de otros éxitos que no faltaron, y que lo ubican entre los grandes hacedores de hits que tienen la música electrónica y pop desde hace 20 años.

Lo que sí cambió en este desembarco fue la puesta en escena. De hecho, la gira que trajo al DJ y productor nuevamente al Movistar Arena, donde además decidió ponerle cierre a esta serie de actuaciones, se titula “Monolith”. Se trató de un espectáculo visual tan cinematográfico como imponente que tuvo en calidad de eje, en esos cientos de metros de pantallas de led, a un monolito marciano con dirección hacia la Tierra. En medio de su amerizaje hacia el planeta, el bloque de roca de gran tamaño atravesó tal cual Enterprise a un sinnúmero de estrellas, estados gaseosos, radiaciones policromáticas y formaciones etéreas similares a las hebras textiles o a las arterias. Toda una vuelta por el universo.

Algo parecido había hecho Richie Hawtin, tótem de la música techno, mediante su alias Plastikman, en 2014. Pero si “Objeckt”, nombre del espectáculo del DJ canadiense, tuvo una intención conceptual, situando la pantalla de video rectangular entre la audiencia para recrear una experiencia tribal, la propuesta de Guetta apuntó a lo estético. La estrenó en agosto último en el festival inglés Creamfields, y desde entonces subió la vara en el toma y daca entre música dance y tecnología. De esa dialéctica es de donde justamente provienen los riesgos y avances que la cultura pop tomó prestados al momento de convertir un simple recital en un espectáculo capaz de transgredir los límites de la imaginación. Lo que es toda una paradoja, si se toma en consideración que hasta hace unos pocos años la electrónica era una escena (o más bien un conglomerado de escenas) banalizado e incluso satanizado. Hasta que aparecieron The Chemical Brothers, Fatboy Slim, The Orb, Underworld y Aphex Twin.

Este puñado de figuras británicas noventosas, entre muchos otros próceres del baile frenético y catártico, allanaron el camino para que el parisino pudiera convertir a ese sonido en una cultura apta para todo público. Y para muestra de esto, mientras una pareja que inauguraba la tercera edad intentaba mimetizarse con la experiencia, ahí mismo en el campo del predio un púber les pedía a sus padres juntarse frente a la cámara para inmortalizar a través de esa selfie posiblemente el primer festejo electrónico de los tres. Antes de la consumación del retrato, el local Javier Zuker se había encargado de dejarle la pista encendida a su colega europeo. Previo al remate de su set, cerca de 14 mil personas ya habían pasado por los molinetes del estadio de Villa Crespo. Una vez adentro, promediando las 21:45, por los pasillos avisaban: “Ahí sale, ya sale”.

Guetta puso rumbo hacia el escenario luego de que el dichoso monolito, de tez oscura y con cicatrices en su estrucura, irrumpiera en una estructura visual triangular que se ubicaba delante de las pantallas del recinto y detrás de la cabina. En medio de la ovación, el DJ de 56 años disparó el himno que firmó al lado de la cantante Bebe Rexha: “I’m Good (Blue)”, al que le secundó “Play Hard”. Eso dio pie para sendos tracks a un paso de la rave: “Never Be Alone” y “Kill Me Slow”. A continuación vino la primera alocución de la noche: “Buenos Aires es un lugar especial para mí. Desde la primera vez que vine para acá, hace 20 años, celebro la música. La siento”, dijo Guetta, para después arengar: “Quiero escucharlos”. Durante el bullicio, levantó las manos y emuló que tocaba un teclado medio épico. Era el inicio de su cover, en clave de EDM, de “The Final Countdown”, clásico de del grupo de rock Europe.

Ni bien terminó de sonar, mechó esa relectura del hit de los '80 con su remix de uno de los himnos de la música dance de la década pasada, el gospel housero “Love Tonight”, de la dupla oceánica Shouse. Ahí volvió a 2023, de la mano de “The Freaks”. Tomó impulso de ese techno oscuro para pasar al luminoso pop “Titanium”, al que invitó a dialogar con “Wake Me Up”, legado de su desaparecido amigo y colega Avicii. Si hacía un rato había invocado a Europe, luego hizo lo mismo con Supertramp y otro clásico de hace cuatro décadas atrás: “Logical Song”. Funcionó a manera de introducción de “When We Were Young”, reciente single que el DJ estrella publicó en complicidad con la cantante y compositora alemana Kim Petras (el año pasado se convirtió en la primera artista trans en ganar un premio Grammy), y que el 5 de enero vio la luz el remix que le hicieron Steve Aoki y KAAZE.

Además del tema publicado en noviembre pasado, David Guetta puso a circular en abril el corte promocional “Baby Don’t Hurt Me”, que no es otra cosa que una reversión del hit de Haddaway y que no faltó en este reencuentro. Eso evidencia, de paso, su trajín en los últimos meses. Pero antes de llegar a ese tramo de su actuación, el artista ya había expuesto la dinámica de la performance. Si bien el formato de su presentación era próximo al DJ set, alternando temas de otros, remixes suyos y canciones de su autoría, también se parecía al live set, por recurrir en buena medida a su cuantiosa producción. Sin embargo, no era una cosa ni la otra, sino más bien el show de una estrella pop orientada a la pista de baile. En eso decantó el galo, quien se subía a la mesa para agitar al público, hacía el corazoncito con la mano o agarraba el micrófono para saber cómo la estaban pasando.

A lo largo de sus dos horas en escena, y a medida que en las pantallas deambulaban asteroides, sombras rojizas y cascadas de nitrógeno, alternaron tracks del calibre de “When Love Takes Over” con “Satisfaction" (de Benny Benassi). O “Sexy Bitch” con “How Deep is Your Love”, temazo de Calvin Harris. Para el cierre, “Memories” dio lugar a su remix de “Save the World”, de Swedish Hose Mafia; y su relectura de “I Gotta Feeling”, de Black Eyes Peas, se fusionó con “Without You”. En el remate, y en perfecto español, el productor y DJ volvió a recordar su debut porteño hace 20 años, y advirtió que lo que no cambió en este tiempo es en que “el público de acá sigue estando loco y tiene una energía única en el mundo”. Se despidió con su remix de “Lose Myself” (de One Repúblic y Alesso), y apeló una vez más por “I’m Good (Blue)”, como para que los Reyes Magos siguieran de fiesta.