Con nuevo libro bajo el brazo -Una historia del amor (Planeta)- y las temáticas que le son inherentes -Beatles, Borges, Conurbano y Terapia Peronística-, Pedro Saborido vuelve a Rosario para presentarse el miércoles 8 de mayo, a las 20, en el Centro Cultural Güemes (Güemes 2808). Su vínculo con la ciudad ya constituye un idilio, del que forman parte sus columnas en Radioactividad, el programa que Pablo Feldman, director de Rosario/12, conduce en las mañanas de Radio UNR. “Mis visitas a Rosario vienen de cuando llevaba a mi hija, cuando era chica, a cumplir años porque le gustaba determinado hotel; es una ciudad donde tengo amigos, me gusta, la conozco y me guío. No sé la cantidad de veces que fui, ya perdí la cuenta; y uno vuelve a los lugares donde te tratan bien”, comenta Pedro Saborido a Rosario/12.

-Tu vínculo con la literatura continúa pero es bastante reciente, ¿qué te aporta, qué desafíos te propone?

-Yo vengo de una escuela, si querés, de la televisión y de la radio, donde siempre aparece la voz y donde he contado con actores. Pero acá, de pronto, estás desguarnecido. Todo lo que puedas hacer lo va a completar el tipo que te lee. No me considero un escritor, sino que hago guiones para que la gente se haga el sketch en la cabeza. Suena raro, pero es verdad. La idea de ser escritor tiene que ver con una relación con la literatura y con los libros que yo no tengo; sí, leo, pero no soy un tipo que viva leyendo o esté metido en la literatura; sigo siendo un guionista.

-Hubo y hay escritores que incluyen las convenciones del guion en su literatura; pero más allá de esto, lograr que quien te lea quiera completar el sketch, no debe ser fácil.

-Que se hayan visto muchas de las cosas que hice con Diego (Capusotto) en televisión, en donde se escucha mi voz, permite como una continuidad. Por eso, con los libros hago lo mismo que con la radio o con la televisión: contar cosas, no más que eso. Con otros elementos, con otras libertades, porque no tengo los límites de producción que puedo tener en televisión o en la radio. Pero lo tenés que armar todo en la cabeza del tipo; y sí, no es fácil. Entonces, cuando alguien me dice que se quedó pensando un poquito en alguna parte o en una cosa, o que se rió en voz alta, pienso que ahí estuvo el momento donde el asunto funcionó: cuando quien lee se olvida de que estaba leyendo, de dónde estaba, y se rió en voz alta.

-¿Y por qué el amor?

-¿Sabés que no sé? Mando intuitivamente algo y una vez que veo que puedo escribir sobre eso y que empieza a aparecer algo, lo continúo. Después me doy cuenta de que, tal vez, era por una necesidad de querer probar con algo que no fuera la política o las cuestiones ideológicas. Pero el amor también implica una pertenencia. Todo lo implica, lo quieras o no: una historia del fútbol, del conurbano, del peronismo, de la vida del capitalismo; quizás se trate de una pertenencia que uno no ha elegido o de la que reniega un poco, o tal vez sea la más oscura. En el amor, en el peronismo, en la vida del capitalismo, en el fútbol, siempre pasa lo mismo: estás en algo en lo que creés y te puede fallar, pero es un lugar de refugio. El caso del amor es algo como inaudito, es un tema que en Peter Capusotto y sus videos no lo vendimos mucho; está dando vueltas, a veces aparece, pero no es una temática muy visitada. Ahí tal vez también me apareció algo. Por otra parte, cuando veo que hay tres o cuatro cuentos y que hay un tema, ya me comprometo escribirlo y arreglo con la editorial, para que pongamos una fecha, sino no sé si lo termino. Ahí empieza la carrera (risas). En ese sentido también soy hijo de la televisión, de trabajar con tiempos muy claros, para no terminarlo cuando se me ocurra.

-Recuerdo escuchar hablar a María Moreno en defensa de la procrastinación.

-Me identifico. Entiendo que hasta último momento lo postergás, porque hasta último momento querés ver cuánto lo podés mejorar. Igualmente, no conozco mucha gente que termine las cosas diez días antes. Salvo que sea algo que se ha hecho en serie: termino un mueble diez días antes de entregarlo, porque todos los muebles que hice son iguales. Pero cuando se trata de un examen, no sé quién termina de estudiar diez días antes. Es raro. ¿Cuántas veces terminaste una nota cinco días antes de que te la pidieran?

-Nunca; es inevitable, siempre aparece alguna excusa.

-Es inevitable y quizás útil, porque aprovechás hasta el último minuto. Con este libro, paso por el amor a las mascotas, la herencia como forma de amor, el amor a la Scaloneta, al fútbol, al peronismo, y obviamente el amor de pareja. Después te das cuenta de la cantidad de temas que no podés llegar a tocar; quizás sea el libro más incompleto sobre el tema, porque es un territorio inmenso. Siempre te va a faltar algo. Y aparece esta cosa, que es como una máquina, que dice: “Bueno, hay que entregar el libro”. Y vos lo terminas. Fellini decía que no creía en la libertad absoluta del artista -si bien yo no me considero un artista-, porque si él fuera libre, nunca hubiera terminado una película. Uno es un niño que está jugando todo el tiempo, hasta que el adulto te dice: “Vamos a tener que terminar este juego”. Y el momento de jugar se termina.

-Suelo escuchar o leer a guionistas acerca de sus procesos de trabajo: tomar notas, ser curiosos; ¿cómo es en tu caso?

-Hay algo de eso, también anoto cosas que me inquietan. El peor momento es cuando te jugás a algo que no tenés claro y te mandás, y a la hora te das cuenta de que no tenés nada y es un fracaso. A veces, aparece una idea y la escribís en una hora. Otras, vas generando y armando a pedazos. La única fórmula es ver cómo llego al objetivo, que es tener una historia. Hay veces en las que puedo ser muy racional y demorar mucho, y otras es al revés y fluye como música. Para mí siempre es lo mismo, sea rápido o no. El proceso no cambia. Y ninguna de las maneras quiere decir que sea mejor o peor, porque después aparece la mirada desde afuera. Vos armás una especie de mesa dulce o de picada, donde cada uno pueda elegir lo que más le guste. A veces me pongo a escribir sin saber lo que voy a escribir; es decir, pienso escribiendo. Otras, son cosas que se me ocurren caminando por la calle. O son cálculos que saco, como pensar en las posibilidades de lo que puede ocurrir en la pareja y el divorcio. Analizás y jugás. Mientras que otras veces, me pongo a escribir simplemente por el ejercicio de escribir.

-Digo una frase hecha, pero la imaginación es un músculo a ejercitar.

-No hay que tenerle miedo a las frases hechas o a las obviedades, es más, a veces cometemos errores por no ser obvios o cursis. Son frases hechas porque son ciertas. El tipo que más historias se pone a pensar, es el que va a sacar mejores historias, porque va a tener el oficio o ejercicio de hacerlo más seguido; así como andar en bicicleta, tener sexo, nadar, o hacer chocotortas.

La presencia de Pedro Saborido en Centro Cultural Güemes tendrá que ver con Una historia del amor, pero no solamente: “Hablo de muchas cosas de los libros, pero siempre por afuera, como si fuera la segunda parte del libro, pero en vivo. En este caso, hablo de peronismo, del conurbano, y sobre todo de la identidad. Sería una especie de sociología de pizzería, en la cual van surgiendo historias y chistes y pequeñas reflexiones”.