En el día del paro nacional debía ir hasta Avellaneda para atenderme en una clínica de mi obra social: había menos tránsito y peatones que en un día feriado. Por una extraña coincidencia el 9 de mayo se cumplían 79 años desde la capitulación del nazismo y 81 desde que los jóvenes luchadores de la Organización Judía de Combate, encabezados por Mordejái Anilevich, fueran masacrados en su último refugio de la calle Mila, en el gueto de Varsovia, por las tropas SS dirigidas por el general Jürgen Stroop.

Para la derecha neocolonialista argentina, sin embargo, ninguno de esos hechos pareciera haber ocurrido. El gobierno salió a decir que el paro carecía de la contundencia anunciada. En la víspera, durante la conmemoración de la Shoá y el Heroísmo, el presidente omitió toda referencia a los jóvenes judíos polacos y centró su discurso, una vez más, en edulcorar el genocidio que está perpetrando el gobierno de Benjamín Netanyahu en la Franja de Gaza.

Tampoco los prominentes oficialistas Hernán Lombardi, Cristian Ritondo, Silvana Giudici y María Eugenia Vidal -entre otros- se ocuparon de denunciar la instigación y encubrimiento de delito cuando el presidente se permitió llamar “héroes” a los fugadores seriales de divisas. Antes bien, radicaron una denuncia penal contra el secretario general de la Asociación del Personal Aeronáutico y adjunto de la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina, Edgardo Llano, por supuestas amenazas e instigación a cometer delitos, justo antes del paro nacional y, sin dudas, como cortina de humo para tapar la entrega de Aerolíneas Argentinas al capital extranjero.

De yapa, la misma jueza que hace tres años declaró en rebeldía, pidió la captura internacional y la extradición del extorsionador Fabián “Pepín” Rodríguez Simón, operador judicial y reputado lobista del macrismo rajado al Uruguay, ahora le concede al imputado la exención de prisión y la facilidad de regresar al país sin problemas. Entretanto, Milagro Salas sigue presa.

Esta brigada de demolición, aupada en el beneplácito de los diputados llamados “dialoguistas” y con el DNU 70 en plena vigencia, aspira a que la Cámara de Senadores le apruebe su ley de Bases para encaminarse, sin tropiezos, a la estructuración de un Estado neocolonial sin precedentes en la historia argentina. No es cierto que esta derecha sea “anarcocapitalista”, es capitalista a secas. Lejos de renunciar a que el Estado articule y modele en la sociedad su hegemonía de clase, procura edificar sobre las ruinas del antiguo Estado benefactor y la defección política de sus defensores profesionales, un modelo estatal amigable con el gran capital autóctono y transnacional. De hecho, nada más alejado del ideario anarquista que tanto supo defender a la Comuna de París como a la República española.

Para esta derecha, anfitriona y chupamedias de la generala yanki Laura Richardson, admiradora de criminales de guerra como Margaret Thatcher y Netanyahu, amiga de Donald Trump, Santiago Abascal, Giorgia Meloni, Marine Le Pen, Viktor Orbán, Jair Bolsonaro, Nayib Bukele y otros por el estilo, no es problemático abjurar de la dignidad nacional. Al contrario; el horizonte neocolonial es su zona de confort mientras se le permita realizar, sin trabas ni cuestionamientos, la maximización capitalista de sus ganancias. Pero el segundo paro nacional en cinco meses de gobierno, ha sido un parazo.

Estoy seguro de que Milei y su gente tomaron debida nota de esta formidable respuesta de la clase trabajadora y de sus organizaciones sindicales y sociales. Por más canchereada que intentara esbozar, como de costumbre, el vocero presidencial, el paro ha sido contundente. Aquí nadie se arredró, ni ante las amenazas y aprietes patronales ni, mucho menos, ante el despliegue represivo de la ministra de Seguridad que hizo el ridículo subiendo a un colectivo sin carga en la tarjeta SUBE.

Había que ver a las y los trabajadores de Télam, nucleados en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires, concentrados a las puertas de la agencia de noticias y exigiendo la reapertura de la fuente de trabajo y la reincorporación de los despedidos. Había que ver a las Madres, en su habitual ronda de los jueves, agradeciendo a los asistentes por haberse llegado hasta la Plaza cuando era del todo evidente que el transporte casi no funcionaba. Son apenas dos ejemplos del compromiso y la abnegación con los que millares y millares de trabajadores de todo el país sumaron sus fuerzas para demostrarle a Milei que ya no se bancan nada.

Y también estoy seguro de que las y los senadores de la Nación no pudieron ensayar distracción alguna porque, de un modo inequívoco, el paro también fue para exigirles que rechacen la ley neocolonial de Javier Milei, así como a las y los diputados les demandan que acaben con el DNU 70.

Mucho más rápido de lo que se pudiera imaginar, la reacción obrera y popular ha marcado el camino de la resistencia masiva y unitaria, jalonada, como es público y notorio, por la serie de movilizaciones cada vez más multitudinarias. La conciencia creciente de que este gobierno vino para llevarse puesta la Patria y la determinación colectiva de defenderla ante tamaña agresión, reactualizan la histórica y premonitoria sentencia de Evita: “La Patria dejará de ser colonia o la bandera flameará sobre sus ruinas”.

Milei podrá permitirse ignorar el heroísmo de los combatientes judíos de la calle Mila, pero ya no podrá subestimar la resistencia nacional refugiándose en las redes antisociales ni hablando con su perro muerto. La vea o no la vea la resistencia vino para quedarse y este ejemplo, como el imperecedero de los héroes polacos, se agigantará en todo el país.