Viernes 3 de noviembre de 1978. El estadio de la Ciudadela de Tucumán tiene las luces prendidas. Y mientras en las tribunas no cabe ni un alfiler, en el campo de juego ya pasaron una exhibición de gimnasia y un festival de boxeo. También un presentador gritó un número y entre las veinte mil personas que rebalsan en las gradas, un afortunado se da cuenta de que sí, de que esa cifra que se había anunciado era la que él tenía en su rifa y era el ganador un auto cero kilómetro.

Ese era el escenario que, minutos después, iba a ser testigo de no solo uno, sino dos eventos históricos para el fútbol: el día que, por primera vez, Franz Beckenbauer coincidió en una cancha con Diego Maradona; y, sobre todo, el primer momento en el que el Kaiser se dio cuenta que no había -ni habrá- otro jugador como ese enganche morocho, bajito y de rulos. 

Una visita "cósmica"

Era la segunda vez que Beckenbauer hacía migraciones en Ezeiza. Doce años atrás había llegado a Buenos Aires para la inauguración de las nuevas luces del Cilindro de Avellaneda en un amistoso entre el Bayern Múnich y Racing Club. Pero el Kaiser ya no bajaba del avión vestido de rojo y blanco y su vuelo tampoco era transatlántico sino que había partido desde Estados Unidos. La ropa verde y blanca con la que cruzó el Aeropuerto marcaba la pauta de que el campeón del mundo era parte del rejunte de estrellas que englobaba al New York Cosmos, un equipo pensado para relanzar la inicipiente Liga norteamericana.

Es que en los 70´ Estados Unidos pensó al soccer -para ellos, el football es un deporte para jugar con la mano- como la posibilidad de seguir expandiendo su marketing, comida chatarra y shows de medio tiempo. Un tal Pelé fue la cara visible de ese experimento y el defensor alemán completó la marquesina. También formaron parte del elenco el potente delantero italiano Giorgio Chinaglia y un socio del astro brasileño: Carlos Alberto.

Que el Cosmos haya elegido Argentina para una gira de amistosos tampoco fue casualidad. Es que en el afán de publicidad, era muy tentador para el equipo norteamericano venderse como rival de los equipos que alimentaron al reciente campeón del mundo. Del plantel del 78', apenas Mario Alberto Kempes jugaba en el extranjero, todos los demás pasaban sus domingos compitiendo entre el Nacional y el Metropolitano. Y también estaba el antecedente reciente de Boca Juniors, que en septiembre de ese 1978 viajó a la Gran Manzana para un amistoso en el que ni siquiera se borraron las líneas del "emparrillado" de los Giants.

En total fueron cuatro partidos -en distintas provincias- los que disputó Cosmos en su gira por el país. El primero era en Tucumán y fue el causó mayor expectativa porque enfrente jugaría contra la Sub 20 de Argentina, que se preparaba para el Mundial Juvenil que ganaría un año después en Tokio.

Así que Beckenbauer y su compañeros (sin Pelé) viajaron al suelo en el que era amo y señor el genocida Antonio Bussi. "Me agrada y satisface retornar a la Argentina", fue la escueta declaración del Kaiser a los cronistas locales que lo abordaron en la pista de aterrizaje "Benjamín Matienzo". 

La Selección cayó un día después. Y si bien la espuma de gloria aún persistía, las internas estaban a la orden del día. Los periódicos hacían mella en la "desilusión" de Maradona de haberse quedado afuera del Mundial de mayores, pero Pelusa minimizaba esa versión. "Es mejor no insistir sobre el tema. Mis compañeros y yo estamos cómodos con Menotti", decía el enganche.

También el Flaco trataba de resolver sus inconvenientes con la Asociación del Fútbol Argentino. Y decía que su presencia se debía solo para ver el campo de juego del estadio de San Martín.  “Tengo contrato hasta el 31 de diciembre y lo cumpliré. Después vamos a ver qué pasa”, confesaba quien, unos meses antes, había conducido a Argentina hacia su primera estrella.

La magia del 10

El viernes llegó el partido tan esperado. Las estrellas versus las promesas. Beckenbauer contra Maradona. La solidez alemana frente a la creatividad argentina. 

"El estado estaba a reventar", rememora José Luis Lanao, integrante del plantel campeón juvenil y ahora columnista de Página/12. Una lluvia de papelitos anticipó la salida de los equipos y un abrazo entre el zaguero alemán y el joven de Fiorito selló los segundos previos al partido histórico.

Y, como tantas otras veces, Maradona no defraudó. Sin que hayan pasado 300 segundos del inicio del juego, un foul de Carlos Alberto dejó un tiro libre que Diego no dudó en cambiarlo por golazo. Tres minutos más tarde, el Diez hizo otra de las suyas, cuando dejó un par de defensas de lado, desbordó y tiró un centro pasado que Rolando Barrera transformó en dos a cero. Según las crónicas locales, el segundo tiempo pareció estar demás, pero quedó para el archivo el descuento del Cosmos, en los pies de Chinaglia. Un dos a uno que podría haber sido, en realidad, goleada para el conjunto argentino. "Los pasamos por encima. Fue un dominio absoluto y se ganó con autoridad", rememora Lanao sobre este partido que ingresó en el segundo tiempo.

La crónica de Juan José Panno (periodista de este diario) para El Gráfico completa el recuerdo, con especial eje en la magia de ese chiquito zurdo de Villa Fiorito. "Los pibes tienen pasta, talento, capacidad individual o llámese como sea. Todo eso está a la vista. Maradona hizo un gol de tiro libre, colocó el pase exacto a la cabeza de Barrera en en el segundo después de sacarse de encima a Davis. Le pisó 100 veces y ninguna de más, cambió por la larga cuando fue necesario, metió tres o cuatro caños y un tiro en el caño. ¿Qué más? (…) Lo que produjeron en los primeros 20 minutos del partido fue inolvidable. Destrozaron las marcas, se juntaron en toda la cancha, funcionaron como un reloj, desataron una tormenta de fútbol, lograron dos goles y llegaron tres veces ahí nomás".

"No es un futbolista, es un artista"

Tras el baile recibido en Tucumán, la gira del Cosmos se completó con partidos contra Belgrano de Córdoba (con recital de Gloria Gaynor incluido), Independiente de Rivadavia y el último, ante Boca, en Mar del Plata, con resultados dispares. Beckenbauer volvería al país dos años después para una segunda -y última- gira del equipo neoyorkino en suelo argentino, que incluyó un partido con el Argentinos Juniors de Maradona.

El resto de la historia es un poco más conocida. Las vueltas del destino hicieron que el Diez y el Kaiser (ya como DT) se vean la cara en dos partidos que marcaron a fuego la historia de los Mundiales: Argentina-Alemania en la final de México 86'. Y las mismas selecciones, cuatro años después -y en la misma instancia- pero esta vez en Italia 90.

Tampoco faltaron los dardos y chicanas una vez que Diego dejó de jugar y ambos cracks eran sometidos al lleve y trae de algunos que solo pensaban en un título para los portales.

Pero el tiempo todo lo cura. Y las diferencias se zanjaron. El día de la muerte de Maradona, Beckenbauer recordó la noche en el barrio La Ciudadela de Tucumán, en un ignoto amistoso del Cosmos y la Sub 20, cuando se dio cuenta que no hubo ni habrá otro jugador como el Diez.

"Después del Mundial de 1978 hice una gira por Sudamérica con el Cosmos de Nueva York. Jugamos un partido contra el Sub-21 de Argentina, esa fue la primera vez que vi a Maradona. Enseguida me dije a mi mismo: ¡Esto no es un futbolista, es un artista, un bailarín!".