De la estrategia salvaje del oficialismo, sin intermediaciones políticas ni económicas, se deduce con claridad que solamente puede provocar una catástrofe. El gobierno dice que trata de evitarla, pero todo lo que hace tiende a demostrar que es lo que busca. El presidente Javier Milei ha dicho —aunque sus seguidores no le creen cuando dice la verdad— que con esas intermediaciones no se puede destruir el sistema de convivencia democrática que a duras penas y con grandes problemas pudo lograr el país desde la última dictadura. Y lo que hace es consecuente con esa esencia autoritaria con que la vieja derecha golpeaba la puerta de los cuarteles.

Habló de espaldas al Congreso cuando asumió, una semana después emitió un MegaDNU que derogó y modificó más de 300 leyes para evitar al Congreso, tres días después envió al Congreso una ley ómnibus con 1649 artículos para ser discutidos en diez días y en las que pidió que deleguen el poder legislativo durante toda su gestión e insultó a los senadores y diputados que se le opusieran.

Nadie podrá decir que confía en la división de poderes que promovió Alberdi en Las Bases para evitar el absolutismo del Ejecutivo. A Milei, sólo le interesa el prócer que idealizaba el libre mercado. Pero ignora al Alberdi que, años después, en sus escritos póstumos, se espantaba por la irrupción en ese falsa utopía que había soñado, de los monopolios y de las maniobras del imperio británico para imponer sus intereses.

Es un presidente que no quiere al Congreso. Es una paradoja, porque lo quiere la mayoría de los congresistas despreciados. Contradicción: esa mayoría —mileístas, del PRO, radicales, de la Coalición Cívica, los pichetistas y schiaretistas— lo apoya porque la mayoría de ellos confía en las intermediaciones que implica la política y las quieren aplicar con alguien que no las acepta y que desconoce la potestad que tienen como Poder Legislativo.

Ese malentendido abrió una brecha por donde filtrará la esencia autoritaria y antidemocrática del modelo que propugna Milei. Esos congresistas cómplices o ilusos actúan bajo la permanente coerción del Ejecutivo. “Si no se aprueba la ley ómnibus, habrá medidas más duras”, dijo el ministro Luis Caputo; “los legisladores que se opongan serán responsables de la crisis” dijo el vocero Manuel Adorni. Además de amenazarlos, Milei amagó con un referéndum. Antes cerró la canilla de las provincias para extorsionar a los gobernadores.

Se ha declarado enemigo del poder del Estado y encarnó en la forma más absolutista del Estado, que es la autoritaria, la que descarga el peso coercitivo con la represión brutal a la protesta. En el diccionario, “coercitivo” es antónimo de “liberador”. Pero este presidente coercitivo y represor, se dice “libertario”. Es como las viejas dictaduras “democráticas” que Milei justifica y defiende. Los militares decían que imponían la dictadura para defender la democracia. No es casual que sea un defensor de la peor dictadura que ensangrentó este país.

El único bloque que se ha opuesto en las dos Cámaras a la esencia autoritaria y clasista del Mega-DNU y la ley ómnibus ha sido el de Unión por la Patria, junto con la izquierda en Diputados. La política fue desplazada de los partidos al Congreso. La calle es patrimonio de los movimientos sociales, desde los inquilinos, hasta la CGT, los jubilados y la clase media que salió a cacerolear. Allí el descontento mide al revés que en el Parlamento: la mayoría se queja y una minoría cree que todavía hay que darle tiempo al gobierno.

El mileísmo y el oficialismo de una parte de los radicales y del PRO así como la ambigüedad de otros bloques legislativos que buscan evitar el liderazgo que le correspondería, por cantidad de legisladores, a Unión por la Patria, en realidad le regalan el espacio opositor. Junto con la izquierda es el único que se instaló en ese lugar que empieza a sintonizar con el sentimiento que ya es mayoritario en la sociedad.

Los dos gobiernos anteriores defraudaron las expectativas de gran parte de sus electorados. El triunfo de Milei reveló una crisis de representación (no un vacío, porque los otros candidatos tuvieron respaldos importantes). Pero la falta de reflejo de la política se origina en ese aspecto.

Hay el despunte de una nueva generación, como Julia Strada, por nombrar a una entre varios y varias. La intervención de la diputada en el debate de la Comisión de Presupuesto y Hacienda fue impecable. Puso en evidencia el cinismo del gobierno sobre la privatización de las empresas estatales como YPF, El Banco Nación o ARSAT.

Y desnudó la mentira oficial sobre el sistema previsional. “Cómo puede ser que nos pidan que saquemos el índice de actualización de los jubilados porque quieren mejorar las jubilaciones, cuando hace poco, al anunciar los recortes dijeron que les sacarán el equivalente al 0,4 por ciento del PBI”. El proyecto real es saquear y empobrecer a los jubilados.

Mientras se producía el debate parlamentario, el gobierno ideologizaba al máximo las relaciones internacionales y provocaba conflictos graves con China y Brasil, los dos socios comerciales más importantes de Argentina.

Además de los exabruptos cometidos por Milei en la campaña y por la canciller Diana Mondino en sus primeras reuniones con el embajador chino en el país, esta semana trascendió que Mondino se habría reunido de manera oficial con la encargada de negocios de Taiwán. La noticia de la reunión trascendió esta semana. Al día siguiente, la embajada difundió una durísima declaración que había sido emitida a principios del mes a raíz de la reunión de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur, en el Diálogo Indo-Pacifico. En esa declaración China advierte que es un solo país y que meterse en el conflicto con Taiwán será considerado como la intervención en asuntos internos.

China y Brasil apadrinaron la incorporación de la Argentina al grupo de economías emergentes denominado BRICS. Cuando el grupo había aprobado la incorporación y antes de que ésta se concretara, el gobierno de Milei renunció de manera totalmente descomedida. La actitud fue tomada como una falta de respeto.

Según Milei, la relación entre los gobiernos es secundaria porque los negocios se hacen entre privados. Pocas veces se ha dicho tamaña estupidez. China cerró la posibilidad de un segundo swap que hubiera necesitado Argentina y puede favorecer a Brasil y Australia para la compra de soja y carne. Es el principal comprador. Y además, el intercambio en la industria automotriz entre Brasil y Argentina, se encuadra en acuerdos que realizan los gobiernos. Hay preocupación en las terminales argentinas porque la relación no es buena. Nunca hubo una Cancillería tan ideologizada y tan perjudicial para los negocios.

Si bien no pueden impedirlas, la dinámica democrática republicana constituye un obstáculo para las políticas reaccionarias. En cambio las formas autoritarias son las más funcionales para los cambios extremos que propone Milei. En algún momento confluyen políticas retrógradas y formas autoritarias. Eco de las palabras del Procurador del Tesoro, Rodolfo Barra: “Si existe crisis económica, la Constitución no estará vigente”.