Hace días se realizó un cacerolazo cultural en las puertas del Congreso y en diferentes provincias bajo el lema “La cultura no se vende”. Fue la respuesta al paquete de leyes presentado por el actual gobierno con más de seiscientos artículos y anexos que contiene varias propuestas que involucran a la cultura. Entre las reformas cuestionadas, se encuentran las que supondrían el cierre del Fondo Nacional de las Artes y del Instituto Nacional del Teatro, el desfinanciamiento del INCAA, el Instituto Nacional de la Música y de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip). Además de la derogación de la Ley de Defensa de la Actividad Librera, que establece un precio uniforme de venta al público de libros.

¿Cuál es la necesidad y urgencia de esto? ¿La provisión de alimentos para los comedores populares no es más urgente, por ejemplo? ¿Por qué la saña de este gobierno contra la cultura? ¿Por los actores y actrices que asistían a los actos de Cristina Kirchner? (¡Ojo que no representaban a toda la colonia artística!) ¿Los que piensan distinto a los intereses del gobierno son enemigos? No coincidir con esta gestión parece que te volviera kirchnerista. De ser así, ¿no sería una persecución? Estoy cansada de leer y escuchar que los kirchneristas no dejan gobernar. ¡Por favor! No subestimen a las personas, nada tiene que ver con tener afinidad o no con el gobierno. Esto que intentan hacer con la cultura es muy grave, atenta contra el trabajo de miles de personas que de otra manera no tendrían oportunidades (es sabido que el gremio actoral tiene la tasa más alta de desocupación). Quieren borrar de un plumazo años de luchas y conquistas. Y lo más importante: desarticular de manera tan alevosa a la cultura nos quita identidad, nos vuelve poco atractivos frente a un mundo que siempre destacó este valor en nuestro país.

A los que hablan sin conocimiento, les cuento que el Fondo Nacional de las Artes no nació con el kirchnerismo: es un proyecto impulsado en la década de los 50 por Victoria Ocampo con un propósito completamente innovador, que fue imitado y replicado en los EE.UU. Es una entidad que le presta dinero a artistas, a quienes habitualmente los bancos no financian. Hace unos días, Marta Minujín contaba en sus redes que gracias a dicha institución pudo viajar a París y explicaba lo fundamental que es este fondo para la gente que recién comienza y no tiene dinero para desarrollar sus obras. El inmenso Leonardo Favio pudo comprar su filmadora para sus películas, la fotógrafa Sara Facio también accedió así a su primera cámara. Estos son algunos ejemplos de la importancia de este recurso. Es una entidad que no ha sido contaminada con la política partidaria: siempre tuvo un consejo muy diverso, con diferentes voces de todos los colores políticos que podían convivir en pos del arte.

Las bibliotecas populares cumplen una función cultural y social muy importante en cada ciudad. No existen desde hace veinte años. ¡Tampoco las ideó el peronismo! Domingo Faustino Sarmiento en 1870, con la promulgación de la Ley Nº 419, instauró la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares para fomentar la creación y el desarrollo de una red de bibliotecas populares que difunden el libro y la cultura. La Conabip recibe un porcentaje muy pequeño del dinero del juego: este proyecto de ley se lo quitaría. El año pasado fui invitada a la Feria del libro y tuve la oportunidad de conversar con un grupo de chicas que trabajan en una biblioteca en la ciudad de La Plata y estaban comprando libros con este fondo. Estaban felices porque habían conseguido muchos ejemplares para su espacio. Alguien que me explique cuánto cambia a la economía general el desarmado de esto.

Hablemos de los fondos del INT: ¿de dónde vienen? A quienes piensan y repiten la mal informada frase: “¡de la nuestra!”, les voy a explicar de la manera más simple posible, porque estoy cansada de escuchar cosas como “se les terminó el curro, vayan a laburar, con la nuestra no, les sacaron los subsidios”, poniendo en la misma bolsa a todos los trabajadores de la cultura. En mi caso, siempre trabajé en el sector privado y comercial, soy una privilegiada y nunca me faltó empleo, pero mi situación no es la de todos mis compañeros. Yo podría cerrar la boca, como hacen muchos, y seguir como siempre, pero no. Escribir este artículo quizás me coloque en el blanco de las críticas, pero no me importa, porque creo fervientemente que hoy tenemos el deber de alzar la voz y visibilizar este atropello.

El presupuesto del INT se compone de un porcentaje de recaudación de lotería nacional, otro porcentaje del Ente Nacional de Comunicaciones, del impuesto que se les cobra a medios de comunicación (que no sale del bolsillo de la gente) y un porcentaje de recaudación directa de festivales, obras, etc. La inversión en cultura representa el 0,2% del presupuesto nacional y el sector cultural genera un valor agregado anual del 1.8%. Es decir: es un sector que produce más de lo que gasta. Si lo que guiara esta decisión realmente fuera una cuestión de balance, entonces no están haciendo bien las cuentas. Estratégicamente es un error.

¿Qué se hace con los fondos? Se distribuyen en las seis regiones del país. El INT tiene representación en las 23 provincias y en CABA, cada representación tiene tan solo dos personas que cobran sueldos. Un representante elegido por concurso público y otro administrativo. El dinero se usa para producir espectáculos en todo el territorio nacional: desde Tilcara a Tierra del Fuego, construir y mantener salas de teatro, hacer festivales, giras, formación de artistas, adquisición de equipamiento técnico para grupos, salas independientes y salas oficiales, para llevar el teatro a las escuelas y mucho más. Ningún artista cobra sueldo por pertenecer al Instituto Nacional del Teatro: para recibir un subsidio hay que presentar un proyecto que deberá ser revisado por un jurado nacional de evaluación de proyectos. Los y las jurados son elegidos por concurso público y son renovados cada dos años: todo es público en el INT. En su web se pueden encontrar los informes de gestiones y las actas en que se reporta el detalle de lo que se utiliza para cada región. Por todo esto es importante que no se derogue la ley 24.800. Es clave que la gente entienda que eliminar el INT no soluciona ningún problema de pobreza, sino que dejaría sin trabajo genuino a miles de personas de toda la Argentina. Pero además, un país sin cultura es un país silenciado y empobrecido.

Por último, el proyecto de ley ómnibus también incluye la regulación de las sociedades de gestión colectiva de derechos, entre ellas se vería afectada la Sociedad Argentina de Gestión de Actores Intérpretes. De aprobarse esta modificación, se observaría una baja en la posibilidad de recaudar y distribuir derechos económicos de socios/as. SAGAI lleva a cabo una importante acción social a través de su fundación, destinada a brindarle a un colectivo con una alta tasa de desocupación y trabajo intermitente programas como becas, cursos de formación, beneficios, subsidios por nacimientos y/o adopción, servicios asistenciales en situación de emergencia, reintegro de medicamentos, acompañamiento económico a adultos mayores de 80 años, entre otras cosas. Todo esto dejaría de existir. Nuevamente, es importante remarcar que SAGAI es una entidad que no depende económicamente del Estado Nacional. Por el contrario, suple en algunas ocasiones, su función social.

Estamos de acuerdo en que todos los artículos de este paquete de leyes merecen un debate profundo con argumentos y discusiones serias. Seguramente estemos necesitando reformas que acompañen esta actualidad, pero no acordamos en que en tiempo récord se borre de un plumazo lo que funciona y lo que nos ha dado identidad. Necesitamos que se escuche este pedido. Cuando hablamos de la importancia de la cultura para un país no es solo una frase hecha. Es un momento donde todo es un extremo: se está de un lado o del otro. La moderación parece una palabra pasada de moda y poco atractiva en estos tiempos, pero vale la pena tener un diálogo, incluir a la población, tener estas discusiones públicas y con tiempo, no en cinco minutos. No estamos en una monarquía: vivimos en una democracia. Las leyes se deben debatir una por una en el Congreso, con argumentos y sobre todo con consideración de todas las voces. Así funciona la democracia: es bastante difícil ponerla en práctica si se incluye en una misma bolsa todo y se discute sin profundidad.

Sabemos que nada es más urgente que el hambre de un pueblo, pero esto no la remedia. Al contrario: la va a profundizar. Es necesario transmitir la gravedad de esta situación. La cultura no es un privilegio, es un derecho y protegerla nos incumbe a todos.