Sin decir una palabra se puede contar una historia, emocionar, mantener en vilo al público durante una hora. Eso pasa en Un poyo rojo, una obra teatral que se sostiene  hace 15 años, cruzó más de 30 fronteras, y sigue generando ovaciones. Protagonizada por Luciano Rosso y Alfonso Barón, la obra pudo verse el martes 8 en el Centro Cultural Parque de España y, como agotó localidades, vuelve hoy (domingo 20), a las 20, al mismo escenario. Imperdible, repiten quienes la vieron. Con una destreza física sin regodeos, el amor, el deseo, la vergüenza, el miedo, se ponen en escena cada vez, de forma única, ya que una radio que suena en vivo es la tercera protagonista de la escena que transcurre en un vestuario. 

Creada en 2008 y estrenada al año siguiente, la obra fue concebida por Rosso, Barón y el director Hermes Gaido. Desde entonces, el trío mantiene la misma estructura y la misma potencia escénica: una historia de amor sencilla, contada con humor, virtuosismo corporal y una cuota de ternura difícil de olvidar.

“Es una obra de teatro físico donde no utilizamos lenguaje articulado, pero sí una radio que sintonizamos en vivo y que nos va dando texto, música y sonidos con los que ambientamos las escenas”, contó Luciano Rosso. Desde ese recurso sonoro se dispara un despliegue escénico que combina danza, acrobacia, clown y comicidad gestual, sin perder de vista el núcleo emocional: el deseo, la atracción, el miedo y la torpeza del primer acercamiento.

La posibilidad del ridículo

“Es una historia simple, pero contada de una manera bastante completa físicamente”, explica Rosso. “Se trata de eso que nos pasa a todos cuando conocemos a alguien que nos gusta: la atracción, pero también el rechazo, la duda, el miedo. Todo eso está ahí”.

Rosso y Barón se mueven en escena como si compartieran un mismo impulso. Bailarines, acróbatas, actores y clowns, encontraron en esta obra una manera singular de narrar los vínculos, sin solemnidad y con una fuerte dosis de humor. “No nos da miedo el ridículo a ninguno de los dos”, asegura Rosso. “Y creo que eso nos permite ir más allá”.

Ese “más allá” no sólo refiere al plano artístico, sino también al modo en que Un poyo rojo interpela a públicos diversos. La historia que se representa en escena es la de dos varones que se seducen, se miran y se esquivan, en un juego físico que combina deseo e incomodidad. Y aunque hoy pueda parecer más natural, cuando la obra nació, no lo era tanto.

“Me acuerdo que en 2010 fuimos a una ciudad del interior justo el día después de que se aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario. Fue una función muy especial, muy fuerte, porque el público era reticente con la idea de ver a dos hombres besarse en escena”, recordó Rosso. “Pero fue también muy emocionante. Con el tiempo, cambió la mirada del público. Nosotros seguimos haciendo lo mismo”.

Una estética naif y universal

Un poyo rojo llama la atención por su estilo visual. Hay algo de Chaplin, algo de vodevil, algo de gimnasia y algo de ternura vintage. “Es una obra con muchos guiños, con un tono inocente. Como esos gags de Chaplin que son simpáticos y están llenos de inocencia”, describe Rosso. 

Esa estética particular también se combina con una estrategia que facilita su circulación global: el uso del lenguaje no verbal. “Al no tener un texto que sale de nuestra boca, no tenemos impedimentos para presentarla en cualquier país”, señaló el actor. Por eso, la pieza fue bien recibida en escenarios tan diversos como Francia, Serbia, Brasil, Italia o Corea del Sur.

De hecho, Rosso y Barón residen desde hace casi una década en París. “La cultura allá tiene un lugar muy fuerte en la sociedad, y el trabajo del actor se valora como cualquier otro oficio. Eso te permite vivir con más comodidad”, comentó.  Aún así, disfrutan la posibilidad de volver a la Argentina. “Es lindo volver al país con esta obra, volver a tu lugar con tu primer público”, dice Rosso. Las entradas pueden adquirirse a través de www.1000tickets.com.ar