Carlos Quiroga fue un psicoanalista que contribuyó al psicoanálisis en lengua castellana. Maestro y formador de analistas en distintas ciudades, publicó numerosos libros, entre ellos: El prójimo y lo abyecto y Por qué no actúa Hamlet. Fue profesor titular en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora y miembro fundador del Centro de Lecturas, Debate y Transmisión. Trabajador incansable, apasionado y sensible a una práctica socialmente implicada, murió en la madrugada de este 15 de enero.

El artículo que aquí se publica reúne de manera condensada algunas ideas centrales de su pensamiento. Su lúcida articulación del canibalismo y la devoración; el retorno de lo no elaborado por la vía de una venganza que, no casualmente, suele caer sobre los más desprotegidos. En su clásico ensayo Cadáver insepulto, venganza y muerte realiza una original interpretación de cómo en nuestro país los jóvenes suelen ser carne  de cañón de los crímenes de las generaciones precedentes --por ejemplo, los que fueron enviados a la guerra de Malvinas--, pero también los que hoy mueren a causa del consumo de drogas y el desempleo.

De los últimos años, cabe destacar sus libros en colaboración, nacidos de la experiencia del trabajo en seminarios en los que primaba la palabra viva y la ocurrencia. Se suman así a la lista de publicaciones: Envidia, celos y lazo social, La necesidad del Otro y El dolor. Problemas y Vicisitudes. Hacer una enumeración de quienes han compartido con Carlos el arte del diálogo analítico sería extensísimo. Creo que no sería injusto decir que tuvo discípulos a los que también reconocía como amigos.

“No devorarás a tu prójimo” es la versión editada de una intervención suya en unas jornadas del 2016, que luego me enviara para un dossier que, finalmente, como suele ocurrir después del entusiasmo inicial, no se publicó. Queda ahora a disposición en la sección de Psicología de Página 12, de la que Carlos era lector habitual, como un modo de retribuir su generosidad.

La muerte de un hombre es triste; muy triste si, además, estaba vivo. También es poco lo que puede haber de nostalgia, si pensamos que esa vida no fue en vano y deja un gran saldo a favor. Carlos Quiroga será recordado en la alegría y en la deuda que, cuando es reconocida, alimenta y nutre a quienes no sienten que el papel de sucesores les quita la voz propia.

No es preciso devorar al Otro, alcanza con incorporarlo –hacerlo parte del cuerpo que nos corresponde y que también un día nos despedirá.