En algún futuro no demasiado distante, los libros de historia contarán que la Corea-Gadd Band se formó en el año 2017, cuando el pianista Armando Antonio “Chick” Corea, de 76 años, decidió aunar sus fuerzas con el baterista Steve Gadd, de sólo 72. El dato será estrictamente verdadero y al mismo tiempo será una ilusión, porque los dos vienen practicando juntos el arte milenario del fluir musical desde hace más de medio siglo. Se conocen como pocos y juegan de memoria. Chick Corea es el esgrimista maestro del piano y el constructor del salón de juegos a través de la estructura musical; Steve Gadd sostiene todo el andamiaje sin esfuerzo con rítmicas sutiles y sabrosas, moviéndose más como un bailarín que como un boxeador que golpea parches. 

   El espíritu de estos dos artistas parece haber evolucionado hacia un estadío zen en el que sólo expresan un deseo y lo demás deviene por ley natural. Además de una amistad y un vínculo musical, entre Chick Corea y Steve Gadd sucede algo que tiene que ver ya con el orden de lo cósmico y con una admiración mutua que se renueva noche a noche cuando vuelven a subir a un escenario. “Lo que toca Steve en mi música siempre es perfecto”, define Corea sin dudar. “La música de Chick es tan buena que me lleva a otro nivel”, admite Gadd. De acuerdo con lo que el mismísimo Corea cuenta antes de llegar a Buenos Aires, ambos se conocen desde 1963, tiempo en el que Chick todavía andaba con la peregrina idea de seguir siendo baterista y Gadd concluía el servicio militar. Cincuenta y algo de años más tarde, y en un momento de la vida en que muchos músicos ya comienzan a soñar con el retiro (o a disfrutarlo en tiempo real), estos dos monstruos del jazz se plantean una idea juvenil: ¿Y si empezamos una banda? Como si fuera el modo de legalizar un matrimonio de facto, consolidado a lo largo de las décadas y que siempre ha funcionado camas afuera y con la presencia de terceros, cuartos, y quintos. La idea es tan simple que sorprende: “Armemos una banda, grabemos un disco y salgamos de gira”.

   “Siempre disfrutamos cuando tocamos juntos”, confiesa Corea, que agrega que durante los setenta hicieron con Gadd varios discos que fueron –apunta– “muy divertidos”. Los enumera: The Leprechaun (1976), My Spanish Heart (1976), The Mad Hatter (1978)  y Friends (1978). Y agrega que después, a comienzos de los ochenta, grabaron Three quartets. “Con Michael Brecker y Eddie Gomez”, recuerda. “Hace muchos años que venimos barajando con Steve la posibilidad de hacer una banda juntos y finalmente llegó el momento adecuado. Encontramos el tiempo en nuestras respectivas agendas y decidimos formar la banda, hacer conciertos en todo el mundo y divertirnos como locos tocando juntos. ¿Hay un plan mejor?”, pregunta. Los músicos que eligieron Corea y Gadd para completar su sexteto son los que traerán a Buenos Aires: Steve Wilson en saxo y flauta, Luisito Quintero en percusión, Carlitos Del Puerto en bajo eléctrico y contrabajo, y Lionel Loueke en guitarra. Con esta flamante banda grabaron un disco nuevo llamado Chinese Butterfly (Mariposa china), que se va a editar –subraya el tecladista– el día de la música: el 22 de noviembre. “Son todos nuevos temas que compuse especialmente para el proyecto. Comenzamos la gira antes de que saliera el disco porque de otro modo no íbamos a poder hacerlo”.

   Y aquí están: este martes 24 subirán juntos al escenario del Gran Rex para tocar no solamente el nuevo material, sino varias de las composiciones que registraron en la lista de álbumes enumerada por Corea. Si a esos discos se le suman las composiciones que conformaron Romantic Warrior, el disco emblemático de Return To Forever, supergrupo de fusión que Corea integró junto a Stanley Clarke, Al Di Meola y Lenny White, se habrá obtenido buena parte del  nutriente para toda una generación de músicos argentinos. A mediados de los 70, los músicos de rock y jazz que lograron resistir los embates de la dictadura y quedarse en el país, descubrieron en la obra de Chick Corea y asociados un manantial de colores y nuevos recursos expresivos que ayudarían a modelar la música por venir que se haría en la Argentina. Se puede encontrar rastros de ese ADN en trabajos de Serú Girán, Spinetta Jade, Nito Mestre y los Desconocidos de Siempre, Tantor, Raíces y La Banda de Rubén Rada. 

   Al mismo tiempo, esos fanáticos sudamericanos hallaron una feliz coincidencia entre esa nueva música que llegaba como aire fresco y otra que ya habían descubierto en los discos de Steely Dan: el nombre de Steve Gadd. El baterista se había hecho notar internacionalmente en su ya legendaria performance en “50 ways to leave your lover”, de Paul Simon, que fue el único número uno que Simon obtuvo en su carrera como solista. Poco tiempo después, Steve Gadd fue uno de los bateristas elegidos por Steely Dan para registrar su álbum Aja, de 1976, y en la canción homónima, Gadd reescribió el modo de tocar la batería utilizando viejos recursos del jazz e incorporándolos en el contexto de un tema demasiado sofisticado para ser considerado pop. Lo que Gadd tocó en aquel disco se transformó en pieza de estudio para bateristas del mundo entero, y el propio Gadd tiene que volver a explicar cómo tocó lo que tocó en Aja cada vez que brinda una clínica. Y ahora lo explica una vez más.

   “Había estado escuchando un montón de músicas de diferentes estilos antes de llegar a Nueva York e instalarme, y muchas de esas músicas eran latinas. Cuando comencé a viajar a Los Angeles para grabaciones como la de Steely Dan, esas cosas tan disímiles comenzaron a inspirarme. Siempre soy de los que tocan lo que la música te trae a la cabeza. Cuando comencé a tocar, lógicamente tenía que pensar en algo que hubiera hecho otro porque yo no tenía mucha experiencia. Después pasé por la fase de tocar cosas que yo ya había utilizado y me habían funcionado. Pero cuando fui a grabar con Steely Dan ya estaba en un punto de mi evolución en el que podía dejar que la música fuera la que me dictara lo que tenía que tocar”. 

   ¿Tienen conciencia ambos artistas de lo que representan para los músicos locales? “Absolutamente”, enfatiza Chick Corea. “Y me siento muy feliz y orgulloso de que la música que hice en aquel entonces sea tan recordada por los músicos”. “Escuché algo de música argentina: lo que escuché, me encantó”, agrega Gadd. “No te diría que estudié esa música, pero Chick ha armado bandas que sé que influyeron no solo sobre músicos argentinos sino en todo el mundo. ¡Incluso yo toqué en algunas de esas bandas! Creo que ese lenguaje, con el tiempo, se convirtió en un lenguaje universal. Y me alegra confirmarlo”. 

DE OTRA GALAXIA

Junto a Herbie Hancock, Keith Jarrett y el desaparecido Joe Zawinul, Chick Corea integra una galaxia de pianistas superdotados que se convirtieron en los nuevos gigantes del jazz de los años ‘70. Además de su virtuosismo y creatividad, todos ellos tienen un común denominador: haber pasado por la banda de Miles Davis en algún momento en el que el hombre de la trompeta cocinaba a fuego lento un suculento caldo que se aventuraba a mezclar elementos que parecían irreconciliables, el jazz y el rock. 

   “Para que una nueva forma de música pueda emerger, hace falta alguien especial. Y Miles era el líder perfecto”, explica Corea. “Siempre dejaba que sus músicos fueran ellos mismos, siempre lo alentaba. Nunca tuvo miedo de probar nuevas ideas y llevárselas directamente al público, aun cuando la gente que lo seguía quisiera escuchar material que ya conociera. Pero para Miles eso era el pasado y su cabeza estaba en el futuro”. 

   La prueba concreta de eso la constituyó el trascendental álbum Bitches Brew, uno de los tantos donde Corea participó activamente. Fue un importantísimo registro en el que convivieron los futuros líderes y lugartenientes de lo que el mundo conoció como “música de fusión”. Zawinul fundaría Weather Report, John McLaughlin le daría entidad a su Mahavishnu Orchestra, mientras que Corea reclutaría al baterista Lenny White (que toca parche contra parche con el épico Jack De Johnette en Bitches Brew) para Return To Forever. 

   Tan hiperactivo como concentrado, Chick Corea se procuró oxígeno fuera de la órbita del planeta Davis cuando inició su carrera solista con el disco Now he sings, now he sobs en 1968. Y siempre estuvo abierto a colaboraciones. Entonces, además de alimentar una trayectoria con su nombre al frente y llevar adelante Return To Forever, Corea siempre encontró un lugar en su agenda para participar en bandas eventuales y, sobre todo, proyectos en colaboración. La sociedad más sólida la ha establecido con el vibrafonista Gary Burton, pero también ha realizado álbumes en vivo y en estudio con Herbie Hancock, Bela Fleck y Steve Kujala, entre otros.

   “Lo que algunos llaman hiperactividad o saltar de una cosa a la otra, es para mí la forma natural de vivir”, reflexiona. “Lo que para muchos es disciplina, para mí es simplemente orden: hago una cosa a la vez y nunca más de lo que puedo hacer. Vivo mi vida día a día y sueño con el futuro. Cuento con la bendición de tener muchísimos amigos, algunos de los cuales son músicos extraordinarios, y aprovecho la ventaja de estar disponible para trabajar con ellos cuando me lo requieren. Y sucede que del otro lado es lo mismo; cuando se me ocurre alguna idea para desarrollar sé que puedo contar con ellos. Esa situación no hace más que enriquecer mi vida y proporcionarme alegría”.

   Al ser un baterista, el caso de Steve Gadd es bastante diferente. Si bien no le ha faltado oportunidad de liderar sus propias bandas, Gadd es uno de los músicos de sesión más solicitados del planeta. Su foja de servicios es abrumadora pero tampoco tan extensa como se podría creer: le gustan las relaciones prolongadas en el escenario, y deja la diversidad para las sesiones en estudio. Puertas adentro, se lo puede escuchar propulsando el ritmo pre-disco de “The Hustle” de Van McCoy, secundando a Frank Sinatra casi anónimamente, o tocando para Paul McCartney a dos baterías junto con Ringo Starr para el disco Tug Of War (1982). “Eso fue increíble, porque grabamos en los estudio de George Martin en Montserrat. Me divertí mucho tocando con Ringo y Paul, pero no era la primera vez, porque yo ya había tocado en algunos discos solistas de Ringo, así que cuando nos encontramos para el disco de Paul ya existía una buena relación entre nosotros. Me sentí muy cómodo y la pasé muy bien. Además, ¡es Ringo! La situación en sí era apasionante porque además de Paul y Ringo estaban Linda McCartney con sus chicos, Stanley Clarke y como si eso fuera poco, Geoff Emerick que fue el ingeniero que trabajó en todos esos discos legendarios de Los Beatles. Algo muy divertido”. La última gran asociación de Gadd fue con Eric Clapton que hace poco tiempo concluyó una gira que quizás haya sido la última para el guitarrista. 

   Lejos de ser “músicos que tocan para músicos”, la Corea Gadd Band parece tener como finalidad la diversión, sin por eso dejar de lado la enorme destreza de cada uno de sus miembros. Es una banda comunicativa, extrovertida y con un toque latino que invita, sino al baile, al movimiento de los pies. Asegura Gadd: “Honestamente, siempre disfruté todo lo que tuve oportunidad de tocar con Chick, desde esos primeros tiempos en Return To Forever, fui el primer baterista de esa banda, hasta ahora. Las cosas que he tocado con Chick son increíbles. Y lo siguen siendo: su composición sigue cambiando y evolucionando”. Corea lo ve de un modo más simple y espiritual: “Me encanta hacer música y tocarla en vivo para el público de todo el mundo. Siento que tengo una gran oportunidad de esparcir la alegría de la creación donde quiera que vaya. Esa es mi misión y también la de esta banda. Steve es un músico magnífico y toca mi música de un modo tan maravilloso y creativo que me inspira cada noche. Pero creo que él genera eso con cualquier música con la que trabaje”. 

   Como corresponde a un buen baterista, Steve Gadd tiene el redoble final. “En esta gira ha habido un montón de buenos shows. El que hicimos en Rochester, New York, fue muy emocionante para mí porque soy de ahí: es donde terminé la universidad. Tocamos en un gran teatro y la Universidad de Rochester nos dio diplomas honoríficos.  Tocar y recibir esa distinción por parte del lugar donde estudié, fue algo muy especial para mí. Pero la música de la Corea Gadd Band evoluciona noche a noche, y seguramente habremos encontrado cosas nuevas para sumar cuando hayamos llegado a Buenos Aires. Nuestra música es un proceso que acontece noche a noche”.