El periodista y escritor chileno Cristian Alarcón llegará con Testosterona, un biodrama basado en su propia historia, al Teatro Astros. Por AM750 reflexionó sobre el contenido del espectáculo, analizó el peso de las “violencias simbólicas” en su generación, en el arduo trabajo de las “libertades ganadas” y en cómo en todas las épocas pasa el imperativo coercitivo del “ser lo que haya que ser o no ser nada”.

Entrevistado por Víctor Hugo Morales, Alarcón comenzó señalando que Testosterona es la puesta en escena de un “híbrido que supera la de la propia crónica latinoamericana”. Crónica a la que está muy vinculado como editor de la revista digital Anfibia, que busca explorar los límites del periodismo hacia el lado de la literatura, la academia y el arte.

“Con Lorena Vega y un equipo gigante logramos construir un dispositivo donde se van a encontrar con el cruce de las disciplinas, pero ahora en escena: la música, la luz, el sonido, el arte digital expuesto sobre una gran estructura y dos cuerpos es escena. El mío, interpretándome a mí mismo, y el de Tomás de Jesús, que es un gran actor y bailarín que me acompaña”, resumió sintéticamente sobre el show.

La testosterona y sus usos en la historia

Según explicó Alarcón, la obra tiene como punto de partida una historia de cuando él era niño, y, a sus seis años, se mudó junto a los padres de Chile a la Patagonia argentina para huir de la dictadura de Augusto Pinochet.

“Nosotros nos habíamos refugiado de la dictadura de Pinochet, mis padres, preocupados, alertados, por una femineidad que veían en mí como algo anormal, y los médicos, quizás más preocupados que mis padres, decidieron aplicarme un tratamiento de conversión de la homosexualidad”, contó sobre el disparador del drama.

A lo que, luego, añadió: “Consistía en ocho dosis de testosterona inyectable que fue suministrado en una pequeña sala de primeros auxilios del pueblo durante más o menos dos años”.

Sin embargo, contó que la obra va más allá de su historia: “La historia es tomada como el inicio de un biodrama porteño que indaga en los usos contemporáneos, en el uso actual de la testosterona, que se usa para buscar las identidades elegidas por adolescentes y jóvenes que transicionan”.

Los imperativos, la coerción y la violencia simbólica

En este punto, Alarcón aseguró que la obra “no pretende contar exclusivamente la historia de este niño violentado por un tratamiento médico eugenésico, que imita lo que los nazis hicieron en la segunda guerra mundial con los homosexuales”.

La idea del trabajo es, de algún modo, ser el espejo de muchos otros y otras que han pasado por algo tremendamente universal como la imposición de los mandatos”, añadió.

Luego, aclaró: “Los de género, por un lado. Pero todos hemos vivido esa especie de coerción, de violencia simbólica, del 'ser lo que haya que ser o no ser nada'. En el caso mío, yo entendí a mis padres porque uno los puede poner en contexto”.

En este sentido, y haciendo alusión al presente político, aseguró que en la actualidad la sociedad “tiene la noción de unas libertades ganadas”, pero recordó que estas se dieron “con luchas en todo el mundo y en Argentina, particularmente”.

Y uno piensa que esto es muy lejano. Y esto no es tan lejano. Las primeras marchas lesbianas y transexuales a las que fui en Buenos Aires, cuando llegué a vivir acá, en los años 90', todavía iban personas con la cara tapada”, puso como ejemplo a su afirmación.