Javier Milei, el presidente que por sí o en representación del proyecto que encabeza Mauricio Macri enarbola de manera impúdica y enajenada -tal como el proceder que lo identifica- la idea o el concepto de “gente de bien”. ¿Qué querrá decir el señor presidente que “habla con su perro muerto y recibe mensajes sesudos del mismo”, que lo orientan filosófica y políticamente? Y que también es receptor de extrañas e increíbles “fuerzas del cielo”.

Pareciera que Milei invoca y pretende construir un concepto excluyente que dividiría a la ciudadanía entre “gente de bien” y “gente del mal”.

¿Y quién sería la “gente de bien”? Tal vez sería la gente como él (¡Dios nos guarde!) o “la gente como uno”, como dicen los sectores privilegiados de la sociedad o aquellas personas con ínfulas de superioridad, a partir del dinero y no del intelecto, al estilo de personajes como Susana Giménez u otros similares.

La “gente de bien” podrían ser tod@s aquell@s que, consciente o ingenuamente, apoyan el proyecto de Milei y compañía. Y la “gente del mal” el resto de la población. De ahí se deriva el intento de construir la condición de “argentinos de bien”, en oposición a los “malos” argentinos, fortaleciendo la idea de la llamada “grieta”. De un lado los “buenos” y amigos, y del otro los “malos” y enemigos, a los cuales hay que eliminar sin piedad y para siempre.

El odio que poseen y predican los “buenos” no se correlaciona en idéntico sentido con el comportamiento de los “malos”. “Cárcel o bala” para el que piensa diferente, tal como expresara aquel otro adalidad de la bondad y el amor al prójimo, el ultraderechista José Luis Espert, ferviente adherente al protocolo represivo de Patricia Bullrich, otra líder de la insania.

De la irresponsable verba del presidente Milei se desprende el deseo de uno de sentirse casi como orgulloso de que lo caractericen como “gente del mal”. Si Milei cree que él y sus seguidores constituyen “la gente de bien”, uno -a mucha honra- preferirá entonces sentirse como integrante de la “gente del mal”.

Otrora (no por los Mileis), en ocasiones se utilizaba la expresión de “gente de bien” haciendo referencia a la gente honrada, a la gente solidaria, a la gente que aspiraba y bregaba por el bien común para tod@s l@s argentin@s, y -por supuesto- no se incluía a aquellos, que aun habiendo nacido en Argentina, representaban (y representan) fiel y objetivamente los intereses de los individuos, de las empresas y de las naciones extranjeras.

Como es sabido, el origen de la palabra cipayo se remonta a aquellos soldados indios al servicio del imperio inglés. Hoy, en muchos países y en particular en Argentina, los personeros de la “revolución antinacional”, que formalmente preside Javier Milei, se vanaglorian obscenamente invocando categorías excluyentes como la de “gente de bien”.

* Norberto Alayón es profesor consulto de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).