La cumbre que no logró escalar en el fútbol puede alcanzarla en la política. George Weah nunca participó de un Mundial, pero está a un paso de ser presidente de su país, Liberia. Considerado el mejor jugador africano de la historia, ganó el Balón de Oro en 1995, cuando integraba el Milan de Italia. Tenía con qué. Marcó 268 goles en toda su carrera. Ahora, a los 51 años, podría acceder al gobierno si se impone en el ballotage del 7 de noviembre. Su trayectoria es una proeza solo por el hecho de haber comenzado en el continente más castigado de la tierra. La nación que lo vio nacer –fundada por esclavos libertos que provenían de Estados Unidos– es de las más pobres entre los pobres. Ocupa el puesto 45° sobre 53 por el índice de PBI en esa parte del planeta. Pero además tiene al 83,8 por ciento de su población por debajo de la línea de pobreza, un 65,8 de mortalidad infantil, una expectativa de vida de 61 años y 52,4 de analfabetos. El candidato más votado en la primera vuelta está ante el partido más importante de su vida. 

En un par de semanas y poco más, Weah podría ser aclamado como presidente en las calles de Monrovia, la capital del país. En esas mismas calles la muerte gobernó antes que él. Dos guerras civiles dejaron el saldo de unas 200 mil víctimas. El virus del ébola completó la extensa lista de difuntos entre 2014 y 2016. Fueron 4809. El ex delantero del Mónaco, PSG, Chelsea y Manchester City, entre una decena de clubes, es el liberiano más conocido mundialmente. Brilló en el Milan, a donde llegó para reemplazar al gran jugador holandés Marco Van Basten. Diez años antes, en 1985, el ahora candidato había comenzado su extenso viaje por el fútbol en el Mighty Barrolle, un equipo de la Liga de Liberia. 

Su familia no quería que se dedicara a patear una pelota. Pero él insistió mientras era criado por su abuela materna. Del campeonato local pasó a la Liga de Camerún hasta que lo descubrió el francés Claude Le Roy –el técnico entrenaba a la selección de aquel país– y le sugirió a otro francés que lo fichara en el Mónaco: Arsene Wenger, quien desde 1996 dirige al Arsenal de Inglaterra. El mismo que hace unos días lo saludó por su resultado electoral. Aunque perdió de vista que todavía falta el ballotage: “Me gustaría felicitar a uno de mis ex jugadores, que se convirtió en presidente de Liberia. No es frecuente que tengas un ex jugador que se convierta en presidente de un país. Bien hecho. Que él mantenga su entusiasmo y su deseo de aprender y ganar”.

Weah se impuso en la primera vuelta con casi 600 mil votos. Un 39 por ciento y casi diez puntos más que los obtenidos por el candidato oficialista y actual vicepresidente, Joseph Boakai. A las elecciones se presentaron otros dieciocho aspirantes al cargo que dejará vacante la ganadora del Premio Nobel de la Paz, Ellen Johnson Sirleaf. La primera mujer en acceder a la presidencia por elecciones democráticas en un país africano. A los 78 años abandonará el gobierno porque la obliga la Constitución tras dos mandatos consecutivos de seis años. 

Las dos guerras civiles de Liberia, y sus más de 200 mil muertos entre 1989 y 2003, naturalizaron la convivencia con lo peor que emergió de ellas. Charles Taylor es el símbolo más representativo de ese horror. Condenado a 50 años de prisión por crímenes de guerra y lesa humanidad por un tribunal penal internacional, los purga en Inglaterra pero sigue omnipresente en la política de su país. Aunque la sentencia que recibió se debió a las muertes que ocasionó en la vecina Sierra Leona, el dictador liberiano es una sombra molesta para Weah y la Coalición para el Cambio Democrático (CDC) que él lidera. Un par de datos lo corroboran: su candidata a vicepresidenta es la ex mujer de Taylor, la senadora Jewel Howard-Taylor. Aunque se divorció del genocida en 2006, conservó el sello del Partido Patriótico Nacional que aquél encabezaba. Es una política respetada, pero también criticada por portación de apellido. 

El segundo dato es la conversación telefónica que el ex futbolista confesó haber mantenido con Taylor. Ocurrió en enero pasado. En septiembre, Weah le comentó a la agencia AFP en París: “En nuestro país prácticamente todos han participado en la guerra, así que si comienzas a señalar a algunas personas, entonces nadie podrá presentarse a las elecciones”. Lo que sostiene el futuro presidente de Liberia es cierto. Casi todos los políticos del país, donde la mayoría de la población vive con 1,25 centavos de dólar por día, tienen algo que ver con Taylor o los períodos más sangrientos de la historia. La actual presidenta, Johnson Sirleaf, tampoco puede arrojar la primera piedra: apoyó al ahora condenado cuando depuso por las armas a otro dictador que lo antecedió en el poder, Samuel Doe. 

Los crímenes cometidos en Liberia por Taylor y sus seguidores iban desde los asesinatos masivos a violaciones de mujeres o el reclutamiento de niños soldado, transformados después como esclavos que extraían diamantes en Sierra Leona. La familia del ex jugador y político que hoy intenta cambiarle el rumbo a su país también sufrió esas vejaciones. Su casa en la costa atlántica fue incendiada. Dos primas suyas que ocupaban la vivienda fueron violadas y otros familiares apaleados. De esa forma, Taylor respondió en plena guerra civil a unas declaraciones de Weah en el New York Times: “La ONU debería hacerse cargo de Liberia, no temporalmente, sino para siempre, para lograr que los liberianos crean en la democracia, para hacernos creer en los derechos humanos”. En aquel momento estaba en Costa de Marfil tratando de evacuar a familiares desde su país. Ya colaboraba con Unicef y se destacaba por su labor humanitaria.

El candidato a presidente, que abandonó el fútbol en 2003 cuando jugaba en Al-Jazira Sporting Club de Abu Dabi, vivió por años en Miami con su familia. En esa ciudad estudió para obtener un título de grado que le permitiera ser el presidente de su país, como marca la Constitución. En 2009, en una entrevista que le concedió a la italiana Gazzetta dello Sport, explicó: “Vivo en Miami, estudio en la universidad Administración de empresas y Criminología”. Ya había fallado en 2005 cuando hizo su primer intento por llegar al gobierno. En aquella oportunidad lo había derrotado la actual presidenta Johnson-Sirleaf. Persistente, ganó una senaduría en 2014 por el condado de Montserrado, donde se encuentra Monrovia, y espera quedar en la historia como el primer futbolista que accede al máximo cargo posible en un Estado. Una vez confesó: “Amo a mi país y a su gente. Me hubiese encantado disputar la Copa Mundial, pero logré tanto en mi carrera que no me puedo quejar”.  

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