El corazón de un perro

Patricio Foglia comenzó muchos años atrás a sacar fotos de perros en las calles. “Me conmovían en particular los perros en situación de espera cuando la gente iba al super, a la farmacia, y el perro quedaba ahí afuera, expectante. Me parecía algo así como el último vestigio de maravilla y pureza en esta ciudad de la furia”, dice. Aunque si lo piensa mejor, su pasión perruna tiene un comienzo aún más melancólico: cuando falleció su madre, la pareja de ella desapareció con todas sus cosas “incluso las fotos, las cartas y hasta mi perro”, comenta Foglia, que no es fotógrafo estrictamente sino poeta. De este magma de evocaciones sale la plaquette Perros de Buenos Aires, que a partir de hoy se puede descargar de manera gratuita (aunque la idea es dejar un pequeño aporte) de la página que tiene la Fundación Viva la Vida. Su misión principal es rescatar perros en situación de calle, recuperarlos y buscarles un hogar definitivo. El nexo entre Foglia y la Fundación lo hizo la fotógrafa Nora Lezano (el calendario con sus fotos también está disponible en la web de la Fundación), que además se ocupó de seleccionar varias de las imágenes. “De este proyecto también participó Inés Ulanovsky. Dimos juntos un taller de fotografía y poesía y le mostré una selección de fotos ya curadas por Nora. Ella me propuso sumar humanos y así el proyecto creció”, comenta Patricio. Otro eslabón es Eduardo Stupía, docente de Foglia en el marco de la maestría de escritura de la Untref. “No cumplí con la consigna de sus trabajos de cátedra pero le debo una propuesta que me hizo: invitar a la gente a enviar por mail fotos de perros con un pequeño texto. Así que ya tenemos la segunda parte de este trabajo”, se entusiasma. Perros de Buenos Aires, dice Foglia, es una plaquette que combina fotos y poemas “gratuita, virtual y bellamente innecesaria, celebratoria del misterio y la inocencia en el mundo”.

Pura espuma

Kylie Minogue se ha sumergido en la industria vitivinícola y lanzó al mercado su propia línea de vinos, que incluye variantes de chardonnay, pinot noir y rosé. La nueva estrella de la colección es, justamente, un espumante rosado sin alcohol que se ha convertido en el más consumido dentro de su estilo y que se puede conseguir en Inglaterra, la patria adoptiva de esta australiana, a siete libras la botella (o sea, casi nueve dólares). “Yo no soy gran bebedora y para muchas personas, un evento social es un buen momento para disfrutar de un vino premium sin necesidad de tomar de más”, dijo Kylie sobre este frutal, seco y ligero “con notas florales y de fresas y un final en boca cítrico”. De todos modos, algunas voces ya advierten que se trata de una bebida sobrevaluada. The Times publicó una nota muy correcta sobre las bondades del vino pero la genialidad está en una columna lateral donde la experta Jane MacQuitty, se dedica a aguarle la fiesta a Kylie (ya dijo en otras oportunidades que esa colección de vinos le parece, sencillamente, “un horror”). “Una celebrity vende pero es difícil pensar que alguien con gusto y cerebro pueda gustarle este vino. Tiene ocho calorías por copa pero como la mayoría de estos vinos sin alcohol entronizados por las estrellas, se trata de una bebida del montón, dulce hasta la náusea y demasiado cara. Ojalá su equipo se incline por buscar calidad en los deliciosos vinos regionales de Australia”, se explayó Jane.

Oficiales con cornamenta

“Mucha gente tiene perros pero aquí en Marajó, nuestras mascotas son los búfalos”, dice Antenor Penante, uno de los 24 mil habitantes de esta localidad en la amazonia brasilera. La policía del lugar redobló la apuesta y patrulla las calles montada en búfalos. Estas bestias de cuernos gigantes, que pesan unos 850 kilos, pueden perseguir ladrones a través de pantanos barrosos y nadar a través de espesos manglares si es necesario. “Son la única manera de perseguir criminales en la vasta isla durante la temporada de lluvias”, dice la policía. “Hay lugares aquí a los que no se puede llegar en moto y ni siquiera en barco, pero ahora siempre se puede llegar en búfalo”, dice el sargento Ronaldo Souza, mientras ensilla a Minotauro, el más formidable de los siete búfalos de agua del batallón, cuya sedosa piel negra brilla bajo el sol tropical. En Marajó, los búfalos sirven como taxis, y camionetas de reparto, transportando personas y mercancías por toda la isla. Los restaurantes sirven queso cremoso y un picante helado, todo hecho en base a leche de búfala, algo no tan extraño porque también en Buenos Aires hay zonas gourmet que están haciendo el experimento. Originarios de Asia, la leyenda dice que los franceses sacaron a los búfalos de los campos de arroz y los quisieron transportar en barco hasta la Guayana Francesa. Pero alguno de los barcos se hundió y los búfalos se quedaron en Brasil, donde participan del carnaval y son venerados incluso con perfiles de Instagram propios.

Adiós juventud

Si el paso del tiempo y el temor a ser abandonados es uno de los temas recurrentes de Woody, Buzzlightyear y sus amigos de Toy Story, que enhebra las distintas películas de la saga, ahora hay una razón para que vuelvan a estar un poco tristes. Es que Jeffrey's Toys, la juguetería de San Francisco que inspiró el film, va a cerrar sus puertas los primeros días de febrero después de 85 años. Allí, en ese negocio fundado por su tatarabuelo y continuado por la familia, se moldeó la fantasía del escritor Matthew Luhn, uno de los artífices creativos de los films. “Durante Toy Story, mi padre venía a Pixar a darnos ideas”, dijo Luhn recientemente a SFGate. “Y cuando necesitábamos referencias sobre un personaje o una situación, siempre íbamos a Jeffrey's Toys. Mi papá simplemente me recomendó: ‘Solo jugá, divertite y avisame si necesitás algo'”, dijo. “El negocio ha estado luchando durante varios años debido al crecimiento de la criminalidad, la inflación, la disminución del gasto de los consumidores y la desaparición del comercio minorista en todo el mundo”, enumeró Ken Sterling, el abogado que representa a Jeffrey's Toys. “La familia está triste por haber llegado a esto y hemos explorado todas las demás opciones para intentar mantener el negocio en marcha pero no fue posible”. Fundada en 1938 como una suerte de ramos generales, la familia Luhn comenzó a especializarse en juguetes en 1953 y cambió el nombre de la tienda en 1966 en honor al nieto del fundador Birdie Luhn. Matthew, actual copropietario, se crió entre esos juguetes: algo así como “el sueño del pibe”, tal como lo mencionó. Los Luhn además se ven afectados por otro factor importante que todos los minoristas comprenden: la pérdida de participación de mercado debido a las ventas en línea, así como la competencia de las grandes cadenas mayoristas. Los efectos de la gentrificación tampoco ayudan, aumentando los alquileres de esa zona céntrica de San Francisco. De hecho, ya se habían tenido que mudar en 2015. Otro factor es el aumento de la inflación, que desde hace rato viene poniendo en jaque al sueño americano. “Queremos seguir el negocio, pero necesitamos una relación más sana con la ciudad”, argumenta Matthew. “Estamos poniendo nuestro dinero, nuestro trabajo y nuestro amor en este lugar desde hace muchas décadas. Pero no encontramos el modo en que esta época y este contexto nos devuelvan todo eso de alguna manera”.