Marcelo D’Alessio desplegó toda su artillería pesada entre noviembre y diciembre de 2016 para intentar sacarle plata al empresario Gabriel Traficante. Se hizo pasar por un directivo de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) para pedirle sumas abultadas de dólares con un objetivo: desvincularlo de una causa en la que supuestamente estaba involucrado. D’Alessio fue condenado a cuatro años de prisión por este caso y ahora afronta su segundo juicio oral por la trama de extorsiones y espionaje que destapó el juez Alejo Ramos Padilla en Dolores. Pero surgió un nexo con el falso abogado en otra investigación sobre inteligencia ilegal: para la misma época en la que D’Alessio lo extorsionaba, el expolicía Ariel Pedro Zanchetta también reunía información sobre Traficante.

El 2 de noviembre de 2016, cerca del mediodía, D’Alessio llamó a Alejandro Morilla. Se conocían desde hacía tiempo porque la suegra de D’Alessio había estado internada en un hogar que pertenecía a Morilla. D’Alessio fue directo: tenía información de que un amigo de Morilla, Traficante, estaba en graves problemas.

Los dos combinaron una reunión para las 20.30 en la casa de D’Alessio en el country Saint Thomas de la localidad de Canning. Morilla llegó con Traficante, pero se fue rápido a la cocina para dejarlo hablar a solas con D’Alessio. El falso abogado hizo su magia. Se presentó como director de Observaciones Judiciales de la SIDE y le dijo que tenía información de que lo estaban investigando como parte de la “mafia de los contenedores”, una causa que tramitaba en el fuero penal económico. Proactivo, D’Alessio le prometió una solución: por 80.000 dólares podría borrar llamadas comprometedoras.

Traficante escuchó. Durante casi dos horas, D’Alessio hizo exhibición de su poderío: abrió su computadora, mostró los datos que almacenaba sobre investigaciones que hacía supuestamente para la AFI. Pero Traficante no aceptó pagar. Salió del country con Morilla en el auto y le dijo que D’Alessio era un delincuente.

Al falso abogado nada lo iba a detener. Al día siguiente, D’Alessio contactó a Traficante por WhatsApp para mandarle un listado de llamadas entrantes y salientes de su teléfono. Le dijo que era información a la que accedía supuestamente por su cargo. En realidad, eran los datos que le proporcionaba su compinche Juan Ignacio Bidone, por entonces fiscal de Mercedes.

El asedio sobre Traficante continuó. Llamadas, citas, un encuentro cerca del Departamento Central de la Policía Federal, referencias a la embajada de los Estados Unidos. Buscó también presionarlo a través de Juan Pablo Di Pierro, un empresario amigo. Di Pierro vivía en Saint Thomas y recibió alguna que otra visita de D’Alessio. El falso abogado aparecía con un auto con sirena y lo acompañaba Hugo Rolando “Rolo” Barreiro, un exagente de la Secretaría de Inteligencia que se encargaba de la seguridad del country junto con D’Alessio.

Para el Tribunal Oral Federal (TOF) 2 de Comodoro Py, está claro que entre el 2 de noviembre y el 9 de diciembre de 2016 Marcelo D’Alessio emprendió una serie de acciones de carácter extorsivo sobre Traficante.

Entra a escena Zanchetta

La novedad viene de otra investigación, la que tramita en el juzgado de Marcelo Martínez de Giorgi y orbita alrededor de otro personaje gris del espionaje vernáculo: Ariel Pedro Zanchetta. Según información que aportó el año pasado Sudamericadata, Zanchetta buscó el 15 de noviembre de 2016 información sobre Traficante, su esposa y Di Pierro. Fue cuando estaba en pleno trámite la extorsión sobre el empresario, a quien D’Alessio amenazaba con que sería “escrachado” en notas periodísticas.

La pregunta es si había vínculos entre ambas bandas. En la instrucción de la causa contra Zanchetta se pidió información sobre el acceso a las bases de datos de Migraciones para ver información del supremo Carlos Rosenkrantz y de su exsocio Gabriel Bouzat. En Dolores, había quedado claro ya que quien había husmeado esas bases fue Franco Pini, un prefecto que actualmente está en juicio junto con D'Alessio, "Rolo" Barreiro y otros ilustres integrantes de la banda del falso abogado.

Las ramificaciones del espionaje

Zanchetta está detenido desde fines de junio del año pasado. Inicialmente, pidieron su detención por estar involucrado en la sustracción de líneas telefónicas que pertenecían a distintos jueces. Sin embargo, después de que lo allanaran y analizaran su computadora, surgió con claridad que Zanchetta tenía otros intereses, que incluían políticos, periodistas y dirigentes sociales. Según el dictamen del fiscal Gerardo Pollicita, Zanchetta desplegó su actividad ilegal, al menos, desde 2016 hasta el momento de su detención.

Zanchetta se desempeñó como agente de la Policía Federal Argentina (PFA) durante 25 años. Ingresó a la fuerza en 1988 y se retiró en 2013. Estuvo buena parte de ese tiempo destinado a la delegación de Junín y, entre 1995 y 1999, cumplió funciones en la División Servicios Especiales de la Superintendencia de Seguridad Federal (SSF), donde podría haber despuntado el vicio de la inteligencia.

Zanchetta decía en su CV que se había formado en inteligencia en el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina y en contrainteligencia en la Escuela del Cuerpo de Informaciones, donde estudian los “plumas”. Hay varios exponentes célebres de la inteligencia de la PFA: José Pérez –alias Iosi–, Américo Balbuena –que se infiltró en la Agencia Walsh– e Isabelita, la espía que se mezcló en Madres de Plaza de Mayo durante la dictadura. En los dictámenes no hay mención a documentación que dé crédito a ese dato que figuraba en el CV de Zanchetta. Para Pollicita, Zanchetta fue un agente orgánico o un colaborador de la Secretaría de Inteligencia/AFI entre 2009 y 2015. Sin embargo, la AFI contestó que no tenía registros de su supuesta vinculación.

Gente de medios

D’Alessio pululaba por los canales de televisión presentándose como especialista en narcotráfico o cuestiones vinculadas a la seguridad. Más modesto, Zanchetta decía que era periodista y escribía –con dudosa gramática– para distintos portales. En una entrevista con la revista Noticias –desde la cárcel–, Zanchetta dijo que no ejercía el periodismo mientras era policía porque no se podía. Todo indica que con esa “chapa” se acercaba a distintos referentes políticos. Pollicita, de hecho, imputó al diputado Rodolfo Tailhade por haber mantenido contactos con Zanchetta y pidió la detención del exfuncionario Fabián "Conu" Rodríguez.  Después, el fiscal se apartó y quedó en su lugar Carlos Stornelli, un viejo conocido de D'Alessio y sus compinches.

Zanchetta usaba con fruición la base Sudamericadata, que, según reconstruyeron en Comodoro Py, no estaba inscripta en el Registro Nacional de Bases de Datos. La diputada Mónica Frade, de la Coalición Cívica, hizo una presentación ante la justicia en la que dijo que Zanchetta se le acercó a través de un vecino y le sugirió el uso de ese banco de datos mientras ella investigaba causas de corrupción para Elisa Carrió. Ella se suscribió y, según su escrito, también recibía los mensajes y las “notas” de Zanchetta. La información que aportó Frade lo desperfila a Zanchetta como un “espía kirchnerista”, como se instaló mediáticamente.