El otro dia, temprano, habrán sido las 08:30 am, tratando de disfrutar un fresco reparador imaginario en este verano trágico, con 26 grados y casi 30 de sensación térmica, salí por el barrio en busca del Pagina 12, pues tenía que consultar en papel, ese objeto prehistórico tan preciado para algunos, un artículo de mi interés en el Rosario 12.

Mi amigo, el Rata, al arribar al Kiosco de Tres de Febrero y Ayacucho, me dice; no Obi, no hay nada aun, Daniel fue a buscar los diarios de Buenos Aires, normalmente llegan a las nueve de la mañana. Encima ésta, en un lenguaje despectivo, indicándome el lugar de La Capital, aun no llegó.

De ahí surco el barrio que nacía en la apertura de sus comercios, mientras las personas tenuemente salían de sus cuevas refrigeradas hacia un dia infernal, donde se anunciaba una sensación térmica de 41 grados.

Al llegar al Kiosco de Av. Pellegrini y Necochea, el Pelado ya lo tenía. Alli le insinué; las noticias en papel que llegan a la ciudad a las nueve de la mañana ya son un recordatorio de un ayer caótico, pues gran parte de la población habrá leído todas las noticias y los textos online. Me dice; claro, vamos a desaparecer, tendremos que cerrar.

En esta travesía, me sentí como un naufrago en un océano furioso en busca de tierra firme. Una tierra arrasada como el papel que tiende a dejar de existir. Cuando en realidad debería iluminar los cerebros recalentados con tanta tecnología efímera, basura y despersonalizada.

Yendo para mi trinchera, aun sagrada, pensé; obvio que al dejar de imprimir el papel elaborado a partir de fibras de celulosa presente en la madera estamos cuidando la vida de los arboles.

Aunque el sacrificio de algunos de nuestros hermanos dadores de oxigeno, nos hicieron una raza pensante, en ocasiones cínica, pero con el deseo latente de que los textos en papel sigan iluminando con su trágico nacimiento el porvenir de nuestra existencia.

Osvaldo S. Marrochi