Desde Sevilla

El Partido Popular (PP) seguirá gobernando en Galicia y lo hará con una cómoda mayoría absoluta. Alfonso Rueda, actual presidente de la comunidad –una de las cuatro históricas junto a Cataluña, Andalucía y País Vasco-, ha superado con creces el examen de las urnas, el primero al que se enfrentaba después de haber reemplazado hace dos años a su antecesor, Alberto Núñez Feijóo, que se marchó a Madrid para hacerse cargo de la dirección nacional de su partido.

El PP, ahora con Rueda al frente, consiguió 40 escaños, dos menos de los que tenía pero por encima de los 38 necesarios para gobernar con mayoría absoluta sin necesidad de acuerdos parlamentarios. Será reelegido como presidente de la Xunta de Galicia, cargo que ostenta desde hace dos años.

El segundo partido más votado ha sido el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que con 25 escaños se consolida como principal partido de la oposición tras mejorar en seis escaños su resultado de hace cuatro años. El BNG es una fuerza soberanista de tendencia progresista y forma parte en la política nacional de la amplia alianza parlamentaria que permitió la última investidura de Pedro Sánchez.

Los resultados de este domingo asoman al PSOE al abismo. Con sólo nueve diputados, cinco menos de los que tenía hasta ahora, se convierte en una fuerza secundaria que ni siquiera puede ser considerada alternativa de gobierno. Aunque Galicia es un territorio tradicionalmente conservador con el mayor porcentaje de población rural de toda España, para los socialistas, que gobernaron esta región entre 2005 y 2009, quedarse por debajo del 15 por ciento de los votos en una comunidad autónoma es una verdadera catástrofe y un severo toque de atención a Pedro Sánchez.

La composición del Parlamento la completará Democracia Orensana, un partido provincial de la provincia de Orense, la más despoblada de Galicia, que obtiene un escaño testimonial. No consiguen entrar ni Vox, que vuelve a fracasar en su intento de obtener representación en el Parlamento gallego, ni las fuerzas de la izquierda estatal, que no consiguen arañar un voto progresista que acapara el BNG casi en su totalidad.

Más allá de la trascendencia de las elecciones para la región española con más vínculos con la Argentina, los resultados tienen también una lectura en clave nacional, con consecuencias para el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, y para el presidente del Partido Popular y líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo.

Paradójicamente, ambos líderes nacionales llegaban a esta convocatoria electoral en horas bajas. Núñez Feijóo, empezaba a ser cuestionado en sus filas después de no haber podido convertirse en presidente tras unas elecciones, las de julio del año pasado, que se le daban prematuramente por ganadas. Pedro Sánchez, por el alto precio que ha tenido que pagar para seguir siendo presidente.

A ello se sumaba que el presidente del Partido Popular jugaba de local, ya que estuvo al frente del Gobierno gallego durante 13 años y hasta 2022, cuando una crisis interna del PP lo obligó a dejar la comodidad de la Xunta para intentar encabezar la recuperación para su partido del Gobierno de España.

Las gallegas de este domingo han sido las primeras elecciones que se celebran en España desde las generales del 23 de julio, cuando Núñez Feijóo fracasó en su intento de desalojar a Pedro Sánchez del Palacio de La Moncloa. En aquella ocasión, el candidato del Partido Popular fue el más votado, pero no alcanzó el objetivo de lograr una mayoría parlamentaria al conseguir solamente el insuficiente apoyo de Vox.

Tras fracasar en su investidura le dejó el camino abierto a Sánchez, que para conseguir los votos suficientes se vio obligado a recabar el respaldo no solamente de sus aliados de gobierno de Sumar y de las izquierdas nacionalistas vasca, catalana y gallega, sino también de Junts per Cataluña, la formación independentista de derecha cuyo presidente, Carles Puigdemont, vive fugado en Bruselas desde hace más de seis años.

Para conseguir el respaldo de los siete votos de Junts, imprescindibles para una nueva investidura, Sánchez tuvo que cambiar su promesa de llevar a Puigdemont de regreso a España para rendir cuentas ante la justicia por el fallido proceso independentista de 2017 a negociar una ley de amnistía que aún no se ha concretado, pero que ha causado un grave desgaste interno en el PSOE.

Se sabía por lo tanto que uno de los dos, o Sánchez o Feijóo, iba a salir seriamente dañado de las elecciones gallegas, y el perdedor ha sido claramente Sánchez. En la noche del domingo, apenas conocidos los resultados, los líderes regionales del PP no tardaron en leerlos como un refuerzo de Núñez Feijóo y el anticipo de un futuro cambio en el conjunto de España. En el PSOE se guardó un prudente silencio.

En la izquierda, las elecciones en un territorio que nunca le ha sido propicio han confirmado la catástrofe que se preveía. Ni Sumar, la coalición de la vicepresidenta segunda del Gobierno (y también gallega) Yolanda Díaz, ni los rescoldos de lo que alguna vez fue Podemos consiguieron entrar en el Parlamento gallego. Pablo Iglesias, que sigue liderando en la sombra la formación que fundó y de la que ha huido todo el resto del núcleo inicial, sigue embarcado en una política de enfrentamiento con Díaz que lo llevó primero a separar a sus cuatro diputados del grupo parlamentario de Sumar y ahora a concurrir por separado a las elecciones gallegas. Su formación, cuando se había escrutado el 95,5 por ciento, había conseguido 3.685 votos en toda Galicia (el 0,25 por ciento). El próximo combate de esta guerra cainita en el seno de la izquierda se librará en junio, cuando se celebren las elecciones europeas.