“Hace cuatro años no sabía ni cómo funciona un enchufe, y ahora soy campeón internacional de robótica. Parece imposible, ¿no?” Mateo Salvatto tiene 18 años y un meteórico recorrido como joven talento de la cohetería y la robótica. Pero, para él, no hubo más secreto que animarse, invertir tiempo, insistir: “Fue prueba y error. Rompí cosas, me fue mal un montón de veces, aprendí, me quedé después de hora en el colegio. Es como los que quieren jugar bien al fútbol: yo soy un queso, pero si me paso cuatro años entrenando, sé que voy a ser, como mínimo, un jugador decente”.

Mateo es inspirador por naturaleza: tiene título secundario de técnico electrónico, estudia Ingeniería en Sistemas, lanzó dos cohetes experimentales, es campeón nacional e internacional de robótica, trabaja para los ministerios porteño y bonaerense de Innovación y Tecnología, y fue el orador más joven en las charlas TEDxRíodelaPlata sub23 de la semana pasada, en Tecnópolis, donde habló sobre “lograr cosas grandes aún siendo chicos”.

¿Qué pasó cuando su cabeza hizo doble click? “Me di cuenta de que, con la tecnología, podés hacer algo que te gusta y vivir de eso. Doy clases de robótica, armo proyectos, parece ciencia ficción pero es muy real… y encima te divertís, no lo hago por obligación”, le dice al NO. Su mamá es docente para hipoacúsicos y conocer de cerca a personas con dificultades de audición disparó una idea en él. “Pensé: si nadie hace ninguna herramienta para ayudarlas, trataré yo”, recuerda quien diseñó una aplicación de descarga libre (hablaloapp.com) que ya le facilita la comunicación a 13 mil usuarios –pacientes sordos, con traqueotomía o autismo–.

Salvatto ríe de la idea del “joven genio” y la serie-emblema del universo nerd, The Big Bang Theory: “Es una obra de arte, porque comunica sobre ciencia, sobre el mundo geek, los videojuegos… pero si es para aprender y divertirse, recomiendo otra serie, la nueva versión de Cosmos, basada en la de Carl Sagan”.

¿Y cómo es eso de, a los 18 años, andar por los ministerios asesorando a científicos canosos? “Es extraño”, sonríe. “Son muy abiertos a la gente joven. Yo soy el menor allí, los asesoro en robótica y, sobre todo, en cómo difundir la ciencia en la comunidad. Quiero mostrar que el aprendizaje se da jugando: yo nunca me forcé a estudiar, me gustaba y lo hice. Hay muchos a los que les encantaría diseñar robots, hay que darles la posibilidad. Mi objetivo es llevarle a todo el mundo esa tecnología tan divertida.”