VIDAS PASADAS 8 puntos

Past Lives; Estados Unidos/Corea del Sur, 2023

Dirección y guion: Celine Song.

Duración: 105 minutos.

Intérpretes: Greta Lee, Teo Yoo, John Magaro, Moon Seung-ah, Leem Seung-min.

Estreno exclusivamente en salas de cine.

Una de las evidentes virtudes de la ópera prima de Celine Song, realizadora nacida en Corea, criada en Canadá y residente en los Estados Unidos, es la sensible aproximación a un relato que podría haber caído en las garras de la solemnidad o el drama edulcorado. En ese sentido, y a pesar de estar hablada en gran medida en idioma coreano, Vidas pasadas es un perfecto ejemplar del cine indie made in USA: minimalismo dramático, arco narrativo transparente, personajes delineados con precisión. Las dos nominaciones a los premios Oscar (Mejor Película y Mejor Guion Adaptado) terminan de coronar una carrera festivalera que comenzó hace un año en los encuentros cinematográficos de Sundance y Berlín, en una historia que recorre cuestiones complejas como la inmigración, la melancolía por las raíces perdidas, las decisiones que deben tomarse en la adultez y los intrincados laberintos de eso que suele llamarse, sin dar demasiadas precisiones, amor.

Nora, la protagonista femenina de Vidas pasadas (el título deriva de un término coreano basado en definiciones filosóficas del budismo), recorre a lo largo de la historia, que atraviesa veinticuatro años distribuidos en tres grandes bloques narrativos, un camino similar al de la propia realizadora. Al comienzo del film, hacia finales de los años 90, la familia de la joven decide dejar Seúl y emigrar a Canadá en busca de nuevos horizontes. El cambio no parece generar una crisis de relevancia en la chica, que aún no ha cambiado su nombre por el de Nora, pero en la relación con su compañero de colegio y amigo Hae-sung ciertos roces comienzan a horadar una relación que bien podría haberse reconvertido en un noviazgo adolescente. Doce años más tarde, Nora es una joven escritora que aún se encuentra terminando la carrera universitaria, ya instalada en los Estados Unidos y con un manejo del inglés indistinguible del de un nativo (el chiste que alguien hace es, por el contrario, acerca de la pérdida de fluidez del coreano).

Es entonces cuando se produce el reencuentro electrónico entre Nora (una estupenda Greta Lee) y Hae-sung, en pleno apogeo de herramientas sociales y de comunicación como Facebook y Skype. Que ese vínculo reanudado se transforme en una necesidad imperiosa, por momentos obsesiva, para ambos, ejemplo modélico de relación a la distancia, en lugares casi opuestos del mundo, acerca algunos de los pasajes más atinados de la película, una serie de observaciones sobre el contacto entre seres humanos mediados por la tecnología –con sus pros y contras– imposibles de imaginar unos años antes. El poder de esa conexión es tan poderoso que, por razones que no se revelarán aquí, el contacto vuelve a desaparecer, como había ocurrido una década antes. Song se reserva el tercer y último acto para el reencuentro físico, utilizando nuevamente el número doce como excusa numérica. Nora está casada desde un tiempo y Hae Sung, que acaba de romper una relación amorosa, decide pasar unos días de vacaciones en Nueva York, la ciudad que habita su amiga de la infancia.

Lejos de la comedia romántica formateada, el guion de la propia Song despliega con sensatez y sentimientos cuestiones inherentes a la madurez de los personajes. Y lo hace apoyada en una sutil pero potente puesta en escena que utiliza el lugar de los personajes en el cuadro para alternar la cercanía con la distancia, tanto la física como la emocional, echando mano a paneos pendulares o bien a un extenso travelling lateral, ida y vuelta, que destaca visualmente el torbellino interior de los personajes. En particular el de Nora, cuyo punto de vista es sostenido a lo largo del metraje casi sin excepciones. Hay cuestiones secundarias que enriquecen aún más el relato, como las diferencias culturales entre el “coreano-coreano” y el “coreano-americano”, pero el peso específico de Vidas pasadas radica en la inteligencia de su entramado narrativo, emocional y psicológico.