El allanamiento en la casa de Julio De Vido ha sido uno de los shows más vistosos de los últimos tiempos, incluso con público aplaudiendo, pidiendo su cabeza y sacándose fotos junto a los camiones blindados. Ya se sabe que ganó Elisa Carrió en la CABA y este procedimiento surge como parte de los festejos de Cambiemos.  Como los romanos. La próxima vez se puede hacer en la Bombonera o en el Monumental. Con público en las tribunas. Como se hacían las ejecuciones en la Edad Media. Se presentaba al reo y el público le tiraba tomates y huevos podridos. Y el héroe de la jornada era el verdugo, lugar que hoy ocupan los fiscales o los jueces ante un reo condenado el mismo día que abrieron la causa, mucho antes de cualquier condena o de la presentación de prueba fehaciente. Hubo una votación que lo condenó. Es decir, una “justicia democrática” cuyos fallos dependen de las elecciones.

Después de la Edad Media, la Revolución Francesa inauguró la guillotina para terminar con la aristocracia. Eran ejecuciones públicas, con festejos y bailes. Cambiemos es realmente el cambio. Pero no porque terminó con estas prácticas brutales, sino porque las perfeccionó, las hizo más eficientes. Necesita hacer desaparecer cualquier rastro del gobierno anterior y lo intenta con la persecución a través de los medios y el Poder Judicial. Los fallos vienen atados al resultado electoral y, con entusiasmo, fiscales y jueces,  condenan al perdedor. Y en vez de la plaza pública, están los medios. En vez de guardia pretoriana están las tortugas ninjas de Gendarmería o de la Policía Federal que hacen un show de serie policial con gran despliegue de fuerzas y armamentos para regodeo del público que los mira por la tele.

Todavía resuenan todas las mentiras que se dijeron sobre el caso Maldonado. Todavía resuena la mentira electoralista de Carrió de que estaba investigando y tenía información de que el muchacho estaba en Chile. Todavía siguen mintiendo con la aparición de un supuesto Testigo “E”, a pesar de que el juez lo desmiente. Pero aun en un caso tan horrible y tan doloroso, la campaña mediática y la colaboración de un juez lograron convencer a mucha gente de que no se trataba de nada importante. Carrió obtuvo el 50 por ciento de los votos en la CABA. Gran parte de ese 50 por ciento ya condenó a De Vido y a cualquier kirchnerista que se acuse o esté acusado, sin necesidad de prueba ni juicio. Esa misma gente también creyó que Santiago Maldonado era guerrillero de una organización mapuche y que estaba vivo en Chile porque le repitieron esa información cien veces por día y desde cien lugares diferentes y al final lo dijo Carrió.

Cambiemos ha inaugurado el juicio por tumulto mediático. Las corporaciones mediáticas descargan su revancha. Diarios, radios y televisoras, más las redes manejadas por el Gobierno pidiendo las cabezas de funcionarios del gobierno anterior todos los días. Todos los días tapas de diarios, gritos en la radio, teatralizaciones en la televisión e insultos en las redes. Todos los días todo el tiempo,  la misma y masiva repetición hasta convertirla en algo indiscutible y generalizable. Lo que está en juego no es si Julio De Vido es o no corrupto. Ni siquiera puede decirse que eso lo decidirá la Justicia porque si De Vido es corrupto no se develará en las causas por las que fue detenido. En la de compra de GNC se quiere comparar el precio del gas con un precio interno de Estados Unidos que no se aplica en transacciones internacionales. La causa por la mina de carbón  y la termoeléctrica en Santa Cruz no tiene denuncias de coima, ni sobreprecios, ni gastos extraños. Es porque en vez de tercerizar hacia una empresa privada se contrató a precio de mercado a la Universidad Tecnológica Nacional para realizar estudios ambientales, de materiales y otros. Ninguna de las dos son causas consistentes como para su desafuero ni detención. Pero los medios han podido convencer a gran parte de la sociedad de que De Vido es corrupto, aunque estas dos causas no lo puedan sostener. Porque no está en juego si De Vido es o no corrupto. Lo que está en juego es hundir en el fango cualquier vestigio del gobierno anterior.

Hay entre 400 y 500 causas contra funcionarios de la gestión anterior. Es un dato demoledor para demostrar que se está usando a los medios y a la Justicia como herramientas de persecución política. Se podría decir que son gajes de la política, o que es correcto que los corruptos vayan a la cárcel, pero esto va más allá. Nadie está a salvo, cualquier opositor que no se doblegue por el chantaje del carpetazo puede ser destrozado por los medios, hacer que un fiscal o un juez abran una causa y, si después no hay pruebas, exoneran a un cadáver político o lo condenan igual.