Su asunción como Senadora es una flor en el desierto latinoamericano de la época. Como lo es su país que, a contramano de la contracción de derechos y la creciente desigualdad mundial, hoy muestra una de sus caras históricas más inclusivas. “Uruguay se ha vuelto una isla –afirma Michelle Suárez–, institucional y legalmente está a la vanguardia. La idea que subyace de nuestro modelo de sociedad es ir hacia una vida más democrática y menos discriminatoria. Esto se ha dado de la mano de los tres gobiernos consecutivos de la izquierda con mayorías absolutas en las cámaras. De todas maneras, hay señales preocupantes que van enfatizando esta idea de isla. Por ejemplo, lo que pasa en Brasil con la aprobación de tratamientos para la cura de la homosexualidad. Esto muestra la peligrosidad de que la moral de unos pocos se imponga al resto en una idea de clasificación de cuerpos”. Michelle, por donde se la mire situada al margen de los cánones imperantes – “mujer, trans, obesa, comunista”– es una mente más que despierta, que con treinta y tres años tiene en su haber, entre otras perlas, la autoría de la ley de matrimonio igualitario aprobada en 2013. Integra el grupo de las 937 personas T que habitan la República Oriental y forma parte de las apenas cinco que obtuvieron título universitario. El suyo es de abogada. Durante su carrera, cuenta, no tardó en entender que la violencia no se acotaba a Salinas, el pueblo donde nació, ni a su sufriente paso por el liceo: “En 2003 fui expulsada en una materia de la facultad. Hice toda la carrera con una identidad femenina y un nombre masculino (la ley de identidad de género se aprobó en 2009), y por lo tanto firmaba con ese nombre. El profesor lo sabía. Dejó mi trabajo último y luego me pidió que le explicara por qué firmaba así. Obviamente confirmó que yo era una mujer trans, me dijo que no iba a corregirlo y me pidió que abandonara la cátedra. La discriminación, entendí entonces, lo transversalizaba todo. Tenemos una gran carga de preconceptos e incluso disfrazamos con opiniones técnicas las opiniones morales, como este profesor de la materia de Derechos Humanos”. 

¿Cómo fue tu camino político hasta asumir en el Senado?

–Primero, como activista de Ovejas Negras, desde 2010. Después participé de la campaña por el Frente amplio y fui electa Senadora suplente, esto era un tema porque nunca había ocurrido. De algún modo se fue viendo el proceso de trabajo. Hubo un abrazo fraterno de los compañeros y de mucha gente y por supuesto que esto, paralelamente, exacerba los reductos de pensamiento anacrónico. Si bien toda la calidez de tantos muestra la evolución de la conciencia en Uruguay, también se hacen escuchar los que señalan los ejes que yo puedo tener para ser discriminada. Lo hacen desde el anonimato de las redes sociales. 

Dijiste que todos los temas que en Uruguay tengan que ver con la comunidad trans van a pasar por vos y “también” otros asuntos jurídicos. ¿Una senadora no tiene injerencia por igual sobre diversidad de asuntos?

–No existen derechos menores. No hay jerarquía entre los derechos. Se me preguntó cuáles eran las cosas que yo consideraba que estaban en el debe. Tengo una experticia anterior a entrar a la política partidaria e ingresé justo en el momento en que estaba por entrar el proyecto de ley integral trans. No va a ser el único tema, pero puedo tener una mayor injerencia que cualquier otro legislador en éste.

¿En qué consiste ese proyecto?

–Soy coautora del proyecto de ley integral trans. Es un conjunto de medidas temporales dirigidas a la población trans. El proyecto distingue situaciones. La primera está dirigida a personas por su salud, edad o que tienen secuelas de lo que fue el gobierno de facto y también los primeros años de democracia, a ellas se les va a dar una prestación mensual de sobrevivencia. La segunda situación es para las personas que sí pueden tener una reinserción laboral y educativa, para ellas se establecerá una cuota, también becas educativas. Y por último, para lo que tenga que ver con cambios identitarios, cirugías, hormonización, además de la prestación de los servicios públicos, el sistema privado no podrá desentenderse como hasta ahora. Este proyecto será debatido en noviembre.

¿Cómo fue la visita de Mauricio Macri a Uruguay, el mismo día en que apareció el cuerpo de Santiago Maldonado? 

–Con lo que tiene que ver con Santiago Maldonado ha tenido una visión más preocupada la sociedad civil que es obviamente agente de monitoreo sobre la violación de los derechos humanos. En nuestro país estábamos muchísimo más preocupados por los problemas de relacionamiento comercial con Brasil y con lo que está pasando con la renuncia del vicepresidente y la asunción de Lucía Topolansky.

Topolansky es la primera mujer en asumir un cargo de vicepresidenta... Qué coyuntura prometedora, ¿verdad?

–En este año se dieron diversos símbolos: lo de Topolansky, una senadora con una trayectoria muy importante, posteriormente que se ocupara el cargo de presidencia provisoria por otra mujer, y, como frutilla de la torta, que asumiera yo. Ya se verá si estos son meros símbolos o no. También ha habido un problema dentro de la izquierda (que somos oficialismo) que tiene que ver con que muchas veces se consideraba a la lucha de clases como contradicción suma del sistema capitalista y se decía que no había que perder el tiempo con otras cuestiones. Cuando ingresé al partido, planteé que el sistema patriarcal y el capitalista cruzan sus ejes. Cualquiera de los lugares que puedan llegar a tomarse como panacea de la abolición de la propiedad privada no detuvieron la opresión hacia las mujeres.