Portada del libro editado por Loco Rabia

Se vive como se come. No hay que ir muy lejos para ver cómo esta especie de regla general se aplica a todos los órdenes de la vida. Nietzsche, para ir a un caso erudito, solía usar metáforas digestivas para clasificar el pensamiento de algunos filósofos: tal masticaba lento sus conceptos, lo cual lo hacía una especie de rumiante intelectual, tal otro digería rápido y mal. Cuando hay que expresar alguna idea que tardó nada en procesarse y que fue rápidamente volcada al papel, se dice que una propuesta o un discurso fue “vomitado” antes que escrito o elaborado. Vivimos, pensamos, atravesados por la manera en la cual digerimos. Pero ¿qué pasa cuando nuestra rutina tiene que vérselas con el hecho de que estamos obligados, por cuestiones de salud, a una dieta que difiere de las de los demás? Una dieta que está afuera de la idea de consumo masivo, de planes de alimentación para el total de la gente, un modo de comer que no está contemplado en las cartas de los restaurantes, de los bodegones, de los locales de comida rápida. Ahí es cuando la fibra social de lo que comemos emerge, y una joven historietista argentina, Sinestesia (así firma, aunque prefiere el apócope Sine) logró capturar en un libro aparecido en 2023, Celiaquía y confusión, salido por el sello Loco Rabia, las reflexiones, cambios y penurias que tuvo que atravesar cuando, por casualidad, en un examen médico, apareció el diagnóstico más trascendente de su vida: era celíaca.

“Lo primero que hice cuando me dieron los análisis fue buscar memes sobre celiaquía y ahí me cayó la ficha de que, quiera o no, iba a formar parte de esa comunidad”, señala Sine a la hora de contar su experiencia, esta vez, con sólo palabras y sin viñetas que la enmarquen. “Noté que no había historieta sobre el tema. Encontré algunas poquísimas viñetas sueltas, pero nadie lo estaba abarcando desde el humor gráfico en toda su complejidad. Y ahí vi un lugar para narrar algo nuevo”. Lo que más brilla en Celiaquía y confusión es justamente ese intento por contar una experiencia personal, cómo alguien descubre de un día para el otro que es celíaca, pero también, sobre todo, ese intento claro en las páginas de conectar con el otro a través del humor, el otro que pasa por lo mismo, que es celíaco en un mundo donde impera el TACC, donde los etiquetados a veces resultan falsos, y con aquel que tiene un amigo, conocido, pareja o familiar cercano que está pasando por este peculiar desafío. “La celiaquía afecta todos los aspectos de la vida, pero especialmente el social, porque se pierde la espontaneidad”, retoma Sine. “Muchas veces es difícil hacerle entender al entorno que un cuchillo mal lavado o la más mínima miguita de pan que caiga sobre mi plato contamina toda mi comida y me genera un daño físico. Cada pequeña acción la tengo que planificar para asegurarme de que no me estoy contaminando. Si alguien me ofrece una comida sin gluten, aunque lo haya hecho con todo el amor, tengo que preguntarle cómo la elaboró, qué elementos usó, qué cuidados tuvo, tengo que explicar y preguntar y volver a explicar constantemente, eso genera siempre tensión e incomodidad. Pero en esa incomodidad están las historias”.

Sine parece haber cambiado no sólo su modo de socializar, de hablar con la gente, sino también de hacer historietas. Algo de lo que se puede ver en Celiaquía y confusión estaba en las clases que tomó en el taller de Mariano Díaz Prieto, donde comenzó, en 2014, el recorrido que la llevó a ser la autora de un trabajo nominado a los Premios Cinder como Mejor Obra de Humor Gráfico. Allí le encontró el tono para hablar acerca de cosas muy íntimas, a ir al grano y no maquillar situaciones sólo con el fin de agradar. Para Sine, hay que dejar entrar las experiencias, las emociones negativas, y transformarlas en otra cosa. Ese modo de encarar los temas ya había dejado una huella en una obra publicada, Apocalipsis mientras tanto (aparecida en 2021 por el sello Barro Editora), donde todas las alteraciones en nuestra cotidianidad ocasionadas por la pandemia aparecían también con humor, con la distancia que todavía nos costaba tener. La recopilación de las tiras en ese ejemplar tenía como antecedente otra lectura acerca de lo que es estar en el mundo, pero menos afincada en tragedias globales y más en cierto tono existencial. Amarga (Barro Editora, 2018) era el retrato de lo que implicó para la autora la adolescencia, con todo el peso oscuro que puede tener esta época.

En comparación con sus trabajos anteriores, lo que brilla en Celiaquía y confusión es, sobre todo, la necesidad de no dejar sólo a nadie. Sentirse asaltada por una baguette en la calle, soñar que, frente al fin del mundo, lo primero que hay que hacer es romper los vidrios de una panadería para devorarse todas las facturas antes del apocalipsis o arrasar con las papas tubo de cualquier supermercado son recortes de lo que vive un celíaco convertidos en anécdotas graciosas. Sinestesia es alguien reticente a que circule su nombre o se vean fotos de ella, pero exhibe su corazón, totalmente sincero, en cada dibujo, en cada slice of life sumergido en comedia.

Falta empatía, mucha, con los celíacos. “Yo tuve mucha suerte porque mi pareja, mi familia, los que me rodeaban lo entendieron y respetan mis restricciones pero, por dar un ejemplo, supe de personas que tuvieron que comprarse su propia heladera y ponerle candado porque la familia no paraba de contaminarle la comida”, aclara la autora para mostrar que, por más que la Ley Celíaca (que entró en vigencia en 2009) regule cuestiones vitales para los celíacos, el día a día se hace muy difícil. Es cierto que es un tema que cada vez se habla más en la mesa familiar, claro, pero eso tampoco implica que las cosas cambien o se hagan más fáciles, “menos en un sistema médico puesto en peligro”, subraya. En Celiaquía y confusión Sine no logra conmovernos, porque ese no es el objetivo. Ni que sintamos lástima. Ni que nos cuestionemos nuestro lugar individual en el mundo. Lo que logra es una pieza que gana por acumulación, por recorrer el tema desde diferentes ángulos y, sobre todo, por conseguir que el lector se ponga en la piel del otro. Quizás la palabra “confusión” del título adelante eso: en estas páginas se llega a un punto en donde lo que cuenta la autora es tan íntimo y gracioso que uno no puede menos que sentirse del otro lado y, sin muchas más pretensiones, lograr entender.