La Revolución Rusa de 1917 cambió el mundo. Definió el rumbo geopolítico del siglo XX y aun hoy, en medio de la ola neoliberal que salpica a buena parte de Occidente, es un referente para fuerzas políticas de todo el planeta que no se resignan a la injusticia y la desigualdad. El octubre rojo (7 de noviembre para Occidente) cumple cien años, y Caras y Caretas lo trae a la memoria en su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12.

En su editorial, María Seoane recuerda la crónica más acabada que existe sobre la Revolución Rusa: el libro Diez días que estremecieron al mundo, del periodista y activista estadounidense John Reed: “Me sorprendió su exacta narración de cómo lo extraordinario coexistía con lo cotidiano a pesar de esa conmoción que dejaba fuera de juego del capitalismo ascendente a Rusia y sus 160 millones de almas. ¿Cómo interpretar si no su descripción de que mientras los guardias rojos tomaban por asalto el poder en los teatros y restaurantes de Moscú y Petrogrado la gente disfrutaba de los espectáculos y las comidas como si ese cambio definitivo no estuviera ocurriendo? Hay maestría poética en Reed cuando narra de manera anticipatoria: un cambio político por más revolucionario que sea no implicará de manera instantánea un cambio en la cultura”.

Felipe Pigna destaca que la Revolución Rusa “abrió las puertas al empoderamiento del movimiento obrero en todo el mundo, dio un nuevo ímpetu a las luchas por la dignidad e inició un proceso complejo que culminaría con la instalación de la dictadura de Stalin y su particular interpretación del ‘socialismo real’”. También cuenta cómo, en la Argentina, durante la Semana Trágica de 1919, las fuerzas represivas y la Liga Patriótica, con la prensa oficial como cómplice, lanzaron la versión de que los obreros en huelga estaban infiltrados por anarquistas y bolcheviques que pretendían trasladar la revolución a estas tierras, como argumento xenófobo y antisemita para descargar la más violenta represión sobre los huelguistas.

Desde la nota de tapa, Telma Luzzani acentúa la excepcionalidad de este hecho: “Pocos acontecimientos en la historia fueron tan ampliamente festejados –en su triunfo y en su derrota– como la Revolución de Octubre”. Recuerda que el historiador Eric Hobsbawm llamaba la atención sobre el hecho de que “sólo treinta o cuarenta años después del triunfo de la revolución bolchevique un tercio de la humanidad vivía bajo regímenes que derivaban directamente de ella”. Y también que el politólogo Francis Fukuyama decretó el “fin de la historia” cuando cayó el Muro de Berlín. 

Fernando Amato traza un perfil de Vladímir Ilich Uliánov, más conocido como Lenin, padre de la Revolución Rusa y quien llevó las riendas del gobierno durante los primeros años de la Unión Soviética. Y Horacio Tarcus escribe sobre la figura de Leon Trotski: “No sólo fue el tribuno del Sóviet de Petrogrado y el artífice de la toma del poder, fue también el que negoció con los imperios centrales en la ciudad de Brest-Litovsk la salida de Rusia de la guerra, el organizador del Ejército Rojo que combatía en varios frentes al mismo tiempo a los ejércitos de la contrarrevolución, el propulsor de la industrialización soviética acelerada, el estratega de la Internacional Comunista que seguía al día con notable versación los acontecimientos políticos de Alemania, Inglaterra, Francia o China. Al mismo tiempo, el escritor que se dejaba tiempo para escribir en el año 1923, en medio del fragor de la revolución, obras como Literatura y Revolución, o Problemas de la vida cotidiana”.

Martín Baña escribe sobre el período del estalinismo hasta la caída de la Unión Soviética. Isidoro Gilbert reseña la historia del Partido Comunista de la Argentina. Horacio González trabaja sobre el legado cultural de la Revolución Rusa en el país y en el mundo. Mariano Beldyk traza un panorama político y económico de Rusia desde la caída de la URSS hasta los días de Putin. Exequiel Siddig escribe desde Rusia, sobre el 19º encuentro de juventudes comunistas en la ciudad de Sochi. Ricardo Ragendorfer cuenta la historia de un frustrado atentado contra Lenin en Suiza por parte de un espía zarista. Y la edición se completa con dos entrevistas: una con el historiador Jorge Saborido y otra con el psicoanalista Jorge Alemán.

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX hasta la modernidad del siglo XXI.