En el mundo, la ciencia y la tecnología son las señales que iluminan el camino de las naciones rumbo al desarrollo. Los avances en Inteligencia Artificial y software, los desarrollos aeroespaciales y en telecomunicaciones, los pasos adelante en medicina de precisión y productos farmacéuticos innovadores, las transformaciones en el campo de las energías renovables basadas en recursos como el litio o el hidrógeno verde, constituyen algunos de los ejes que más preocupan y ocupan a los países que ya son potencia, o bien, que pretenden serlo. Argentina, mientras tanto, marcha a contramano: a tono con la retórica de “volver a ser grandes como hace un siglo atrás” –premisa discutible si se repasa la historia doméstica– pretende un modelo que prescinde del conocimiento como generador de valor. ¿Qué sucede en Estados Unidos, Europa, China y la región? ¿Por qué no es posible el crecimiento en un territorio que desfinancia a su sistema científico y universitario?

Las voces oficialistas confían en que primero hay que resolver cuestiones estructurales como la pobreza para luego ocuparse de aspectos más superficiales y accesorios, como la producción de conocimientos autóctonos. Así, se reaviva un viejo debate: ¿el Estado debe apoyar a la ciencia o, más bien, debe apoyarse en la ciencia para orientar sus acciones? La experiencia internacional sirve como espejo en el cual proyectarse. Diego Hurtado, exsecretario de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia Tecnología e Innovación, comparte lo que sucede en Estados Unidos, el país más admirado por el elenco gubernamental libertario. “Allí destacan la Ley de los chips y la ciencia y la Ley de la reducción de la inflación. Mientras la primera prevé, entre otras cosas, 52 mil millones de dólares dedicados a empresas que instalen en suelo norteamericano fábricas de microprocesadores; la segunda subvenciona con más de 7500 dólares a cada comprador estadounidense de autos eléctricos”, detalla.

Project Syndicate, espacio en el que suelen publicar grandes referentes del campo como Mariana Mazzucato, marca el pulso del pensamiento político anglosajón. En septiembre de 2023 se difundió un dossier titulado Industrial policy is back –La política industrial está de vuelta–. Al galope de esos análisis, Hurtado comenta: “Hay autores de referencia internacional que señalan una época de neoproteccionismo, es decir, medidas proteccionistas orientadas a la política industrial. Hablar de política industrial era una mala palabra en los 90, porque se decía que dificultaba el acceso a los flujos financieros internacionales”.

Devastación

Lo que Hurtado plantea, básicamente, es que en contraposición al relato del gobierno argentino, el planeta reclama más Estado. Así lo manifiesta: “Hoy vemos a un Estados Unidos que recupera el rol del Estado y marcos legales proteccionistas, frente a una emergencia cada vez más consolidada por parte de China. El proteccionismo le devuelve al Estado un rol central y al financiamiento público en actividades de investigación, desarrollo e innovación para favorecer la competencia en el mercado global”.

En Argentina, mientras tanto, sucede todo lo contrario: se desfinancia al Conicet –paradójicamente escogida, una vez más, como la institución científica más prestigiosa de la región– y al sistema universitario –reconocido en el mundo por su calidad y gratuidad–. Así es como se empuja al éxodo de miles de jóvenes investigadores que no hallan posibilidades de progreso. “A contramano del mundo, Argentina hoy denosta el rol del Estado y lo tilda de 'pedófilo'. Lo que están haciendo con ciencia y tecnología es inédito, el nivel de devastación supera todo lo imaginado. Supera al macrismo en profundidad y daño”, destaca.

Ya despidieron a 129 personas en diferentes reparticiones del sistema CyT y la sangría podría continuar con el desarme de grupos enteros de trabajo. En Conicet, se entregaron 900 becas doctorales cuando deberían haber sido 1.600 y se deja al borde del cierre a 300 institutos que difícilmente puedan afrontar gastos corrientes de luz, gas y seguridad para los laboratorios y oficinas. A las universidades, por su parte, se las obliga a funcionar con el mismo presupuesto que en 2023. Si se tiene en cuenta una inflación interanual que supera 250 por ciento, el problema para subsistir está a la vista. Y se escenificó en el paro realizado en las 57 casas de estudio el jueves pasado. El desguace es sistémico: “trabajadores del Servicio Meteorológico y del Instituto Geográfico Nacional denuncian que el Ministerio de Defensa aplicará recortes de hasta un 20 por ciento en el personal contratado”, cuenta Nadia Luna en una nota para la Agencia TSS.

Para Fernando Peirano, expresidente de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación, un “buen gobierno” es aquel que “organiza sus acciones buscando potenciar las fortalezas y resolver los problemas o debilidades". "Las primeras acciones del gobierno de Milei van en la dirección contraria: conducen a un resultado donde perdemos lo bueno y empeoramos los problemas. La Universidad fue puesta en crisis de manera deliberada y la subejecución en materia de ciencia ya anticipa un año perdido y con ello la frustración de proyectos cancelados y planes de formación interrumpidos", asegura.

Otras salidas posibles

Hay algunos ejemplos que exhiben cómo Argentina va a contramano del mundo. Peirano lo relata de este modo: “En el ámbito de Europa se discuten planes para acelerar la incorporación de científicos a sus sistemas, aún con acciones para atraer graduados formados en otros países. En EEUU la política industrial se impulsa como nunca antes con inversiones en ciencia y tecnología. China planifica su desarrollo girando desde la producción de grandes volúmenes hacia productos sofisticados de alto valor a partir de la innovación”. Argentina “se esfuerza por destruir sus capacidades al desfinanciar el funcionamiento de su sistema de ciencia y universitario y crear un cóctel efectivo para dar vuelta el esquema de incentivos a fin de expulsar y repeler nuevos investigadores”.

Esta semana, Lula Da Silva anunció la creación de 100 institutos de Educación, Ciencia y Tecnología. Estarán distribuidos en todo el país y estarán destinados a la formación especializada de 140 mil adolescentes que realizarán trayectos formativos específicos. Especialmente, serán destinados “a los sectores más vulnerables”. Así lo dijo durante la inauguración el presidente brasileño que destacó: “Es a base de inversión en educación que podemos estar seguros de que este país se convertirá en un país del primer mundo, desarrollado, con una sociedad compuesta mayoritariamente por gente de clase media”. Si a comienzos de siglo XXI Brasil solo contaba de 140 escuelas técnicas, durante los gobiernos de Lula y Dilma Rousseff se produjo la mayor expansión de la red y el objetivo que se plantea es llegar a los mil institutos.

Otro ejemplo de país que busca orientar sus esfuerzos a la senda del progreso basado en el conocimiento es España. El presidente Pedro Sánchez anunció la creación de una Oficina Nacional de Asesoramiento Científico, que servirá para diseñar y evaluar políticas públicas que sean eficaces a partir de la evidencia científica. “Cada vez más los políticos y aquellos que nos dedicamos a la cosa pública necesitamos del conocimiento y el asesoramiento de los científicos y las científicas, como en el caso de la pandemia o el cambio climático. Hay evidencia científica y tenemos que saber cómo podemos aplicar tecnologías a nuestro conocimiento para hacer más eficiente el consumo energético y emitir menos gases de efecto invernadero, o si podemos tener vehículos eléctricos en lugar de vehículos dependientes del diésel y la gasolina. Desde la política necesitamos del asesoramiento de la ciencia”, declaró Sánchez durante la presentación.

A pesar de los problemas sin resolver, durante el gobierno anterior Argentina dio pasos de relevancia para que la ciencia y la tecnología pudieran convertirse en políticas de Estado. El Congreso sancionó cuatro normas de interés. La Ley de Financiamiento, en primer lugar, que planifica alcanzar una inversión del 1 por ciento del PBI hacia 2032, bajo la premisa de que un área estratégica no solo requiere de inversiones crecientes sino permanentes. Además la Ley de Economía del Conocimiento y la Ley de Bio y Nanotecnología, que apuntan a promover nuevas tecnologías, generar valor agregado, fomentar el empleo de calidad, facilitar el desarrollo de pymes y aumentar las exportaciones de las empresas que se dediquen a servicios basados en el conocimiento. Y para cerrar, se convirtió en Ley al Plan 2030: una hoja de ruta que marca el rumbo de la producción del conocimiento local a partir de la definición de áreas estratégicas de cara a los próximos años.

Números que hablan

La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) determina el gasto bruto interno en Investigación y Desarrollo realizado por las empresas, institutos de investigación, laboratorios universitarios y gubernamentales. Así el ranking de los países hasta 2021 es el siguiente: Israel (5.55 por ciento), Corea (4.93), China (3.77), Estados Unidos (3.45), Suiza (3.35) y Japón (3.29). Argentina, en aquel entonces, figuraba entre los puestos de abajo (con 0.51 por ciento).

La Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología se encarga de una medición similar pero en la región. En este termómetro, que enseña lo que cada país destina al sector de la I+D, Argentina (0.51) se halla por debajo de Canadá (1.70), Portugal (1.68), España (1.43) y Brasil (1.17). La Organización Mundial de la Propiedad Intelectual, organismo que depende de Naciones Unidas, realizó en 2022 el Índice Mundial de Innovación para referir, precisamente, a las economías “más innovadoras del mundo”. En el podio destacan Suiza, Suecia y Estados Unidos, y de cerca siguen otras como Países Bajos, Alemania y China. India y Turquía, por su parte, destacan por su inercia ascendente.

El gobierno pretende imitar a los países que mayor crecimiento demuestran pero elige prescindir de la promoción del trabajo de las universidades, la ciencia y la tecnología. Va a contramano del mundo. Y cuando alguien va a contramano, lo más probable es que choque. 

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