Resistir desde la escena. Así vive Victoria Onetto su inminente regreso al escenario, para protagonizar la obra con la que Pacho O'Donnell inició su recorrido como dramaturgo en 1975: Escarabajos. “Volver a actuar es una posición política”, dice en diálogo con Página/12 la también Subsecretaria de Políticas Culturales de la Provincia de Buenos Aires. La pieza podrá verse -a partir de hoy- todos los sábados a las 20, en el Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543), con las actuaciones de Onetto, Nelson Rueda y Eloy Rossen, y la dirección de Juan Manuel Correa.

Marta y Oscar son un matrimonio de clase media atravesado por la ausencia de un hijo. Juntos establecen una relación particular con Rubén, un adolescente que trabaja llevando mandados a domicilio. La “nueva dinámica familiar” rápidamente se revela oscura y las relaciones de poder, sumisión y manipulación se vuelven parte de lo cotidiano.

“Este texto va a cumplir 50 años, y hoy se resignifica y toma una contemporaneidad absoluta porque habla de cómo la violencia social repercute en la violencia familiar y viceversa. Y, en este caso, hablamos de todo tipo de violencia a través de este vínculo entre un matrimonio roto con un hijo que no está, y que replica la locura ejercida con ese hijo en otro chico que es el repartidor de un almacenero. Estamos yendo al hueso con esta puesta”, comparte Onetto.

Escarabajos subió a escena en agosto de 1975 en el Teatro Payró, con dirección de Hugo Urquijo, y un elenco integrado por Alicia Berdaxagar, Mario Alarcón y Víctor Hugo Iriarte. El equipo sabía el riesgo al que se exponía con una obra que alertaba sobre la violencia en tiempos en los que la Triple A ejercía el terror y perseguía cualquier disidencia. Más tarde, ya en democracia, llegarían múltiples reposiciones a nivel local e internacional, y la obra se transformó en clásico. Pero en esta ocasión, O'Donnell decidió reponerla con nuevos objetivos: homenajear a Hugo Urquijo, fallecido en 2020, y denunciar los entramados del poder actual.

-¿Cómo llegaste a este proyecto?

-Me llamó Pacho el año pasado. Yo estaba en una actividad oficial en Los Toldos, en el Museo Casa Evita, y me dijo que quería que protagonizara su obra. Yo estaba en medio de la campaña, y no sabía si me iba a dar el tiempo y la energía, pero le pedí que me enviara la obra. Y la verdad que me atravesó el material y le dije que sí.

-¿Qué rol cumplió Pacho en el proceso de montaje de esta puesta?

-Pacho está pendiente de todo y participó de todo el proceso. Tenemos un grupo con él, y por ese medio hace sus devoluciones y opina. Está muy activo. Vino a todos los ensayos y está feliz. Yo tengo una historia personal con él. Lo conozco de toda la vida. De hecho, protagonicé en 2012 otra de sus obras, El arco de triunfo. Lo admiro mucho. Después de que terminamos uno de los ensayos, nos dijo “Estoy muy emocionado, porque esta es la obra que yo escribí”, y eso es muy gratificante. Cada palabra que dice uno la absorbe como una esponja, porque él es la cultura viviente.

-¿Y qué reflexiones te generó esta pieza?

-Como actriz, siempre decido no juzgar ni al personaje ni al texto sino que simplemente intento ser un instrumento. En este caso, fuimos muy fieles al texto y no quisimos cambiarle ni una coma porque es muy crudo. Creo que lo interesante de estos tres personajes es que a lo largo de la obra muestran su humanidad con sus debilidades y fortalezas. No hay victimarios ni víctimas.

-Es tu regreso al teatro luego de varios años…

-Sí, mi última actuación en teatro fue en Locos de contento (2018) y también hice algo de microteatro. Pero mi impulso de decir “Ahora tengo que estar arriba de un escenario” es por la situación política y social que estamos atravesando. Decidir volver al teatro y a mi trabajo de actriz tiene que ver con un posicionamiento político. Porque en este momento, desde ciertos sectores se busca atacar a la cultura y volver a actuar es una forma de responder a eso. En definitiva, el teatro, y la cultura en todas sus expresiones, es eso: subvertir el orden establecido, es la crítica, es sensibilizar y señalar. Ahora sé que nunca más tengo que dejar la actuación, porque el escenario es el lugar donde más libre soy.

-Esta nueva puesta es un homenaje a Hugo Urquijo. ¿Qué recuerdos tenés de él?

-Hugo fue de esos hombres imprescindibles. Era un creativo que siempre estaba pensando qué hacer y tuve la suerte de trabajar con él durante cuatro años haciendo La mujer justa (2012), junto con Arturo Bonín y Graciela Dufau. Era un director de una generosidad infinita y ese trabajo que compartí con él fue uno de los más importantes que me tocó hacer en el teatro porque aprendí un montón.

-¿De qué manera dialoga Escarabajos con esta actualidad?

-Soy una convencida de que el teatro es el ámbito por excelencia en el que la cultura está más viva que nunca, porque ahí sucede un hecho incapturable, como dice Rubén Szuchmacher, y las palabras y los textos se resignifican. Y que Pacho haya querido volver a reponer esta obra tiene que ver con una crítica social de los tiempos que estamos viviendo, en que la violencia se ejerce desde las más altas esferas del poder. Por eso creo que quienes nos dedicamos a la cultura tenemos que, por un lado, contribuir a generar políticas culturales destinadas a visibilizar lo que pasa, y por otro trabajar para la reconstrucción del tejido social. Eso es lo que produce el teatro como lugar de encuentro, reflexión, debate y pensamiento crítico.

-A propósito, una de las primeras iniciativas del gobierno fue intentar derogar la Ley Nacional del Teatro, y eso quedó enmarcado dentro de una política general de ataque a la cultura. ¿Cómo evaluás este panorama?

-Por mi rol de funcionaria, tengo diálogo muy cercano con distintos sectores de la cultura. Este año, en la Provincia tuvimos récord de espectadores en el verano. Creo que el teatro vive un momento en el que el público necesita saber que existe ese espacio en el que se puede salvar y sentirse contenido. Y si bien no es lo mismo un Estado presente que uno ausente, la cultura no deja de suceder porque un dirigente o presidente diga que va a cerrar tal o cual lugar. Por el contrario, en los momentos de mayor opresión suceden las grandes obras. La cultura no va a desaparecer por un decreto. Si esa es la idea, lejos de extinguirnos, lo que van a lograr es que florezcamos.