Ricardo Meneguzzi fue asesinado por un comando de la policía y el Ejército el 27 de enero de 1977 en Rosario. Su madre, Nelly Galasso (fallecida en 2009, una de las Madres de la Plaza 25 de Mayo), pudo recuperar su cuerpo, de 22 años. De sus pertenencias, quedaron una guitarra y cintas con grabaciones. Riqui amaba la música, grababa caseramente en un Sony, chiquito y de cinta abierta, que había comprado su hermano Carlos. Hace unos años, Nelly las hizo digitalizar, pero la mayoría ya estaban estropeadas. Menos una. En ella, con voz sentida, Riqui canta “Confesiones de invierno” de Charly García.

“Un día me llama Pichi, y me dice: ‘Te quiero preguntar algo, pero no sé qué te va a parecer’. ‘A ver, dale; ¡desembuchá!’. Y me propuso integrar a la canción de Riqui arreglos y voces de sus amigos. Le digo: ‘Lo poquito que quedó grabado de la voz de mi hermano, no es de mi propiedad; y me encanta que sus amigos, aunque sea a través de ese medio, puedan reencontrase’”, comenta Carlos Meneguzzi a Rosario/12. El día elegido para dar a conocer esta personalísima versión de “Confesiones de invierno” es hoy, a través de las redes, en el Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia; y en un contexto tan adverso como necesitado de poesía urgente.

Los amigos de Riqui son Irene (Cervera), Pichi (de Benedictis), Charly (Pagura) y Alberto (Callaci). “Lo que hicieron lo considero un enorme acto de cariño, de compañerismo y camaradería. Algo que a ellos los eleva, los enaltece. Armé un videíto donde los nombro, porque lo valoro. Son gente exitosa, con reconocimiento por tantísimos años de música, no necesitaban hacer esto. Lo han hecho por otros motivos, que son los que valen. Estoy muy conmovido, atravesado por un sentimiento increíble, porque hicieron algo hermoso en memoria de mi hermano”, agrega Carlos.

Los amigos congregados alrededor de la canción de Ricardo -militante de la Juventud Universitaria Peronista y Montoneros-, supieron conformar un grupo fundamental de la escena rosarina: de hecho, este mes se cumplen 45 años de la conformación de Acalanto. Pero no se trata de una nueva reunión de aquel grupo, sino de una coincidencia, que la puesta en acto de la canción provocó en su gesto amoroso. “Fueron todos compañeros, de la Siberia, de la Escuela de Música. A mi hermano le encantaba la música y así conoció a los chicos, en ese ámbito. Él había grabado muchas canciones en un viejísimo grabador Sony, que yo había comprado con mi primer sueldo. Agarraba la viola, se ponía a rascar y cantaba temas, los sacaba con facilidad. Por cuestiones de envejecimiento y humedad, las cintas se perdieron prácticamente todas. Hace como 15 años, mi mamá las hizo digitalizar. Lo que pudo salvarse, tenía igualmente un soplido y cantidad de defectos propios del medio, que era un tanto arcaico. Ahora lo escucho, luego de la limpieza de la cinta, y la voz de Riqui resplandece, muy natural, como si estuviera cantando acá, al lado”, cuenta Carlos.

-¿Cómo elegís recordar a tu hermano?

-Es una sensación bastante compleja, también porque nuestro componente psíquico está hecho para olvidar, es algo que forma parte constitutiva de la vida. En el caso de mi hermano, como en los de miles de personas, uno hace un gran esfuerzo de memoria y un gran esfuerzo histórico, para que ese olvido no se verifique. Hay algo que leí de una poeta peruana, no recuerdo su nombre; ella decía que no tenía recuerdos, sino memoria. Los recuerdos van y vienen, uno los arma y rearma; creías que en aquel cumpleaños tenías un pullover rojo, pero al ver la foto, diez años después, te enterás de que era azul. El recuerdo es falible. Pero hay algo más profundo, y es la memoria. Acá pasó algo, sucedió algo. Este sujeto, este muchacho, esta chica, esta gente, intervinieron en la historia común de la Argentina de determinada manera, y eso es memoria. Yo lo hablo mucho con mis amigos, mi mujer, mis hijos; hay muchas cosas de Riqui que no recuerdo. Además, yo me acuerdo forzosamente de mi hermano como un niño y un adolescente. A Riqui lo asesinan la policía y el Ejército cuando tenía 22 años, y él ya había pasado a la clandestinidad; obviamente, ya estaban cayendo sus amigas, amigos, compañeros. Yo dejé de verlo año y medio o dos años antes. Lo vi, prácticamente, hasta los 19 o 20 años. Me acuerdo cuando vino Lucas Almada, del Museo de la Memoria, un antropólogo que hizo un trabajo muy lindo de libros de los desaparecidos y muertos por la dictadura, sin estar enfocados en la militancia o en la tragedia, sino en quiénes eran estas chicas y estos chicos, dónde nacieron, de qué club eran hinchas, a qué les gustaba jugar, si les gustaba escribir. Yo le decía que hay infinidad de cosas de mi hermano que no sé. No sé si puede haber un hijo suyo dando vueltas, no sé si estuvo enamorado de un compañero, de una compañera; en fin, en muchos aspectos, mi hermano es una presencia próxima, valiosa y amorosa; y en otros, es un desconocido. Es muy raro este sentimiento.

-Cuando escuchaste su voz, ahora en compañía de amigos, ¿qué te provocó?

-A esta grabación la tengo hace muchos años, mucha gente la ha escuchado. Pero hubo dos momentos, te podría decir, muy luminosos y emocionantes para mí y para mi mujer, con quien nos casamos muy jóvenes y seguimos felizmente juntos. Estos embates, alegrías y a veces injusticias que nos hemos tragado, lo hemos hecho juntos. Un día, un chico presentaba un documental, en donde una de las entrevistadas era mi mamá; esa película se pasaba en la sala de Luz y Fuerza. Al ingresar a la sala, habían puesto esta grabación de Riqui, y fue como una revelación, un golpe, nunca lo había escuchado como en ese momento. La segunda vez, fue cuando Pichi me manda el audio para que lo escuche. En la penumbra de la pieza, agarré mi Tablet, que tiene un mejor sonido, y cuando Riqui empieza a cantar una letra que es archiconocida por mí, en sus inflexiones, cada pausa y chasquidos de lengua, lo hace de una manera rejuvenecida, limpia, con los chicos que cantan atrás, junto al contrabajo, la guitarra, el teclado, las voces armonizando. Con mi mujer terminamos llorando. Después nos reíamos, porque nos quedamos relajados, diciéndonos que ya está, que está todo bien, que el día está bárbaro, y que nada malo puede pasar porque esto, que han mandado estos amigos, nos colmó totalmente.

Que la canción sobreviviente sea “Confesiones de invierno” agrega un matiz diferencial. Como señala Carlos: “No es una canción política, en el sentido de ‘A desalambrar’, de Daniel Viglietti, es la canción de un sujeto que está solo, que está mal, que los lunes ya se siente bien, después del bajón anímico del fin de semana. Es una canción muy humana y espiritual de Charly, y no es casualidad que Riqui tuviera una predilección por ella y que sea esta la canción que se salvó”.