Y “al final”, cristianos, judíos, hindúes, budistas, musulmanes y el resto de las religiones tenían un cinco por ciento de razón en su concepción del más allá. Según el planteo de The Good Place (serie cuya primera temporada se puede ver por Netflix), el paraíso está dividido en barrios donde conviven personas de distintos credos, todos de buen corazón e ideales como el esperanto. Eleonor Shellstrop (Kristen Bell) llega a uno que rebosa de colores pastel, donde los muertos se alimentan a base de yogurt helado y cada uno habita en su casa de ensueño. El punto es que la protagonista no pertenece a ese “buen lugar”. Tendría que estar un par de pisos más abajo y sus acciones postmortem provocarán reacciones caóticas en el paraíso. Bajo su caparazón de comedia naive, la creación de Michael Schur ofrece una espesura propia de un Master en Ciencias Morales, o al menos, se comprenden los elogios que ha recibido hasta la fecha. 

A  Shellstrop no la moviliza ningún otro interés más que el propio y tiene buen ojo para reconocer las fallas ajenas. Por un error burocrático, acaba en esta comarca y teme que si la descubren la envíen a donde realmente se lo merece. Porque durante sus días en la tierra, por ejemplo, se dedicaba a vender productos médicos falsos como telemarketer (ese es solo uno de sus pecados que brotan en pantalla como flashback). El otro personaje fundamental es Michael (Ted Danson), el arquitecto que concibió este distrito donde comenzará a llover basura producto de un desliz de la mujer. El actor de Cheers vuelve a demostrar porqué es un todo terreno de la pantalla chica. Encarna un ángel guardián tierno, no del todo competente y al que se le puede soltar la cadena: frente a un imponderable pateará un cachorrito por los aires. “¿Saben cómo se siente uno cuando ve una imagen de dos nutrias tomadas de la mano? Así es como te sentirás todos los días”, le promete a los recién muertos durante la almibarada charla de orientación. Pero el edén tiene varias filtraciones y Shellstrop sólo se encarga de ensancharlas. El único confidente será su “alma gemela”, Chidi Anagonye, un profesor de filosofía africano que la ayudará, muy a su pesar, en eso de ser alguien noble. Será tarea ardua. Ni la enfermera Florence Nightingale fue lo suficientemente buena como para ganarse su salvoconducto a esta porción del cielo. ¿Quién más está en allá abajo? Para empezar, Cristóbal Colón “por todo lo relacionado a las violaciones, el tráfico de esclavos y el genocidio”.

Los tipos de humor presentes en The Good Place son varios. Su estructura le debe mucho a la screwball comedy, género subversivo dado al vértigo, textos afilados y un aparente sinsentido. Además de su ritmo aceitado y gags permanentes, su paleta ominosa y tono fresco que podrían hacerle creer al espectador que está frente a un programa de humor bonachón. Todo lo contrario. Ahí están los insultos “censurados” a Shellstrop. El cartel donde se explicitan las buenas acciones (“purificar el agua”; “cantarle a un niño”) y las faenas en el otro extremo (“decirle a una mujer que sonría”; “usar Facebook como verbo”; “calentar pescado en el microondas de una oficina”). Nada es lo que parece en esta sitcom en la que reverbera un albedrío inusual para un programa original de la tevé abierta (NBC).   

“No es que sea una típica malvada. Ella es una mujer promedio. Simplemente se pone primero y no comprende que sus acciones tengan un efecto dominó, y creo que eso es muy fácil de relacionar con cualquiera. También está la gran metáfora que nunca es demasiado tarde para cambiar, incluso después de que mueras”, aseguró la actriz de Verónica Mars y Hous of Lies y que se convirtió en ese criatura adorablemente maliciosa desde su papel en la comedia Forgetting Sarah Marshall. Según la actriz, el mayor desafío de este tipo de papeles es generar empatía con el público interpretando seres taimados.

Lidiar con moralidad y mortalidad podría ser un repelente para carcajadas y su creador es muy consciente al respecto. “Hay un riesgo cuando en un programa de tevé lidiás con tópicos filosóficos y éticos porque podés sonar muy pretencioso. ¿Esto va a ser interesante o vamos a parecer universitarios soporíferos que discuten mientras fuman pipa?”, se preguntó quien también puso su sello en envíos como Parks and Recreation y Broolyn Nine-Nine. La respuesta está en el mecanismo distópico de The Good Place donde asoma la estructura de El Cielo puede esperar y la negrura de Pushing Daisies en la que un tipo tenía el poder de revivir a los muertos. Schur, sin embargo, destacó la influencia de otro programa sobre almas en pena como Lost. Otro punto a favor de The Good Place. En los primeros segundos de esta serie ya se sabe que todos están muertos.