El proceso de transición energética y electromovilidad es global y está en marcha. Contundente, la investigadora Verónica Robert afirma que Argentina debe sumarse a este proceso o se perderá una oportunidad de desarrollo invalorable. Nuestro país cuenta con condiciones para hacer un aporte sustantivo a esta transición dada su privilegiada dotación de recursos: no solo cuenta con reservas de litio sino, además, con capacidad para generar energías renovables, como la solar o la eólica. La pregunta nodal es cómo contribuir a este proceso y, en particular, trabajar en la cadena de baterías y en la cadena del hidrógeno de bajas emisiones

La experta, que fue Subsecretaria de Estrategia para el Desarrollo durante el gobierno de Alberto Fernández, advierte que la inserción de la Argentina en este proceso no debe circunscribirse a un modelo netamente extractivista, sino pasar a otro en el que la ciencia y tecnología nacional tengan un rol protagónico.

¿Cómo está posicionada la Argentina en el proceso de transición energética?

--Pensar el proceso de transición energética supone no solo imaginar cómo la Argentina hace su propia transición energética, sino cómo se posiciona frente a un proceso que es global y ya está en marcha. Hoy, una gran cantidad de países están haciendo esfuerzos significativos para reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero. La crisis climática global se ha vuelto acuciante y se requieren medidas para afrontarla.

¿Qué tipo de medidas?

--Muchos países están transformando sus matrices energéticas, su forma de producir y de consumir energía. Hay fuertes transformaciones en curso que son una nueva revolución tecno-productiva, que tendrá implicancias a nivel global. En ese contexto, no da lo mismo cualquier política que la Argentina implemente frente a este proceso. Por eso digo que no importa solo cómo reduce sus emisiones, sino qué postura toma frente a este proceso global. Concretamente, ¿cómo va a participar en la cadena de baterías y en la cadena del hidrógeno de bajas emisiones?

¿Cuáles son las acciones que Argentina debe implementar para hacer una contribución real a este proceso?

--El proceso de transición energética demanda recursos naturales, por ejemplo minerales críticos como el litio. Pero también demanda la capacidad para generar energías renovables, como la solar o la eólica. Disponer -o no- de esos recursos naturales es una diferencia significativa respecto de la contribución de los diferentes países a este proceso de transición. No cabe duda que Argentina, por los recursos naturales que tiene -por ejemplo, el litio-, pero también por su capacidad eólica, muy probablemente haga una contribución con esta dotación de recursos. Sin embargo, no es lo mismo si la inserción de nuestro país en estas cadenas globales de valor se circunscribe a la explotación de esos recursos naturales o si, por el contrario, pueden pensarse encadenamientos productivos en torno a los mismos.

¿En qué reside esa diferencia?

--Las baterías de litio aportan un ejemplo elocuente de esto, ya que una cosa es producir carbonato de litio a partir de la extracción de salmuera y otra es avanzar en diferentes tipos de procesamiento de ese carbonato de litio y convertirlo en sustancias más complejas, tales como los materiales catódicos para producir celdas de batería. Solo con ese paso el valor exportado se multiplicaría por tres. Lo importante es que la Argentina no solo tiene esos recursos naturales sino, además, las competencias industriales y las capacidades en ciencia y tecnología, un activo valioso para pensar en el agregado de valor. Así se puede evitar que la transición energética nos lleve a una estructura productiva más primarizada y que, en su lugar, nos conduzca a un proceso de diversificación y reindustrialización de nuestra matriz productiva.

¿Qué tipo de acciones estaban incluidas dentro de ese plan de mediano y largo plazo que se trabajó durante el gobierno de Alberto Fernández? ¿Y en qué medida se le da continuidad en esta gestión?

--La transición energética y la política industrial van de la mano. La mayoría de los países que promociona el desarrollo de las nuevas cadenas de valor en torno a la electromovilidad, en torno a las energías renovables, lo hace de la mano de un fomento a la actividad productiva, con un objetivo claro de generación de empleo y de valor en los territorios. La literatura ya viene desarrollando este tema. Mazzucato y Rodrik, por ejemplo, hablan de políticas industriales con condicionalidades.

¿Qué son las “políticas industriales con condicionalidades”?

--Para acceder a los beneficios de la política industrial se le solicita a cualquier proyecto de inversión una serie de objetivos. No es lo mismo dar subsidios o beneficios a la actividad privada sin pedir nada a cambio que articular esos subsidios en el marco de un proyecto de desarrollo. Por ejemplo, durante el gobierno anterior, en el caso particular del hidrógeno, se buscó promocionar toda la cadena de valor del hidrógeno y no solamente la radicación de proyectos para la exportación de hidrógeno con importación completa de todos los equipamientos y materiales. Lo mismo ocurrió en el marco de la mesa del litio.

¿Quiénes integran la mesa del litio?

--En ese diálogo participan diferentes actores, de las provincias y también con diferentes áreas del gobierno nacional, de la ciencia y la tecnología y de la industria. En ese intercambio se buscó analizar y promocionar otras actividades de agregado de valor al litio, que trasciendan el modelo netamente extractivista, con aporte de la ciencia y tecnología nacional.

¿Qué tipo de estrategias y acciones coordinadas se llevan adelante desde la mesa del litio? ¿Qué instrumentos hay que afianzar para ir hacia un modelo más industrialista que extractivista?

--Es muy importante el papel de las provincias y de los gobiernos provinciales. Las provincias son las depositarias de los recursos naturales y es clave que encuentren en estos recursos la oportunidad para una especialización inteligente en torno a los mismos, agregando valor. Es difícil que una provincia lo implemente en forma autónoma, porque gran parte de las políticas industriales son nacionales, al igual que las políticas de ciencia y tecnología. Por lo tanto, esa articulación entre provincias y gobierno nacional es clave para hacer un desarrollo más sofisticado de los recursos, que vayan a favor de escalar en la cadena de valor.

En lo que va del gobierno de Javier Milei hay algunos desacuerdos entre los gobiernos provinciales y el nacional. ¿Se está avanzando en la coordinación nación/provincias en este proceso de transición energética? Se lo pregunto no solamente en pos del desarrollo industrial sino también como forma de reducir las inequidades entre las provincias.

--Es preocupante que este gobierno haya abandonado a la voluntad del sector privado estos desafíos y desarticulado las áreas en el Estado donde se desempeñaban equipos de profesionales especializados en el abordaje multidisciplinario de esta problemática. Me refiero a la Secretaría de Asuntos Estratégicos que estuvo a cargo de Mercedes Marcó del Pont y las diferentes áreas específicas de Industria, Economía, Ciencia y tecnología, Transporte y Ambiente, con las que se articulaba. Uno piensa lo estratégico y lo importante de tener una posición de largo plazo en torno a la transición energética y hoy nos encontramos con políticas públicas que miran solo el corto plazo. Las políticas actuales están enfocadas en la reducción del gasto público, quedan restringidas al plano fiscal sin atender las repercusiones que esto vaya a tener sobre el proceso de acumulación de capacidades necesarias para, por ejemplo, la industrialización en torno a la transición energética. La coordinación con las provincias en este punto es muy difícil, muy sensible, porque hay muchas cosas en juego.

¿Cómo cuáles, por ejemplo?

--Se juega la propia supervivencia de las provincias en este momento, de allí la necesidad de que las provincias puedan coordinarse de forma propositiva y no se queden solo en una negociación desventajosa. Hay que pasar a una relación en la cual las provincias y la Nación proyecten el desarrollo de un país mejor de cara al futuro. Ese objetivo es muy difícil en este contexto. En paralelo, el gobierno está proponiendo políticas públicas que suponen la ausencia de una política industrial. Con esto no estoy diciendo que no haya subsidios para las empresas.

¿A qué se refiere concretamente?

--Por ejemplo, el régimen de incentivos para grandes inversiones (RIGI) que está en el nuevo borrador de la ley ómnibus propone una cantidad de beneficios a las empresas que son muy significativos, aunque sin condicionalidades, sin integración nacional, sin transferencia de tecnología, sin objetivos de generación de empleo. Eso va a conducir a una economía de enclave, no a una de desarrollo industrial integrado con las capacidades preexistentes.

¿Por qué habla de ausencia de la política industrial?

--Una política industrial requiere de una planificación estratégica, algún tipo de condicionalidad a los beneficios en los términos que lo plantean Mazzucato y Rodrik. Por ejemplo, en La Ley de Reducción de Inflación (IRA) en los Estados Unidos, los beneficios se conjugan con requisitos que atienden objetivos estratégicos de largo plazo. Si bien hoy parece un futuro lejano, es clave para pensar la transición energética, es algo que nos va a atravesar, que nos va a afectar a nosotros como argentinos en el futuro. Al tener litio y recursos eólicos y solares, Argentina va a insertarse en estas cadenas proveyendo recursos naturales. La pregunta es si además de hacer esas exportaciones, desarrollará valor en el camino.

En base a este enfoque industrialista, ¿a qué actores debería interpelar y ofrecer herramientas el Diploma universitario en Transición Energética, que se abrió en la Escuela IDAES–UNSAM?

--Estamos lanzando un Diploma universitario en temas de transición energética, que se llama “Nuevas Energías y Desarrollo y Financiamiento Productivo”. Busca explicar qué está pasando en el mundo, ofrecer información y formación sobre transición energética, mostrar cuáles son los desafíos que enfrenta nuestro país. Queremos mostrar que este proceso de transición energética es una gran oportunidad para la Argentina, pero si no se aplican las políticas necesarias, si los diferentes actores no reclaman las políticas que requiere este proceso, corremos el riesgo de que el tren zarpe y nos deje una vez más con bajos niveles de industrialización y desarrollo. Esto tiene que importarle al sector industrial, hay muchos industriales metalmecánicos con capacidad para participar de estas cadenas de valor.

¿Incluye a trabajadores del sector?

--Claramente, tenemos una oportunidad para profundizar el proceso de industrialización y el involucramiento de los sindicatos es imprescindible. El SMATA y la UOM son dos protagonistas de este proceso.

¿Puede mencionar algún ejemplo de este tipo que implique un riesgo para la Argentina?

--Riesgo de desindustrialización, por ejemplo en el sector automotriz que es necesariamente exportador y donde todo el mundo hoy está poniendo límites a la venta de nuevos autos con motores a combustión interna. Argentina tiene que definir una estrategia para su propia industria automotriz, porque la pérdida de la industria automotriz repercutirá en otras industrias asociadas.

En varias ocasiones ha mencionado la importancia de planificar la transición. ¿Qué posibilidades hay de cumplir con una proyección temporal de largo plazo en electromovilidad y transición, cuando asistimos a cambios tan radicales como los que está implementando el gobierno?

--Esa planificación es a 30 y a 50 años, es una planificación con etapas. Otros países lo están haciendo y, por supuesto, no están dejando el proceso en manos del mercado. Esto es muy importante, porque Argentina podrá competir en estos segmentos en la medida en que pueda ir cumpliendo con esos hitos intermedios a futuro. Brasil está avanzando en electromovilidad, con un nuevo plan industrial y un nuevo plan específico para el sector de la movilidad. Actualmente, en este momento está instalando nuevas plantas para producir autos, plataformas eléctricas e híbridas. En Argentina todavía no tenemos producción de vehículos híbridos. Entonces uno se pregunta: si nosotros no pensamos qué hitos vamos a cumplir en los próximos años, nuestros vecinos y socios comerciales van a estar avanzando en este proceso y nosotros nos vamos a quedar mirando hacia atrás. Por eso es importante un proceso de reflexión colectiva en torno a la transición energética. Con ese propósito, impulsamos esta diplomatura desde la Universidad de San Martín.