Una calle de Burzaco en el partido de Almirante Brown nos da pie para hablar de este representante de la toponimia bonaerense. Giovanni Battista Fiorino Giuseppe Ameghino, más conocido como Florentino Ameghino (1853-1911), fue un notable paleóntólogo y antropólogo argentino. Creemos que no exageramos cuando decimos que toda la teoría de Ameghino sobre el origen del hombre se basa en un cráneo. Su homo pampeanus, el que fue en su momento el orgullo de la nación, representante de la fuente argentina de la humanidad (coincidentemente con el esplendor económico del país). Según el científico los seres humanos en su evolución y desarrollo no habrían empezado en África, ni mucho menos en Francia, como le habría gustado a un parisino, sino entre Miramar y Necochea, Provincia de Buenos Aires.

Para Alfredo J. Torcelli, su panegirista y editor de los 24 volúmenes de trabajos que Ameghino produjo en sus breves 57 años de vida, el antropólogo difería totalmente con la teoría de Darwin a quien corregía en su tesis y completaba sus hallazgos con la afirmación de que el mono descendía del hombre en un proceso de “bestialización”. Y Torcelli cita a Ameghino:

"De acuerdo con estas observaciones y con los nuevos puntos de vista que ellos determinan, poniendo en paralelo al hombre con los simios del antiguo continente, no es el hombre que aparece como un mono perfeccionado, sino al contrario, son los monos que aparecen como hombres bestializados".

Para Ameghino, agrega Torcelli, las razas humanas se dividen en dos grupos principales, más propiamente especies: el Homo sapiens, que comprende las razas caucásicas-mongólicas y el Homo áfer formado por las razas enanas de los akas, bosquimanos, hotentotes, negritos y las razas afines, negra, negroide, australiana. El primer grupo derivaría del Homo pampeanus que, evolucionando, pasa a Norte América, después a Asia. Una rama, pasando a Europa sobre el puente que unía este continente con el Canadá, se habría transformado […] aislándose después y "bestializándose", hasta llegar al Homo primigenius representado por el hombre de Neanderthal.

A diferencia de otros hombres de ciencia argentinos, Ameghino no fue un gran coleccionista de cráneos de indígenas contemporáneos. No tuvo la obsesión del Perito Moreno por recolectar todos los cráneos de los Catriel, ni de Estanislao Zeballos por hurgar en las tumbas de Calfucurá, Pincén y tantos otros durante la Conquista del Desierto. No fue de los que con reconcentrado silencio acompañaba en los entierros a los tehuelche para luego profanar la tumba del cacique “amigo” cuando los indios se habían retirado, como es el caso de Clemente Onelli; o como Ambrosetti, que pedía a su hermana de regalo cabezas de indios del Chaco. A Ameghino le interesaba el pasado más que los despojos de la conquista militar roquista. No obstante, como respetado científico en la era del positivismo, recibió en su posición de Director del Museo Nacional de Buenos Aires, hoy Museo de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, una abultada correspondencia solicitando cabezas:

Londres, Marzo 14 de 1906. Estimado Señor Ameghino: Ruego a Vd. me disculpe por la libertad que me tomo. Para ilustrar una monografía que tengo en preparación, estoy ansioso de asegurarme un cráneo típico de indígena de Patagonia, o de la Tierra del Fuego, o de una cualquiera de las tribus de las Pampas, que el Museo posea por duplicado. Yo le ofrecería en canje cráneos de Madagascar, Haut Congo, Australia, etc. Quedo de Vd. muy sinceramente. George E. Masón.

Museo Británico, Londres, Septiembre 3 de 1907. Estimado Señor: El Director necesita un cráneo de poney araucano y uno asimismo del común nativo de la Argentina. ¿Puedo yo confiar en que será Vd. lo bastante amable para hacer la tentativa de procurar tales ejemplares con destino a este Museo? Muy sinceramente suyo. R. Lydekker.

Brooklyn, N. Y., Marzo 29 de 1910. Doctor Florentino Ameghino. Estimado Señor: […] Le quedaré sumamente obligado si puede decirme si se han hecho algunas reproducciones en yeso de los cráneos del hombre primitivo descriptos en varias de sus obras. La mayor antigüedad del hombre en el continente americano no es bien comprendida, y me agradaría mucho obtener copias de esos importantes ejemplares. Créame su sincero. F. A. Lucas, Jefe de Conservadores.

Buenos Aires, Abril 1910. Señor Dr. Estanislao S. Zeballos. Mi muy distinguido amigo: […] Pareciera que las extinguidas razas fósiles de la Argentina despertaran de ultratumba para asistir a las fiestas del Centenario. El Dr. Cavazzutti acaba de traer dos esqueletos con sus respectivos cráneos encontrados en el Pampeano superior de la costa Atlántica, unos 60 kilómetros al Norte de Necochea, y pertenecen a un tipo primitivo absolutamente distinto de todos los demás conocidos. La mandíbula es de borde anterior vertical, sin mentón, como las famosas de la Naulette, Spy y Krapina. Lo saluda su siempre muy afectísimo. Fl. Ameghino.

Buenos Aires, Septiembre 9 de 1910. Leandro Valle, tiene el honor de saludar al Sr. Director del Museo Dr. Ameghino, y a pedido del Sr. Profesor Dr. Ambrosetti envía a Vd., por ahora, un cráneo humano, debiendo, el otro solicitado, estar listo para dentro de unos días.

Señor Dr. Leandro Valle. Mi muy estimado señor: Tengo el agrado de acusar recibo de los dos cráneos humanos que se ha dignado enviarme, y le agradezco infinito su fina atención. Voy a emplearlos para practicar un cierto número de secciones en direcciones no habituales. S. S. Fl. Ameghino.

Ameghino falleció en 1911 lo que dio motivo a unas fastuosas exequias en la ciudad de La Plata. El científico había pertenecido a la Logia Masónica Lumen, de la localidad de Moreno, y el funeral se utilizó como una manifestación de militancia anticlerical. El propio Ameghino, paleontólogo y deísta, había tenido largas disputas con el párroco de Luján, José María Salvaire (una calle de la ciudad lo recuerda). El motivo de la discusión se debía a que Luján era, coincidentemente, el sitio de muchas de las excavaciones de Ameghino.

La Iglesia mantenía desde hacía tiempo que la antigüedad de la Tierra no superaba los 5000 años. El cálculo surgía de la suma de las edades de todos los descendientes contando a partir de Adán mencionados en la Biblia. La aparición de restos fósiles que multiplicaban con creces esa cifra era lo que exasperaba los ánimos de la institución.

Al conflicto se agregaba el hecho de que el pueblo de Luján, desde 1873, era la meta de populosas peregrinaciones al culto mariano. El papa León XIII declaró años más tarde a la Virgen de Luján Patrona de la Argentina, Paraguay y Uruguay, coronando su imagen en Roma por intercesión de Salvaire.

La ocasión del fallecimiento de Ameghino embanderó a masones y positivistas alrededor de una gran ceremonia laica. Bajo el título de Funeral Civil se congregaron miles de personas en el Teatro Argentino. El evento reunió a políticos, científicos, militares, estudiantes, periodistas y maximalistas opuestos a la iglesia. Incluso la Policía de la Provincia, con su banda de música, acompañó la ceremonia al son de la Sinfonía Heroica de Beethoven y de la marcha fúnebre de El crepúsculo de los dioses de Wagner. En un marco grandilocuente, decorado por el arquitecto Guillermo R. Ruótolo, los asistentes esperaron pacientemente la entrada de los oradores.

El gobierno de la Provincia publicó un folleto con los detalles del Funeral Civil que el redactor del mismo juzgó de “positivamente espléndida.” El texto subraya el espíritu luminoso del acto en el que se buscaba que “el conjunto ornamental produjera la impresión de los funerales romanos efectuados en homenaje de los beneméritos que entraban en el concierto de los dioses y para los cuales era la muerte principio de consagración y predominio espiritual con influencia sobre los destinos de la humanidad”. Por eso la decoración del ambiente, aclara el redactor, con una evidente patadita hacia la iglesia, evitaba “incurrir en la triste monotonía y aplastadora idea de la inferioridad humana predominante en los funerales litúrgicos de todas las religiones que no se informan en principios de civismo y humanitarismo”. En la sala predominaba —continúa nuestro informante— el “verde y la policromía de las flores sobre el negro color de los lutos usados forzosamente para expresar el duelo dentro del concepto moderno y común que rige en los funerales”.

A pesar de este “concepto moderno” de policromía feliz del funeral de Ameghino, tendríamos que señalar que el mismo redactor del folleto nos cuenta que "la bandera fue puesta á media asta y enlutada con una gran tira de seis metros de crespón negro. Las entradas para peatones y carruajes fueron decoradas con grandes paños negros. El atrio fue adornado con numerosas plantas, cuyas macetas estaban envueltas en paños negros. Las columnas del pasaje central, que dan acceso á la gran escalera de honor, fueron enlutadas. Una alfombra negra cubría el centro de los amplios peldaños de mármol. En el palco oficial, ondeaba un paño de terciopelo negro, que de trecho en trecho se envolvía en artísticos recogidos. Los parapetos de la escalera y las rampas de acceso llevaban hasta la mitad de su altura franjas festoneadas de luto. El acceso a los palcos fue cubierto por un amplio y riquísimo cortinado de terciopelo negro; y por los agradecimientos sabemos que la mercería de don José Suer, prestó cuanto luto le fue necesario al señor Ruótolo para desarrollar su plan ornamental".