Cansancio crónico, dolor en las articulaciones, ansiedad, pérdida del cabello, depresión, pérdida de memoria y deterioro cognitivo son solo algunos de los síntomas del Síndrome Autoinmune - Autoinflamatorio Inducido por Adyuvantes, más conocido como el Síndrome de ASIA, por sus siglas en inglés.

El síndrome de ASIA es una enfermedad relativamente novedosa, identificada por primera vez en el 2011 por Yehuda Shoenfeld y Nancy Agmon-Levin. Se trata de una reacción del cuerpo a una sustancia extraña al organismo, como puede ser la silicona de los implantes mamarios. Ante la presencia de un agente externo el cuerpo genera anticuerpos para protegerse, que se manifiestan de diferentes maneras provocando dolencias y padecimientos.

En primera persona

Angelly Moncayo sabe de primera mano lo que es transitar esta enfermedad. La actriz oriunda de Colombia, un país reconocido por su industria de la belleza, vivió en carne propia el síndrome de ASIA durante años. Ella se implantó siliconas en sus mamas a los 18 pero no fue hasta los 40, cuando supo lo que le estaba pasando, que decidió remover los implantes, finalizando la tortuosa enfermedad. “Yo comencé a hacer reacción dos o tres años después de implantarme, aunque no era consciente de eso en el momento. Tenía gripes frecuentes, volvieron las alergias de cuando era pequeña, comencé a sentirme muy cansada, a tener vértigo. Yo normalizaba los síntomas y trataba de justificarlos. Luego me diagnosticaron Tiroiditis de Hashimoto y todos los profesionales de la salud comenzaron a culpar a la tiroides, incluso cuando estaba controlada. Se volvió la excusa perfecta”, explica.

Angelly Moncayo fundó Asia Recovery,  una organización que conecta personas que sufren del Síndrome de ASIA y brinda información sobre la patología. El año pasado estrenó el documental Tetas Grandes. 

“Cuando dí a luz a mi hija el cuadro empeoró. Para ese entonces yo pasaba todas las semanas en los consultorios de diversos especialistas y conocía todos los hospitales de Palma de Mallorca, donde residía. Me hicieron numerosos estudios pero ninguno lograba identificar el origen de lo que me pasaba. Yo pensaba que iba a morir sin siquiera tener un diagnóstico. Fue dolorosísimo, un desgaste tanto físico como emocional”.

En el periodo en que estuvo enferma Angelly pasó por decenas de profesionales que una y otra vez la derivaron a consultas psiquiátricas, invalidando su padecimiento o adjudicándoselo al estrés y al desorden hormonal. Fue entonces cuando la suerte jugó a su favor y, a raíz de un posteo en redes sociales, descubrió gracias a los comentarios de otras mujeres cómo se llamaba lo que le sucedía y que había posibilidad de revertirlo.

La "emocionalidad" femenina

“Siempre me pregunto cuál hubiera sido la respuesta de la comunidad médica si esta enfermedad la sufrieran hombres. ¿Los habrían mandado al psiquiatra? ¿Les hubieran dicho que estaban locos? Creo que la respuesta la sabemos todos: lo que gira en torno a las mujeres siempre es emocional. Este es el gran enemigo de la enfermedad, porque no validan nuestra sintomatología. Quedamos entre la espada y la pared”, señala la coach en salud y bienestar.

En 2020, luego de explantarse, Angelly decidió fundar “ASIA Recovery” una organización que conecta personas que sufren del Síndrome de ASIA entre sí y con profesionales idóneos, formando una red de apoyo. Se trata de generar puentes entre la información y las personas que desean explantarse, ya sea que tengan síntomas o no. “Igual que decidimos implantarnos en algún momento podemos decidir explantarnos y queremos que se respete nuestra decisión sin ser cuestionadas”, afirma. “Tampoco obligamos a nadie a que se quite los implantes, sino que nos encargamos de difundir la información a quienes deciden hacerlo. Somos un puente entre las personas que transitan la enfermedad y la información adecuada o los profesionales idóneos según el momento en que estén y los recursos que tengan”, asegura.

Si bien Angelly hace hincapié en que la remoción de los implantes es una decisión totalmente personal, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) de Estados Unidos ya advirtió sobre las consecuencias de los implantes mamarios y su posible relación con distintos tipos de cáncer. Además, según esta misma organización, el 87,5 por ciento de las mujeres que se explantaron informaron una mejora de los síntomas del Breast Implants Illness, una enfermedad asociada al síndrome de ASIA.

Sobre la población afectada, Angelly explica que si bien muchas son mujeres de mediana edad que decidieron implantarse por una cuestión estética, también hay niñas que recibieron la operación como regalo por sus 15 años y mujeres que transitaron un cáncer de mama y optaron por la implantación por consejo médico. “A las mujeres que pasaron un cáncer no se les da otra opción, el implante parece la respuesta a todo. Para mi es una cuestión matemática, ¿cómo voy a ayudar a alguien en su proceso de cura sumando un agente externo que puede dañarlo? Reconstruirse las mamas es una opción más, pero no la única y la elección no puede estar sugestionada por el profesional”, enfatiza la productora del documental “Sicklicone”.

Párrafo aparte merece la situación de la población travesti-trans, que al no contar con los recursos para hacerse la implantación en lugares con la higiene necesaria, muchas veces recurren a materiales inadecuados, entre los cuales se llega a utilizar aceite de avión o de cocina. “Para la población trans muchas veces la implantación es parte del proceso identitario. Algunas terminan perdiendo la vida porque los profesionales médicos hacen uso y abuso de sus vulnerabilidades. Lo peor es que si tienen algún problema con los implantes y deciden explantarse son muy señaladas”.

La violencia estética también es violencia

Como explica la actriz, condecorada por el Congreso colombiano por su activismo, el síndrome de ASIA es sólo la punta del iceberg de la violencia estética, una más de las maneras en las que se imponen estereotipos sobre los cuerpos feminizados. En ese sentido, considera que no se puede permanecer neutral e insiste con la necesidad de políticas estructurales para no seguir reforzando estereotipos de belleza irreales y dañinos. “Los gobiernos y las instituciones educativas tienen que empezar a sancionar la violencia estética. Hay que crear normativas, regular los medios de comunicación y controlar los productos que se comercializan”, enfatiza.

Antes de terminar la entrevista una pregunta queda flotando en el aire: ¿Pensás que las personas se siguen implantando por ignorancia o lo hacen aún sabiendo las consecuencias? “Es importante que las activistas tengamos en cuenta que nuestra función es informar pero que las decisiones son individuales”, responde Angelly. “Cuando se tiene toda la información se puede elegir de manera responsable. Lo que no es correcto es que la información esté segmentada, que entremos al quirófano desconociendo parte de las consecuencias del procedimiento. Esto no puede ser un nuevo tema para dividirnos, no se trata de personas explantadas contra personas con implantes. Las mujeres históricamente fuimos divididas y enemistadas pero juntas somos mucho más fuertes”.