Dos policías bonaerenses fueron condenados a penas de un año y un año y dos meses de prisión “en suspenso”, sin cumplimiento efectivo, por la “desidia” con la que actuaron en la búsqueda, durante 24 días, del matrimonio Pomar y sus dos hijas, cuya desaparición se había producido el  14 de noviembre de 2009. Un tercer policía, imputado por el mismo caso, fue absuelto por decisión del juez correccional de Pergamino Carlos Picco. 

Los integrantes de la familia fallecieron en un accidente de tránsito cerca de la ciudad de Salto, pero la policía los encontró recién el 8 de diciembre, a pesar de que una llamada al 911 había alertado mucho antes sobre la presencia de la camioneta en la que viajaban los Pomar, a la vera de la ruta 31. Los policías, acusados por el delito de “falsedad ideológica de instrumento público”, firmaron actas en las que aseguraron que habían rastrillado la zona apenas recibida la llamada, cuando en realidad lo hicieron recién el 8 de diciembre. En el tiempo que duró la desaparición, la policía difundió hipótesis de todo tipo sobre lo sucedido, vinculando incluso a los Pomar con una supuesta venganza del cartel de Sinaloa. 

En el veredicto, el juez Picco sostuvo que “la familia Pomar no fue buscada como se debía” y que “los rastrillajes fueron deficientes”. En consecuencia, el magistrado condenó a un año y dos meses de prisión en suspenso al comisario Daniel Fabián Arruvito y a un año de prisión en suspenso al teniente Luis Quiroga, mientras que absolvió al teniente Benito Barcos, el único de los tres que sigue en actividad. Al momento de los hechos, los tres se desempañaban en la Patrulla Rural de Pergamino y en el destacamento de la localidad de Gahan. 

“Estamos conformes con las condenas, si bien no son los montos que habíamos pedido, y estamos evaluando no apelar para que se aumenten, pero sí la absolución de Barcos”, anticipó Aquilino Giacomelli, abogado de la familia Pomar. La querella había pedido penas de hasta cuatro años de cumplimiento efectivo y la fiscalía de un año y seis meses para Arruvito y Barcos, mientras que resolvió no acusar a Quiroga. El juez Picco,sin embargo, hizo un enroque, dado que condenó a Quiroga y exculpó a Barcos.

Sobre Barcos, el abogado querellante precisó que realizó lo que se denomina en la jerga policial un “lancheo”, es decir ir despacio en el móvil mirando a ambos lados de la ruta 31 y hacia adelante en busca de rastros. “Si había una impronta de frenada, como se encontró después (sobre esa ruta), tendría que haberse detenido y haberla visto”. Giacomelli señaló que los dos policías finalmente condenados habían realizado “otro tipo de rastrillaje” durante la búsqueda. El representante de la familia se manifestó de acuerdo con los fundamentos del fallo, ya que se resaltó que hubo “desidia” en el accionar de los uniformados, cargo que también extendió a los funcionarios políticos y judiciales de la época.

Por su parte, María Cristina Robert, madre de Gabriela Viagrán, la esposa de Fernando Pomar, consideró que los tres policías “son unos perejiles” y que “en el juicio no estuvieron todos los que tenían que haber estado”. El debate se centró sólo en la falsedad ideológica de las actas de rastrillaje, mientras que por el tiempo transcurrido prescribió la causa contra otros miembros de la Policía Bonaerense que estaban imputados por “omisión y violación de los deberes de funcionario público”. Se llegó a la prescripción debido a una estrategia legal de la defensa y a una demora injustificada de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, según la explicación que dio Giacomelli.

Entre los policías que quedaron fuera del juicio oral, estaba uno que el 27 de noviembre de 2009, 13 días después de la desaparición de la familia, recibió un llamado que alertaba sobre el lugar donde estaba el vehículo y no le dio importancia. Al salir de la ruta, habían quedado en la banquina partes del vehículo y de elementos que llevaba la familia. Los cuerpos estaban fuera del Fiat Weeken en el que iban, entre pastizales y árboles. 

Fernando Pomar, de 40 años, y Gabriela Viagran, de 36, fallecieron en el accidente junto con sus hijas María del Pilar, de 3 años, y Candelaria, de 6. El 14 de noviembre de 2009 se trasladaban desde su casa en José Mármol a la ciudad de Pergamino, en la que habían nacido. Como no llegaron ese 14 de noviembre de 2009, sus familiares hicieron la denuncia y recién los encontraron 24 días después.