En 2018, la dramaturga y directora Lola Arias exhibió su película Teatro de guerra en el penal de Ezeiza. Después de la proyección se hizo una charla y varias personas que estaban ahí mostraron interés por su trabajo con actores no profesionales. A partir de ese intercambio, decidió organizar talleres de cine y teatro en 2019. “La música apareció rápidamente como algo clave en la cárcel. El contacto que tenían con el arte era fundamentalmente a través de la música: de escuchar, cantar y bailar”, cuenta Arias en diálogo con Página/12. Ese fue el germen de Reas, película estrenada en la Berlinale 2024 que narra la experiencia carcelaria de un grupo de personas en clave musical, con canciones y coreografías filmadas en la excárcel de Caseros, donde la materia documental se potencia con la construcción ficcional para retratar vivencias colectivas. Ahora acaba de estrenar Los días afuera, una continuación del film que relata el momento posterior al cumplimiento la condena con seis de lxs catorce integrantes del elenco que había protagonizado la versión cinematográfica: Yoseli Arias, Paulita Asturayme, Carla Canteros, Estefanía Hardcastle, Noelia Pérez e Ignacio Rodríguez.

Arias registró que podía haber una película musical, y empezó a trabajar sesiones de karaoke y pruebas coreográficas en esos primeros talleres que impartió junto a la bailarina Leticia Mazur. “La idea era desarrollar una película musical en la cárcel mientras cumplían condena, pero vino la pandemia y tuvimos que reformular el proyecto para hacerlo afuera. Creo que esa decisión fue fundamental porque iba a ser muy difícil adentro. La verdad es que el servicio penitenciario no estaba muy a favor del proyecto”, apunta la reciente ganadora del Premio Internacional Ibsen 2024. Mucha gente le pregunta a Arias cómo hizo para elegir a lxs protagonistas pero ella aclara que en realidad no hubo casting –aunque sí hizo algunas entrevistas previas por zoom–: las personas que permanecieron en los talleres fueron las que formaron parte de la película, ningunx quedó afuera. “Se trataba de responder a un deseo pero también teníamos que ver quiénes persistían a lo largo del tiempo: mucha gente se iba perdiendo porque sus vidas eran un caos, tenían problemas o quizá se daban cuenta de que eso no era lo que querían”, explica.

Una escena de "Los días afuera". Imagen: Carlos Furman.

Durante el rodaje, varixs integrantes empezaron a fantasear con hacer algo más, Reas 2 o una obra de teatro. Al principio la escritora tenía sus dudas, pero cuando en 2022 la llamó el director del Festival de Avignon pensó que quizás podían llevar adelante una versión teatral, esta vez con el foco puesto en la libertad. “No es una adaptación de la película sino una segunda parte. La película es sobre el tiempo de la cárcel y la obra explora mucho más el tiempo después: qué le pasa a una persona que sale al mundo y tiene que reconstruir su vida, sus afectos, encontrar un trabajo, una vivienda”. Los días afuera se presenta como una obra documental musical protagonizada por mujeres cis y personas trans que pasaron años en la cárcel y ahora se encuentran en libertad

Tanto en la obra como en la película –y en buena parte de la producción de Arias–, los límites entre realidad y ficción se difuminan para dar paso a una categoría nueva que comprende esos dos mundos pero también el espacio entre ellos, lo que se arma en esa mezcla de construcción y documento. "Todo lo que dicen en la película está escrito. De hecho, hay una escena en la que se ve eso muy claramente porque se olvidan una parte de la letra y empiezan a reírse –apunta la directora–. Para mí era muy importante mostrar que hay ficción, que hay actuación y que las personas no están improvisando sino que todo está completamente armado. Pero aunque haya ficción, el borde entre lo ficcional y lo real es muy lábil, porque cuando termina la ficción es como si la escena continuara, como si algo de lo que ocurre en el campo ficcional pasara al plano de lo real más allá de que hay un guión y en algún momento eso se termina".

Reas narra la experiencia de la cárcel pero aún así es muy luminosa. ¿En algún momento te planteaste esquivar la estigmatización que suele encontrarse en muchas ficciones carcelarias?

–No me interesaba hacer una película que reprodujera esa estigmatización de las personas detenidas porque se tiende a espectacularizar la violencia. Muchas producciones muestran la cárcel como un lugar violento y horroroso. No es que intente esconder ese aspecto, que sin dudas existe, pero quería mostrar a estas personas en su belleza y en su luz, no solo como víctimas de su destino, porque no les sirve sentirse víctimas o ser representadas como tales. Quería que la película mostrara personas que tienen mucho para dar, personas que son bellas, brillantes y tienen un gran sentido del humor. Con el equipo discutíamos mucho cuando nos parecía que algo rozaba el realismo carcelario y optábamos por sacar esas escenas. El género musical nos permitía ese nivel de juego, ficcionalización y delirio.

-¿Qué aportaron esas convenciones del género y cuáles fueron los desafíos?

-Hubo un gran trabajo de entrenamiento musical con varios involucrados: Ulises Conti compuso, Mailén Pankonin hizo el entrenamiento para la película y en la obra está Inés Copertino. Por lo general, componíamos canciones que venían de temas que ellxs mismxs traían a los ensayos, géneros en los que no soy experta pero sobre los que aprendí mucho haciendo Reas, como la cumbia o la bachata. Sabíamos que no iba a funcionar si nosotros imponíamos una música con la que no se identificaran o que no tuviera nada que ver con ellxs. El musical tradicionalmente retrata mundos marginales pero con actores que no pertenecen a ese mundo, entonces para mí hay algo lindo en esta reapropiación del género.

En Reas los climas narrativos fueron definiéndose a partir de las canciones: Estefi rockea un tema sobre la cuenta regresiva entre cuatro paredes, Yoseli entona un pop más fantasioso y soñador, y a coro todas chicanean a las celadoras al compás de una cumbia. Ese proceso continuó en la obra y Arias dice que el grupo se enfrentó a un gran nivel de exigencia: “Ahora me doy cuenta de lo demencial de ese pasaje del cine al teatro. En cine podés mentir mucho más: doblás, editás, cortás y subsanás errores en el montaje entonces no tienen que bailar o cantar perfecto; en el teatro, en cambio, es la verdad pura. Hubo un entrenamiento brutal y están haciendo un gran trabajo, es como un deporte de alto riesgo porque para poder sostenerlo hay que estar bien entrenado. Esa imperfección para mí es de las cosas más hermosas: hacer un musical imperfecto, vulnerable, con personas y cuerpos reales. En lugar de tener actores y bailarines virtuosos representando la vida de personas marginales, están esas personas que fueron marginadas y estigmatizadas bailando y cantando su vida”.

–También se exhibe la enorme diversidad de identidades, subjetividades y corporalidades que conviven en una cárcel, ¿no?

–Sí, creo que es una película muy queer porque muestra la cárcel de mujeres como un espacio amplio que alberga un montón de identidades: mujeres cis, mujeres trans, chicos trans. En la cárcel se generan muchas divisiones bajo esta idea binaria de que para proteger hay que separar a hombres y mujeres. Pero al interior de esos espacios se generan otro tipo de relaciones: de amor, de afecto, de amistad, de familia, todas atravesadas por identidades que no responden necesariamente a categorías heteronormativas. Y en esos contextos de encierro también se experimenta de otra manera la propia identidad: mujeres cis que quizá no tuvieron historias con otras mujeres, las tienen durante su tiempo de condena y viven experiencias que quizás afuera jamás hubiesen vivido. No me interesaba poner el foco en las bandas, la enemistad o la violencia entre detenidas, sino en las relaciones de afecto, amor, solidaridad y confianza que se pueden producir en contextos tan hostiles. Angela Davis habla mucho de eso en un libro sobre su experiencia carcelaria; ella dice que se arman verdaderas familias.

–Es una obra ambiciosa en términos creativos pero también logísticos. ¿Qué dificultades supuso el proceso?

–El otro día alguien me preguntaba si sentía que mis proyectos eran cada vez más políticos. Creo que lo político no reside solamente en los contenidos que se plantean sino en todo lo que implica lograr, por ejemplo, que estas personas puedan estar sobre el escenario. En mi práctica asumí que eso también es parte esencial de la obra. Que la canción sea hermosa, que canten bien, que actúen bien y que el texto funcione es tan importante como tener monotributo, que puedan abrir una cuenta bancaria o que dispongan de una niñera para sus hijes.

El proyecto demandó cosas muy concretas pero también ofreció sus recompensas. Por un lado, Arias cuenta que al inicio del proceso ningún miembro del elenco tenía cuenta bancaria. "Hay una chica peruana que no tiene DNI sino una residencia transitoria, así que estamos luchando a través de abogados para que pueda tener una residencia permanente, DNI, CUIT. En el equipo hay productoras, trabajadoras sociales e incluso un abogado full time, Felix Helou, que es nuestro esponsor y a quien le doy las gracias porque yo nunca podría haber pagado esos honorarios”, destaca la artista. Por otro lado, lo impensado: Yoseli fue detenida a los 22 años por tráfico de drogas en el Aeropuerto de Ezeiza y gracias a la obra finalmente podrá cumplir su sueño de viajar a Francia para ver con sus propios ojos eso que alguna vez se tatuó en el hombro: la Torre Eiffel. "Lo que pasó con este proyecto fue increíble, incluso para mí, que hice muchos proyectos delirantes y ambiciosos como Campo minado, donde junté a veteranos argentinos y británicos. Es un delirio que el primer lugar al que va la obra después de Argentina sea Francia. El sueño de Yosi se hará realidad y ni ella lo puede creer. El proyecto fue muy mágico: si pienso en la primera vez que entré a la cárcel para mostrar la película y pienso dónde estamos ahora, es algo increíble e impredecible. Estos proyectos documentales son como aventuras que no sabés adónde te llevan", celebra.

En relación a los desafíos que presenta la actual coyuntura, la artista confiesa: “Lo más difícil en este momento es sentir que todo el tiempo estás manifestándote, juntándote con otra gente y participando de acciones sin que eso se traduzca en decisiones políticas concretas. El otro día estábamos en la marcha federal universitaria y la cantidad de gente que salió fue brutal. Sin embargo, lo que se votó no respondía a lo que estaba pasando en las calles. En este momento tengo sentimientos encontrados: por un lado, me emociona ver a tanta gente en la calle luchando por la educación pública y defendiendo algo que nos hace ser quienes somos; por otro, ver el fracaso de eso en términos políticos me produce mucha bronca y frustración. La verdad es que ya no sé de qué manera hay que mandar el mensaje... A esa marcha fueron miles y miles de personas. Me produce un nivel de angustia muy grande y no termino de entender cómo sigue", concluye la artista.

*Los días afuera puede verse de miércoles a domingos a las 20 en el Teatro Alvear (Av. Corrientes 1659). El film Reas se proyecta en el Centro Cultural San Martín (Sarmiento 1551) los sábados a las 18 y a las 20, y los domingos a las 18.