Jorge Montanari es investigador del Conicet en el Instituto de Biotecnología de la Universidad Nacional de Hurlingham. Se especializa en nanotecnología terapéutica y cosmética, esto es, busca aplicar el conocimiento sobre nanosistemas (estructuras imperceptibles a la vista) para mejorar la salud de pacientes. Hace apenas unos días compartió en sus redes la historia de Magalí Di Meglio, una de sus becarias doctorales que, en el marco de un proyecto internacional de intercambio y producción académica denominada Eco-sud, aterrizó en Francia. A pesar del final feliz --la joven científica continuará con su proyecto allí por un tiempo--, la conclusión no hace justicia a los obstáculos que tuvieron que sortear por “el destrato demencial por parte de nuestras nuevas autoridades. Nunca en más de 20 años dentro del sistema científico me sentí tan ninguneado”, destaca Montanari. Una muestra de que el objetivo del “Estado eficiente” que pregona la administración libertaria todavía está muy lejos.

Para conocer el derrotero del grupo de Montanari y especialmente de Di Meglio, la principal afectada, primero hay que recuperar el contexto. Ecos-sud existe desde 1997 como un programa que promueve la realización de proyectos de investigación conjuntos entre investigadores de Francia y Argentina. En general, al tratarse de una evaluación exigente, tan solo suelen aprobarse una de cada cinco propuestas enviadas. De hecho, la primera vez al grupo de Montanari le fue mal: se presentaron en 2022 junto a un equipo de la Universidad de París-Saclay y los resultados no fueron los esperados. “Llevó muchas reuniones online y horas de trabajo y desvelo. Las postulaciones se evalúan en ambos países y solo financian proyectos con nota A+ ("excelente") en ambos. Nosotros quedamos afuera”, recuerda el director del Laboratorio de Nanosistemas de Aplicación Biotecnológica de la Universidad Nacional de Hurlingham.

Como de cualquier manera estuvieron cerca de obtener el financiamiento, en 2023 volvieron a intentarlo, a partir de la postulación de un proyecto renovado. La segunda ocasión fue la vencida, obtuvieron la máxima calificación por parte de los jurados francés y argentino, y como resultado fueron uno de los 14 grupos seleccionados. Puntualmente, lo hicieron a partir de una propuesta atractiva: desarrollar una estrategia para tratamientos de enfermedades localizadas en la piel, como puede ser el cáncer, o bien, leishmaniasis. “Di Meglio trabaja, específicamente, con unas partículas que generan calor cuando son irradiadas mediante un láser inocuo, con el objetivo de eliminar los parásitos que causan la enfermedad de la leishmaniasis”, destaca Montanari.

Con una propuesta superadora y con todo aprobado, las misiones para este 2024 estaban pautadas: dos viajes de científicos argentinos a Francia y dos viajes de científicos franceses a Argentina. Sin embargo, pronto comenzaron los problemas. Así lo relata el científico: “Los 14 directores argentinos estábamos desorientados. No había más Ministerio de CyT, que era el organismo convocante. Desde Francia, los responsables de Ecos no sabían tampoco con quién hablar. Cada uno por su lado contactó a quien pudo. Yo escribí un mail a Alejandro Cosentino (secretario de Innovación, Ciencia y Tecnología) y Paula Nahirñak (subsecretaria de Ciencia y Tecnología)”. El correo fue enviado por Montanari el 5 de febrero pero las respuestas nunca llegaron.

Como la situación de los directores de los 14 proyectos era la misma, decidieron enviar, esta vez, una carta conjunta dos semanas más tarde. Quizás, el tono colectivo de la misiva despertaba alguna respuesta en las autoridades del sector científico. Pero la hipótesis volvió a fallar. Ante la falta de respuesta, Montanari decidió evitar la comunicación mediada por pantallas y se presentó en el edificio del exmincyt, en pleno corazón de Palermo. La idea era hablar en persona con los responsables de la articulación con Francia, pero una vez más no fue recibido. Aunque, quizás para consuelo, volvió a su laboratorio con un correo anotado para realizar su descargo. Este intento tuvo respuesta: como un castillo kafkiano inexpugnable, le asignaron un número de trámite y la promesa de elevarlo a las autoridades. Otra vez, nadie contestó.

Final feliz, a pesar de todo

Recién después de tres meses, finalmente, llegó la solución. Aunque no del modo más esperado. “El tiempo pasaba y el destrato (de los funcionarios locales) era descomunal. Entonces, le pedí al director del laboratorio francés si aceptaba bajarse él del viaje a Argentina y proponerle a Ecos que, con ese dinero, pagaran el viaje de Magalí para Francia. Él fue muy generoso de aceptar mi proposición”, apunta Montanari que, aliviado, halló una respuesta lateral para desenmarañar el asunto.

Magalí Di Meglio ya etá en Francia

Así fue como, después de sortear las trabas del caso, desde Ecos-sud aceptaron la propuesta, compraron el pasaje y accedieron a costear la estadía de la joven investigadora. “Magalí aterrizó con sus nanopartículas fototérmicas y nuestros compuestos antitumorales para laburar, sin que nadie de los organismos argentinos nos diera siquiera una mísera respuesta. Tiene una nena chiquita, no se va de joda, tuvo que hacer una logística familiar enorme para poder viajar. Va contenta por el desafío profesional pero extrañando a mares a la nena, y con toda la familia detrás reorganizándose para bancarla. Mil nervios toda la incertidumbre”, detalla. El mes siguiente llegará a Yaowei, el becario doctoral del grupo francés y trabajará en el laboratorio argentino.

Luego, se solidariza con los científicos de los restantes proyectos adjudicados que, desafortunadamente, no hallaron una solución a su caso. “Estoy en contacto constante con los científicos de los proyectos de esta cohorte que no avanzaron, así como también de años anteriores. Se trata de propuestas de tres años de duración. Hay gente que está esperando cumplir su segundo y tercer año, con lo cual ya tienen iniciativas más avanzadas que la nuestra”.

Haz lo que yo digo y no lo que yo hago

La experiencia de intercambio casi frustrada que narra el nanocientífico resulta paradójica porque --en una entrevista reciente-- el presidente del Conicet Daniel Salamone ponderó la colaboración con universidades y organizaciones internacionales como una de las acciones prioritarias que tendría la gestión del área. Sin embargo, para Montanari, por el momento, solo se trata de una declaración de deseos.

“Creo que tienen la orden de pasar la motosierra, pero les falta mucha experiencia y saber cómo son las áreas que manejan. Algo así puede pesar para Salamone, un científico sin gestión. Lo raro para este caso es que Paula Nahirñak (actual subsecretaria de Ciencia y Tecnología) ya había estado durante la administración de Macri. A ellos no los presiona para nada el hecho de que haya tiempos que deben respetarse en la presentación de trabajos y documentos”, dice. Y agrega: “Quieren que articulemos con otros países, pero al mismo tiempo no les interesa ningún avance concreto”.

[email protected]