Situada 350 kilómetros al norte de la capital salteña y a tan solo 70 de la frontera con Bolivia, se levanta como un imposible en el medio de las tupidas yungas salteñas la localidad de Campamento Vespucio, un sueño petrolero hecho realidad, que sufrió los vaivenes de la política económica de la Argentina a lo largo del siglo XX.

Con la estatal YPF como punto de partida y la posibilidad de hacer realidad una ciudad modelo en un territorio inhóspito, fue el mismo oro negro que la catapultó el que la llevó a la decadencia y ostracismo durante décadas cuando la empresa fue privatizada.

Hoy Vespucio intenta resurgir a partir del orgullo ypefiano de sus trabajadores y sobre todo de los hijos y nietos de aquellos que supieron ver el sueño del General Enrique Mosconi transformado en realidad.

Quien sabe contar su historia, la cual investigó meticulosamente, es Ramón Barnera, docente, vecino de Vespucio e hijo de ypefianos.

La Standard Oil y la llegada de Francisco Tobar

“Para 1920 la norteamericana Standard Oil ya operaba en la zona y se instala”, comienza su relato minucioso el profesor Barnera, “luego aparecen algunos primeros exploradores que llegan, verdaderos pioneros en la zona. Ellos son Francisco Tobar y Recaredo Fernández, entre otros. Hay que decir que Tobar se instala con toda su familia y es quien de alguna forma da el puntapié inicial explorando de manera manual”.

Tobar arriba de Zaragoza, España, a Buenos Aires, por razones particulares. Con ímpetu inquieto y emprendedor, toma contacto con gente que estaba ligada al Partido Radical, “ya le habían hablado que estaba la Standard Oil explorando en la zona”, grafica Barnera. Con ese dato inicial Tobar emprende viaje en ferrocarril hasta Embarcación “y luego en carreta hasta lo que hoy es Mosconi que antes se llamaba simplemente ‘El 90’, por la numeración del kilometraje de las vías del ferrocarril”.

Extraido de Revista YPF (Gentileza Ramon Barnera).

El pionero Francisco Tobar rápidamente comienza a trabajar manualmente en la búsqueda de los surgientes de petróleo llevando adelante una tarea titánica. “La empresa norteamericana tenía gente en el gobierno de la provincia de Salta, entonces ante la imposibilidad de luchar con esta empresa, lo que hace Tobar es transferir todo su cateo de exploración a YPF. En mayo de 1928 el general Enrique Mosconi visitó Campamento Vespucio junto a Tobar, el periodista José Luis Torres y unos pocos acompañantes”.

El desembarco de YPF

Con la presencia del ingeniero Mosconi en la región inicia la exploración de cuatro pozos, una historia que comienza a escribirse y que cambiará para siempre la zona, “cuando Tobar transfiere los cateos de petróleo a YPF, llega Mosconi, se genera un acuerdo y Tobar se hace a un lado. Entonces, con mayor capacidad operativa y maquinaria, comienzan a explorar con mejores herramientas, lo cual también significa el repliegue de la Standard Oil”.

Con mejor tecnología se inició en la Mina República Argentina (antiguo nombre de lo que luego será Campamento Vespucio), la perforación del pozo Vespucio N° 1 (V1), que fue el primer pozo de YPF perforado en el norte. “Las obras comenzaron el 1 de junio de 1928 y terminaron algo más de tres meses después, exactamente el 12 de septiembre de 1928. YPF avanzó rápidamente: en 1928 contrató 350 obreros e instaló sus primeros equipos perforadores; hacia 1930 la petrolera estatal tenía diez pozos en actividad y una pequeña refinería”, comenta Barnera quien desarrolló una extensa tesis sobre el tema.

Extraido de Revista YPF (Gentileza Ramon Barnera).

Aquel surgiente del V1 será un cisma para la zona que ya nunca más volverá a verse como antes, cambiando su fisonomía y relaciones sociales, con familias enteras de técnicos y operarios que migrarán para incorporarse a este nuevo paradigma del petróleo en el norte de Salta.

El proceso comienza de forma precaria. Eran carpas, viviendas de chapa, todo muy básico, y alrededor del pozo petrolero, y recién en aquel momento será que el Campamento Vespucio comience a llamarse como tal”.

En una lucha por alcanzar el objetivo y tras un sueño que se avizoraba prometedor, el personal que arribó en primer término peleó contra lo inhóspito del terreno. Luego comienza un acelerado crecimiento, ya que “para 1938 YPF había construido, además de las casas y habitaciones donde vivían cerca de 2.000 personas, una escuela primaria y un hospital, un club social, un local con bar, un salón para reuniones familiares, una biblioteca y canchas de fútbol, basket, tenis y bochas, entre las obras más importantes”, afirma el docente vespuceño.

Tapa Revista YPF (Gentileza Ramon Barnera)

El Campamento realmente fue una isla en el departamento San Martín, tenía todos los servicios: redes cloacales, telefónicas, hasta helipuerto, Vespucio era autónomo 100%. Y con ello había algo muy importante que era el sentido de pertenencia que inculcaba la empresa, se hablaba siempre del espíritu ypefiano y que no había nada mejor que la familia ypefiana”.

Espíritu ypefiano

Informaciones Petroleras era la revista de circulación interna que giraba entre la familia ypefiana, “en ella se hablaba de los valores, la lealtad, el patriotismo y se mostraban y fomentaban acciones culturales y educativas, no solamente en Vespucio, sino también en Plaza Huincul, Comodoro Rivadavia, lugares donde tenía fuerte presencia YPF. La gente leía la revista y se sentía partícipe de todo lo que sucedía”.

Este ambicioso proyecto ya lo había trazado Enrique Mosconi en su libro El Petróleo Argentino, “todo lo que después va a pasar en Vespucio, él ya lo plantea: que sea un pueblo totalmente autónomo y con un sentido nacionalista. Mosconi tiene correspondencia con Ricardo Rojas, que estaba en la Universidad en Buenos Aires, con él entabla conversaciones no solo por el tema productivo, sino en el tema cultural. Así es que se crean las escuelas de manualidades, y la escuela técnica de Vespucio, que funciona hasta hoy y que tenía convenio con la tecnológica de Tucumán”.

El famoso tanque de Vespucio en plena yunga.

En este marco hay que destacar el estado de bienestar vivido durante el auge de Vespucio gracias a YPF, situación que era saliente y notoria. El profesor Barnera cuenta su experiencia personal y familiar,: “A los 4 años nos fuimos a Tucumán; mi viejo trabajaba en YPF y lo trasladaron allá pero volvíamos todos los fines de años en diciembre cuando terminaban las clases. Al volver veía el contraste, nosotros vivíamos en una ciudad como Tucumán y, sin embargo, Vespucio era más ciudad, al tiempo que el poder adquisitivo era mucho más grande”.

Las privatizaciones

Aquella ciudad modelo que superaba en habitantes a localidades vecinas hoy mucho más grandes, como Tartagal y Mosconi, comenzará a vivir una transformación impensada e inesperada a partir de la privatización de YPF.

“Luego de la privatización Vespucio estuvo cerca de 10 años a la deriva. Los intendentes y gobernantes decían ‘Vespucio es caro, no nos da el cuero para mantenerlo’. Sumado a esto, el personal no estaba capacitado para emprender, tan rápidamente, una transformación, ya que YPF solo exigía tener disponible fuerza laboral, todo lo demás lo proveía la empresa”.

Luego de años de olvido y de las grandes y recordadas puebladas del norte salteño, a mediados de la década del 90, el pueblo comienza a organizarse construyendo comisiones de vecinos que empiezan a pensar cuál sería la manera de volver a poner de pie su terruño.

(Imagen: gentileza Ramon Barnera).

“Si bien se fue mucha gente, la que queda en Vespucio son los hijos y familias de los ypefianos, ellos son quienes motorizan y peticionan ante las autoridades”, remarca Barnera. "Siempre hubo tensión entre las localidades vecinas y Vespucio y eso llega hasta hoy”, afirma el docente en relación a que el estado de bienestar vivido por las  y los vespuceños se diferenciaba de las realidades de las localidades aledañas, situación que generó una herida que continúa abierta.

Lugar mágico

Hoy Campamento Vespucio es uno de los seis Lugares Mágicos declarados por el gobierno provincial, iniciativa que busca la adecuación turística y la puesta en valor del patrimonio arquitectónico, histórico, cultural y natural de las localidades, sumado al entorno natural que presenta.

“Hay una gran infraestructura en Vespucio que hoy se sostiene gracias a ese famoso espíritu ypefiano que se sembró durante años, tal como se recalcaba en cada publicación de la revista que se repartía. Eso acá se sigue sintiendo, hay un gran sentido de pertenencia. Campamento Vespucio había quedado desmantelado y hoy está resurgiendo”.

Barnera recalca una y otra vez que “se está reconfigurando un proyecto para regularizar todos los edificios históricos que quedaron de la época de YPF para presentar a la provincia y algunos declararlos monumento histórico, como, por ejemplo, la escuela primaria, el cine teatro municipal, el complejo deportivo. Si Vespucio no está tan alicaído como otras localidades petroleras, es porque la gente se puso Vespucio al hombro para revertir esta situación”.

(Imagen: gentileza Ramon Barnera). 

Ramón Barnera, con evidente orgullo local, comenta que recién el año pasado se festejó por primera vez el aniversario del pueblo gracias a un arduo trabajo de investigación del cual formó parte. “Hemos estado más de tres años buscando información, siempre había datos sueltos pero sin rigurosidad histórica. Si bien había placas que hablaban del 12 de septiembre de 1928, recién en 2023 fue la primera vez que se celebró ya que no tenía una fecha de fundación; establecimos finalmente ese día, que fue cuando del primer pozo de petróleo comenzó a brotar”.

El sueño petrolero, nacional y de bonanza, llevó a Campamento Vespucio a lugares impensados, construyendo una localidad modelo con todas las comodidades de una gran urbe, pero instalada en plena yunga salteña.

Sin embargo, aquello se tumbó de un día para el otro cuando decisiones de gobierno decretaron que las empresas petroleras serían enajenadas, derrumbándose todo lo construido durante décadas.

Hoy Vespucio intenta resurgir con la fuerza de los hijos y nietos de aquellos que dejaron la vida tras el sueño de la empresa estatal que repartía dividendos en grande y era ejemplo mundial, y que hoy, lejos de todo aquello que alguna vez sucedió, se cargan Vespucio al hombro para gritar fuerte que siguen vivos, latentes y con sueños grandes.