El mundo se puso nervioso cuando el director creativo de Ubisoft, Serge Hascoet, tiró la bomba de que la empresa dejaría de enfocarse en la forma tradicional de storytelling. Los fanáticos de las sagas Assasin’s Creed y Far Cry asaltaron las redes horrorizados ante la perspectiva de que la distribuidora, famosa por haberse construido una mala reputación por la calidad del producto final, intentara algo nuevo y poco previsible. Pero entonces Watch Dogs2 fue lanzado y esas palabras, comprendidas: la empresa puso sus fichas en una experiencia que el jugador pueda crear a su medida.

Marcus Holloway es el hacker parkourista cool que protagoniza este nuevo mundo abierto. Lejos del tono trágico de la primera edición, en una fiesta playera cyber hippie conoce a los integrantes de DedSec, una agrupación que detesta el Big Data —esos datos masivos producidos por dispositivos electrónicos y sujetos a la manipulación del mejor postor—, y en la que tras entrar como miembro comienza su travesía para desbaratar la empresa Blume, encargada de la red que opera todos los sistemas de la ciudad mientras recauda información de sus habitantes. Marcus debe convertirse en una personalidad punk para convencer a sus seguidores de ceder recursos y poder de procesamiento para su anarco-batalla.

El fichín se adapta a los diferentes tipos de jugadores, ya que las misiones pueden resolverse desde el completo sigilo o desde la impaciencia de quien prefiere entrar arma en mano, y sean principales y secundarias se las puede navegar sin orden específico, como también explorar el mapa a voluntad e interactuar con una serie de NPCs anecdóticos que pelean entre ellos, responden si el jugador los amenaza y no tienen miedo de atropellarlo y acelerar para no ser perseguidos.

Pasando por alto que para “hackear” elementos sólo hace falta apretar un botón (eso si, como tantas veces, no falla el sistema de controles, que no está bien calibrado y puede desbaratar cualquier estrategia), la lógica del mundo es constantemente interrumpida por las ansias de pochoclerizar el título: Marcus no tiene problemas en asesinar a cualquiera con un arma ensamblada en una impresora 3D y hasta un guardia de garita tiene granadas infinitas para enfrentársele.

Tras un par de desperfectos, Ubisoft logró compatibilizar el multiplayer con el modo de un jugador: Marcus puede toparse de la nada con otros usuarios intentando interrumpir sus “hackeos” y puede ayudar a sus amigos en misiones cooperativas relativamente más intrincadas. Watch Dogs 2 tiene que estar orgulloso de ser uno de los pocos videojuegos en haber comprendido que la característica online sólo es exitosa si se suma a un juego completo desde el modo individual.

Pero a pesar de ofrecer un mundo abierto fresco y entretenido, Watch Dogs 2 está condenado a ser otro en la sombra del Grand Theft Auto. Aunque esta nueva entrega funciona más como declaración que como novedad: Ubisoft quiere que se sepa que escuchó al público y que intenta redimirse.