desde Tafí Viejo, Tucumán

“Parece que anoche hubo fiesta. Chicas a los besos en la calle. Se llenó hasta la vereda. Trajeron gente de Salta, Buenos Aires. Travestis, de todo. Esta mañana varios vecinos vinieron a comprar y no hablaban de otra cosa”. El que relata es Fabián, quiosquero fiador, correveidile, ex pequeño productor de fruta y ahora dueño de un local en un cruce de calles céntrico de Tafí Viejo. El maxiquiosco queda a la vuelta de la Casa de la Cultura, un punto estratégico para observar lo que hace dos semanas fue el epicentro de cuatro días locas de arte y destape queer. Fabián habla asomado entre las rejas. Saluda a la vecina con un gesto de cabeza y fetea queso en la máquina. Dice que todo el baile de la noche anterior, que fue parte del Segundo Festival de Arte y Cultura LGBTIQ, con parlantes, drags conversando con los adolescentes que las invitaban a dar la vuelta a la plaza en moto, banderas cortando la vereda, está bueno. Está bueno que suceda en Tafí -que tiene un poco más de 40 mil habitantes y es frecuentemente confundida con su tocaya más turística Tafí del Valle-. “Nos reíamos con mi señora anoche: ¿Cómo estará el cura de enfrente? Agarrándose de los pelos”. Enfrente de la sede principal del festival está la Parroquia de la Inmaculada Concepción, y entre las dos, un boulevard con un omnisciente Cristo de tres metros. Cuenta Roberto que aquí una de las máximas es “hacé todo lo que quieras pero en tu casa. Acá a la vuelta por ejemplo vive una pareja de chicas. Tuvieron una nena in vitro. Vienen compran, hablamos. Son maestras. Les hago chistes, pero jamás una palabra de ellas como pareja. Se sobreentiende. Y yo no pregunto lo que no me importa”. Un poco le debe importar porque, cuando se enteró del nacimiento, Fabián les dejó en la puerta una canasta con los mejores productos del quiosco. 

Originario original 

El 12 de octubre Esteban Koukas, de madre tucumana y padre griego -”un militar de carrera, más estricto que Bussi”-, se envolvió con una bandera wiphala hecha a mano, de 140 metros. Se metió en los Tribunales, en la casita histórica, en la Catedral, en la Casa de Gobierno. Koukas, que ronda los 50, recorrió el centro de San Miguel con su joven fotógrafo personal. Preparados para el escándalo. Listos para ser detenidos en nombre de alguna contravención. Pero ocurrió algo peor: no pasó nada. Ni movieron las pestañas de los uniformados en bici, que recorren a velocidad carreta el centro. “¡La más pasmosa indiferencia!”, se lamenta Koukas. “Con el tema mapuche tan caliente, ver a una loca envuelta en la wiphala en la casa histórica… pero: ¡el silencio! Me sentí más originario que nunca”. Para el festival lgbti de Tafí, Koukas preparó una bandera con la que inundó la Casa de la Cultura hasta llegar a la vereda. Una alfombra arcoíris que era una invitación a entrar y también una parábola de pisoteo: “Metros de papel crepe, un material elegido para señalar la cualidad efímera de los derechos”. La bandera fue un anzuelo para vecinos y curiosos, que a lo largo de los días que duró el festival pudieron encontrarse con recitales de poesía del Centro Educativo Trans Puertas Abiertas, Dani Umpi en tacones presentando su libro ¿A quién quiero engañar?, el karaoke con la bienvenidora Barby Guaman, la proyección del corto Jazmín (de Verónica Quiroga, protagonizado por la actriz y patinadora trans Florencia Díaz), una performances de la compañía El hervidero, entre muchas propuestas más.

La biblia y el calefón 

Pocos días antes del festival, en Yerba Buena, muy cerca de Tafí, una maestra enseñaba a sus alumnos que la homosexualidad se puede curar e invitaba a la reconversión como quien ofrece un remedio de yuyos. Un episodio que los alumnos se ocuparon de viralizar. La señorita homofóbica recorrió el país. Lo mismo, las imágenes de una performance en la marcha del 8 de marzo en la que un grupo de socorristas tucumanas denunció las muertes por aborto clandestino con una virgen que interrumpía su embarazo. La reacción fue inmediata: los nombres de las chicas fueron publicados en los medios locales con foto, y el flamante Arzobispo Carlos Alberto Sánchez pidió que las echaran de sus trabajos. No son hechos aislados. Tucumán es una de las provincias que no adhirió a la ley de Educación Sexual Integral aprobada hace 11 años. En estas tierras se han dado casos emblemáticos de violencia contra las mujeres, de Marita Verón a Belén, que pasó dos años en la cárcel por un aborto espontáneo. El año pasado Pascual Viejobueno (sic), profesor de la Universidad Nacional de Tucumán, fue denunciado por comparar en sus clases la homosexualidad con el canibalismo, entre otros hits. 

“En el caso de las socorristas escrachadas hace tiempo no se veía un lobby así. El catolicismo en las provincias del norte está especialmente enredado con el Estado. Las peregrinaciones pro-vida son un evento que explota”, cuenta Ileano Pineda, profesor del centro educativo trans Puertas Abiertas. Como muestra del dominio del espacio público que mantienen los sectores ultraconservadores, hablan las paredes y el transporte empapelados por la “campaña del bebito”, la desopilante movida antiderechos que se puso al hombro Mariana Rodríguez Varela -hija del ministro de la dictadura y abogado de Videla Alberto Rodríguez Varela-, con un video donde se invita a la gente a colgar un “bebito” del balcón, que es una réplica de goma de un feto de pocas semanas. “A medida que los espacios lgbti y feministas se van fortaleciendo, estos grupos retrucan. Este año asumió el nuevo Arzobispo con un acto en la cancha de Atlético, con un despliegue como hace años no se veía. En esos días se rechazó tratar el cupo laboral trans a nivel provincial”, dice Gabriela De la Rosa, de la asociación Loto y alumna del bachillerato trans.

Mi novio paqui

Un clásico regional que no se desvanece con el paso de las leyes y las modas -cuenta un joven poeta taficeño que prefiere no dar su nombre- es el del novio heterosexual. “A mí me acaba de dejar el mío con un melodramático ‘Mejor cortemos antes de que alguien salga lastimado’. ¡Señor grande! Casado, con hijos, con el que no hemos hecho más que hablar de literatura. El novio hetero es aquí una figura infaltable”. En el mismo lugar donde se organiza un festival lgbti como iniciativa municipal -”¿dónde viste en el interior que desde el Estado se arme algo así? Las actividades que en general nos reúnen son alternativas o contra el Estado”- también reina una suerte de “todo bien mientras sea en las bambalinas”, que es curiosamente lo que a Esteban Koukas le decían sus padres treinta años atrás: “con carpa, hacé lo que quieras. Pero casate”. Ahora, 2017, una escena de la semana pasada: al amanecer Esteban despacha a un amante por el garaje de la casa que comparte con su madre. Vuelve y se la encuentra en desabillé, de brazos cruzados. Y su mamá le dice “che, a ustedes les aprobaron la ley pero no para seguir jodiendo sino para que tengan una vida decente”.

Eva, perdón

Cercada por las contradicciones, Tafí es toda peronista, se podría decir parafraseando a Marcos Acevedo, Secretario de Cultura, motor creativo y almapater del festival. “En un momento de crisis, en esta configuración del escenario del país, poner en el mapa de Tafí Viejo la cultura queer, con artistas de múltiples disciplinas, con la presencia militante, con una conformación de público variada y familiar es aire fresco entre tanta intoxicación”. Lo dice mientras se calza el vestido ajustado. En la anteúltima noche del festival se prepara para hacer su entrada como la madre de Eva Perón, personaje mordaz que no oculta su interés por heredar los bienes de su hija, en Eva Perón de Copi. La versión de la compañía Teatro Clandestino, con dirección de Gonzalo Veliz, se presencia con trago en mano, en el patio de una casa chorizo prestada especialmente para el show, con un fondo de ladridos vecinos y de grillos, y con el agregado de Paco Jamandreu en representación de descamisados y de putos. Está atravesada por los discursos de la Evita de Madonna, la película con Esther Goris y hasta un tema de Maluma, entre otros elementos que apuntan a sacudirle al original cierto aspecto “que hay detrás de este maravilloso texto, que puede ser leído como gorilismo de peluquería de Recoleta”. La obra termina como termina y se suma un discurso del General en camiseta, que hasta el momento había permanecido casi zombi. Aplausos en esta casa con zaguán, tomada por una noche, y el público aprovecha para entonar, entre sorbos de Fernet, feminismo lipstick y voz quebrada, la marcha peronista.