Los concursos de belleza son espacios en donde se evalúa a las mujeres por su estética y la ganadora es quien más se ajusta a un estándar que privilegia la delgadez, la estatura, una piel joven y tersa. Allí se construyen modelos de lo bello que son alcanzados por pocas pero deseados por muchas. El certamen Miss Perú de este año introdujo un nuevo elemento. En los primeros minutos del programa de televisión que lo transmitía pudo verse a las veintitrés candidatas diciendo “mis medidas son” pero, en lugar de mencionar las medidas de sus cuerpos, dijeron: “2202 casos de feminicidios reportados en los últimos nueve años en mi país”, “más del 70 por ciento de las mujeres es víctima del acoso callejero”, “13.000 niñas sufren de abuso sexual”, “3114 mujeres víctimas de trata registradas hasta el 2014”, “el 37, 1 por ciento de las denuncias hechas por mujeres son por violencia familiar”, “de 356 feminicidos ocurridos en cuatro años sólo 84 obtuvieron condena”, “el 24, 1 por ciento de mujeres afroperuanas han sido violadas”. 

Las críticas no se hicieron esperar. Lo que centralmente se cuestionó fue quienes enunciaban y desde dónde lo hacían: mujeres mostrando sus cuerpos en lo que se entiende como el centro del capitalismo patriarcal, que era un discurso armado para lavar culpas, que era un negocio, una moda, un speech vacío, que quienes iban ahí no tenían real interés en estos temas, etc. 

Con un movimiento de mujeres que se amplía y diversifica y la constante aparición de manifestaciones que no encajan con un modelo único de intervención política, es hora de preguntarnos: ¿qué va a hacer el feminismo con las versiones no progresistas que demandan una vida libre y sin violencia para las mujeres? ¿De qué modo articular con las manifestaciones que en términos estéticos e ideológicos no acuerdan con las propias pero piden lo mismo? 

El desprecio y prejuicio con el que se miran ciertos objetos de la cultura de masas impide ver que se expanden, a su manera y con sus propias retóricas, algunas demandas del movimiento de mujeres. Quienes estaban mirando este certamen seguramente no esperaban encontrarse con las cifras de la violencia machista en Perú. Sin embargo tuvieron que escuchar durante varios minutos qué otras cosas significa ser mujer en la sociedad en la que viven. 

Un feminismo a la medida de los estándares del progresismo sería un feminismo para pocas, para las convencidas, para las de siempre. Frente a ello, las manifestaciones de un feminismo que aprovecha los intersticios de la cultura de masas se multiplican, independientemente de lo que digan quienes lo juzgan como desubicado. Queda por interrogarse si seremos capaces de reconocer y potenciar sus intervenciones en el marco de un movimiento amplio a favor de los derechos de todas las mujeres. De los de Miss Perú y de las otras también.

(*) Investigadora de CONICET y Docente de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA).