Es un chanta, un vidente sonriente que factura mediante engaños a incautos. Hasta que, de pronto, comienza a creer en sus propios poderes, ¿o acaso será que realmente los tiene? El peligroso pantano entre el autoengaño, la incredulidad y la capacidad de maravillar y maravillarse buscará ser vadeado en los diez episodios de la serie Shut Eye, disponibles desde ayer en la plataforma digital Hulu. Protagonizada por Jeffrey Donovan (Fargo) y la vieja gloria romana Isabella Rossellini, Shut Eye sugiere retomar la huella que dejó vacante The Mentalist desde 2015, la de las múltiples formas de “inserción laboral” para timadores con aires místicos. Acaso no desde el formato policial, como The Mentalist, sino desde el de la comedia dramática: en el universo de Shut Eye, los psíquicos con fines de lucro no son investigadores y ni siquiera cuentapropistas, sino que conforman en la clandestinidad toda una organización cooperativa. PáginaI12 entrevistó a Leslie Bohem, guionista, músico –lideró una banda new wave en los ‘80– y creador de Shut Eye, quien para definir la serie, formula: “Es al revés de Breaking Bad, digamos, una especie de Breaking Good”.

– Shut Eye presenta una cofradía de farsantes y estafadores… ¿pueden trabajar juntos sin engañarse entre ellos?

– A veces sí, a veces no… Pero creo que los mentirosos rara vez pueden trabajar juntos sin que surjan muchos problemas. Es una serie dramática, pero con tono de comedia negra. Tuve la idea de un psíquico falso que empieza a tener visiones reales y pensé: bueno, es un tipo malo, pero resulta que el mundo es todavía peor que él… Así que toma la decisión de intentar hacer lo correcto: un largo y retorcido viaje hacia la santidad.

– Charlie, el personaje principal de la serie, es un psíquico que empieza a creer sus propios trucos. ¿No necesitamos todos alguna vez creer nuestros propios trucos? 

–  Cuando vives toda una vida basada en predicar mierda y de pronto, un buen día, te quitas las vendas de los ojos, tu visión del mundo cambia completamente. Hay una gran cantidad de psíquicos que se han criado en ese negocio, por caso, la niña que está sentada en las rodillas de su abuela vidente. Así aprende técnicas de observación rápida y de “lectura en frío”, que permiten que una persona te haga creer que sabe más sobre ti de lo que realmente sabe. Se trata de trucos para observar el comportamiento humano que pueden lograr que un mago, un terapeuta, un escritor o hasta un policía parezcan psíquicos. Quienes se crían en esos ambientes aprenden todo eso a una edad tan temprana que es, para ellos, como un segundo idioma. Si aprendes ciertos trucos muy temprano en la vida, es fácil olvidar que son trucos.

– O sea que usted no cree en la magia…  

–¡No! Me encantaría creer, pero no… 

– ¿Y es consumidor de series y películas sobre mentalistas o magos? 

–No es un tema sobre lo que haya visto mucho, la verdad, en todo caso, nada muy reciente. Mis hábitos como consumidor son bastante peculiares y suelen tener que ver con películas mucho más viejas que lo que puede verse en la TV actual. Diría que las películas sobre mentalistas o psíquicos que tengo como referencias son Nightmare Alley (1947), Mil ojos tiene la noche (1948) o Al filo del abismo (1964). 

– Su filmografía como guionista incluye otros trabajos –como Taken o Pesadilla– que tienen la duda entre creer y no creer. ¿Qué le atrae de esa cuestión?

– Es un tema al que vuelvo una y otra vez. También he compuesto canciones sobre la cuestión con Gleaming Spires, mi banda de los 80, y también ahora, en mi disco solista, Moved to Duarte. Escucho esas mismas preguntas en mis letras, también en Shut Eye, y todo parece ser sobre eso… Así que supongo que me has atrapado: soy un tipo que tiene una sola cosa para decir. Espero decirlo bien… Creo que lo que me fascina es la necesidad de creer. Y la forma en que nuestras creencias, incluso las más chifladas, como las abducciones alienígenas, tienden hacia lo mítico y hacia lo colectivo. Eso me parece mucho más interesante que la posibilidad de que ese tipo de cosas sean reales. Quiero decir: si, por ejemplo, hubiera realmente hombrecitos verdes volando en sus naves por aquí, la pregunta sería: “¿Sufren y mueren, como nosotros?” Porque, de ser así, entonces Dios tendría bastantes más explicaciones que dar. En estos casos, la verdad, la realidad, resultan absolutamente insignificantes. Digamos que voy a un psíquico falso y me dice algo que me ayuda. Entonces, ¿importa si realmente recibió un mensaje de mi querida abuela muerta, o si simplemente me hizo una “lectura en frío” para saber qué quería escuchar yo? En Shut Eye intentamos hacer esta pregunta, ojalá lo hayamos logrado.