Había una vez, por la zona del actual Parque Urquiza, un bar que reunía a bohemios, a los marineros de los barcos de diversas banderas que anclaban en el puerto de Rosario y a los hijos de los inmigrantes anarquistas de clase obrera que habían estudiado y progresado. Allí, en el café bar de Enzo Perassi, su hijo escuchaba de los padres de sus compañeritos de la escuela primaria las versiones no oficiales de la historia nacional, y aprendía así a descreer de la historia oficial. El Estado había bombardeado al pueblo indefenso en Plaza de Mayo, pero de eso no se hablaba en la mesa familiar sino en el café, en el bar.

Por entonces, Lacan dictaba sus primeros seminarios en Francia. Y en la zona norte de Rosario, el pintor y grabador Juan Grela leía Universalismo constructivo, libro donde el artista uruguayo Joaquín Torres García exponía su versión del constructivismo: estilo surgido en la Rusia revolucionaria, que reemplazaba la idea de composición por la de construcción. Y el niño creció y aprendió muchos oficios. Lo apodaron "Belmondo" y así lo llamaría el Negro Fontanarrosa. Las dos disciplinas que lo constituyeron fueron el psicoanálisis y el arte. Entre 1972 y 1988 se formó con tres maestros: Julián Usandizaga, Pedro Sinópoli y Juan Grela, con quien colaboró en la creación de un mural con materiales encontrados. También cursó estudios formales. Pero su lugar predilecto es el taller, donde se puede hablar con libertad.

 

Luis Vignoli Blotta
Vaca muerta con ternero y Ausencias muertas con presencia.

 

El taller donde trabaja y enseña Rodolfo Perassi (Rosario, 1949) queda en el mismo edificio del siglo XIX que el Museo Municipal de Arte Decorativo Firma y Odilo Estevez, cuya sala de exposiciones temporales (San Lorenzo 743) muestra desde fines de septiembre una selección de su obra reciente efectuada por el curador Guillermo Fantoni. Son obras que desafían los límites entre las disciplinas de la pintura y la escultura. Algunas cuelgan de la pared y otras se posan en pedestales. Pero todas poseen, en lugar del clásico lienzo tensado, una estructura de recovecos y topografías que Perassi construye a partir de desechos y que luego pinta en combinaciones entonadas de colores, con formas abstractas pero alegóricas (en algunos casos) de la historia no oficial del presente. Mundo estampado es el título elegido por Fantoni para la exposición. En él se combinan la idea filosófica de "mundo" con un recuerdo del artista: el de su madre, creando mantas con abrigados paños de billar provenientes del bar y con variopintos retazos de telas estampadas similares a las que elige Perassi para cubrir, como una piel, la osamenta artificial de cada obra. Luego él maquilla esa piel al pintarla, resaltando a veces con los recursos pictóricos del claroscuro el volumen de esos cuerpos singulares: soportes que parecen haber estado vivos. Algunos tienen huecos como bocas. Son parientes de las reliquias marinas que Perassi colecciona en sus viajes de formación y trabajo por Europa y América.

Juan Grela es una referencia constante, con un saber hacer ahí de su propia invención que el discípulo retransmite en su taller, y donde crece en obras como las de Patricia Frey, quien estudió con Perassi. En una larga charla en su taller, Perassi cuenta cómo dibuja a partir de dos elementos del lenguaje plástico: la línea curva y la línea recta. Al combinarlas, crea contornos irregulares. Otras veces recorta y pega fragmentos de los carteles y pies de obra que se tiran con cada muestra que se cierra en el Centro Cultural Parque de España, donde trabaja como montajista junto a su hijo Juan. En su taller de artista, lo que más le gusta es no saber adónde va. De Grela aprendió Perassi el uso creativo del azar objetivo surrealista, al que él prefiere organizar racionalmente, pero siempre a partir del caos.

Una obra (que quedó en el taller y no fue a la muestra) le salió redonda de casualidad. Una poética de la improvisación terminó así por organizar un "mandala", concepto que él odia pero al que sin embargo le dio cierta cabida, pintando el redondel en colores solares, como dorados. Luego lo trozó en forma de molino, extrajo el cuadrado central, lo puso al costado y pronunció el título: "No la mandes".

 

Luis Vignoli Blotta
Vista general de sala de la exposición.

 

El juego es un factor en el constructivismo surrealista y lúdico de Rodolfo Perassi. Ciertos títulos remiten a problemas actuales, como Vaca muerta con ternero, que resignifica el nombre de un yacimiento.

A veces se pone serio. Ante Ausencias muertas con presencia, puede interpretarse que el agujero central es la muerte en general o una en particular: la de Santiago Maldonado, que reactivó la lucha por los desaparecidos de la dictadura. ¿Son cuadros o pancartas esos trapecios? A veces Perassi reescribe su propia pintura, a modo de palimpsesto, como en el mural portátil titulado Primavera árabe con inviernos (ex "Primavera árabe"). Es la obra más bellamente barroca, la única en colores puros; vibrante, ornamental, cuelga cerca de la mayólica andaluza y la tienda de souvenirs del Estevez, cumpliendo la propuesta institucional de unir arte decorativo y arte contemporáneo.

Otra mezcla de poéticas constructivistas y surrealistas puede detectarse en la obra de otro rosarino: Adolfo Nigro, discípulo de José Gurvich. Gurvich estudió con Torres García, el que sin saberlo modernizó a Grela (maestro de Perassi). Más que un árbol genealógico, lo que se dibuja es un rizoma, una red litoraleña y rioplatense. Allí hay que incluir la figura de Hugo Padeletti, poeta que dibuja a partir de ideas filosóficas que aprendió en Ser y tiempo (1927), de Martin Heidegger. Siguiendo algunas de esas ideas se puede leer lo que hace Perassi, estrella de su misma constelación, capaz de asir los entes que están dentro del mundo y cuyo ser es "a la mano". Es decir: con esos entes el hombre se relaciona en un modo de herramienta. Sólo después de que les dio sentido a esos restos abyectos encontrados al incluirlos en una construcción, Perassi se pone a pintar, a cohesionar el "ser a la vista" de la obra. El ser, aquí, no es abstracto sino un sentido que resulta de una relación desarrollada en el tiempo. El inasible tiempo es al fin lo que constituye la materia de esta obra.